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Una Real fiesta de 40.000 reales

por José María Martín Sánchez
13 de mayo de 2021
JOSE MARIA MARTIN DEPORTES
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Permiso. Para describir lo que en la ciudad de Segovia se desarrolló en 1845, teniendo como excusa la proclamación de Isabel II (María Isabel Luisa de Borbón y Borbón), cuando las Cortes consideraron que ya era mayor por cumplir 16 años.

Conociendo el tema con tiempo suficiente, la Corporación local reuniose para elaborar el calendario festivo de tan real acontecimiento. «Los actos —así se dejó escrito—,constituyeron una de las páginas más brillantes de la historia segoviana del siglo XIX, pues tuvo en conmoción a la ciudad durante varios días».

Pero… un simple quítate tú para ponerme yo, enturbió el inicio. Todo por un pendón (1) —¡ay el pendón!—. Este había de levantarse por la nueva reina ¡Castilla por la Reina Isabel! en un privilegio de antaño que se reservaba al alférez mayor de la ciudad. Al no existir ya ese cargo la comisión organizadora dispuso:

— «Será el alcalde primero (Carlos García de la Torre) al que corresponda el honor de enarbolar el pendón».

Entra en escena el señor Balsera —¡alto ahí!— que ejercía de ‘mandamás’ político en todas las instituciones provinciales. Se opone y afirma:

— «Ese privilegio es mío y no cederé porque lo considero un derecho indiscutible».

Los del Ayuntamiento no están conformes y deciden —como debiera ser siempre en similares situaciones y el cualquier tiempo—, dirigir escrito a la reina a través del Ministerio de la Gobernación, con la petición (en aquel tiempo se ‘llevaba’ la súplica) de que el ‘jefe’ respetara el antiguo privilegio de la Ciudad. Una comisión, con carácter de urgencia, lleva el escrito a Madrid. Al mismo tiempo una ‘copia’ del referido se hace entrega al jefe político.

Dos días habían transcurrido cuando el señor Balsera (D. José) se dirigía de puño y letra a la Corporación donde, reculando, comunicaba:

— «Estoy conforme con el uso y costumbre de la Ciudad y, por ello, con el criterio del Ayuntamiento2.

Lo que supuso otro viaje a Madrid de la comisión para pedir al Ministerio que la petición quedara sin efecto.

Solucionada la disputa, ya dispuesto el programa, es el reiterado jefe el que sale al balcón de la Ciudad al frente del equipo de autoridades. Se descubre el retrato de la reina. Cubrían la Plaza la fuerza de Artillería y la Milicia Nacional con Banda de Música, ‘y atronaban el espacio tambores, timbales, cornetas y clarines’.

Una vez entregado el pendón real al alcalde constitucional, ‘to’ el personal que ocupaba las dependencias municipales sale a la calle ¡viva, viva! Los jefes, los casi jefes, el alcalde segundo, el… montan a caballo para hacer el paseíllo por el albero —o como mejor se entienda—, de la Plaza. Descienden del caballo y suben al ‘tablao’. El alguacil primero —magnífico en el paseíllo—, viste casaca roja, calzón corto, medias blancas, zapatos con hebilla…

Las campanas de la ciudad —trabajo para el badajo—, voltean alegres y dicharacheras. Mientras, desde el ‘tablao’ se lanzan medallas conmemorativas. Eran de plata, cobre y latón, acuñadas en la Moneda. Uno de los caballos, el que montaba el regidor Manuel Solana, se ‘desmadró’ por causa del ‘lío’ de las medallas, derribando al jinete. Revuelo.

La comitiva recorre los arrabales de El Salvador y Santa Eulalia, donde se repite la ‘faena/programa’ de la Plaza. Ya sin caída.

Por la noche cohetes y fuegos artificiales. En el Ayuntamiento, sala de la ‘limoná’, refresco.

A la mañana siguiente hay misa en la Catedral. Durante tres días estuvo expuesto en el balcón de la Ciudad el retrato de la reina. Al atardecer repicaban las campanas.
Tres jornadas de bailes con ‘tono’ de dulzaina en la Plaza. En lo alto del Ayuntamiento las colgaduras, muchas, se movían a ritmo de gaita.

Tercer día. 14,30 horas, espectáculo de toros (tres) enmaromados en la Plaza para regocijo del pueblo. Ya de noche, baile de etiqueta en el salón de la Escuela de Bellas Artes. Rigurosa invitación. Los no asistentes vieron divertirse por la ‘tele’, u otra cadena, a los de pajarita, etiqueta y charlestón.

Al acabar la fiesta —días después—, se rinden cuentas de lo que a la Ciudad le había costado la celebración. El señor secretario se cansó de leer tanto número. Resumen: ¡40.353 reales!

No voy a dejarme en el ‘tintero’ que, si bien el jefe político, regidores y secretario estaban ‘amparados’ por ley a percibir 1.500 reales cada uno, para sufragar así los gastos que les ocasionara tal celebración, decidieron donar 1.000 euros por ‘barba’ en beneficio de las obras públicas. La Ciudad se ¿ahorró? 17.000 euros.

Todo sucedió en diciembre, con un frío que ‘pelaba’.


(1) Pendón. Bandera o estandarte, generalmente más largo que ancho, que empleaban como insignia distintiva los regimientos, batallones….

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