No tengo ninguna autoridad especial para hablar de obras de arte. Soy tan solo una más de tantas personas que encuentran en el arte una gran compañía, en el sentido de que la admiración y contento que suscitan las creaciones artísticas es porque siempre nos esperan, nos interpelan, nos cuentan, y así son compañía toda la vida.
Soy apasionada de los Museos arqueológicos y lo soy también de Picasso. Conocía bien el Guernica. Vivía en Nueva York en los años sesenta, y el Moma era uno de esos lugares de compañía.
Lo conocía y lo tenía grabado en mi memoria visual. No puedo evitar establecer asociaciones de imágenes.
El sarcófago al que me refiero lo descubrí más tarde, en el extraordinario Museo Arqueológico de Madrid. Es una pieza romana del siglo II, titulada “Sarcófago de Orestes” y que se encontró en la iglesia de Husillos, Palencia.
Es un sarcófago muy similar a otro que hay en los Museos del Vaticano. Parece ser que la representación de la tragedia de Orestes, el hombre que venga a su padre, matando a su madre y al compañero de esta, tenía unas pautas reconocidas en la estatuaria griega que se prolongaba en la romana. El sarcófago de Husillos es particularmente perfecto en la armonía, expresividad, perfección de la talla, el movimiento de los personajes que sorprende por la originalidad en escorzos, por el ritmo con que se enlazan unos con otros. Aunque no supiéramos la historia de Orestes, los dos protagonistas centrales, Orestes y su amigo Pilades, dominando el conjunto, alzándose sobre un hombre, una mujer, tendidos muertos a sus pies, dicen violencia y el terror y el dolor provocados por esas muertes se percibe con claridad en su actitud y en la de todas las otras figuras.
La belleza de este sarcófago nos seduce por una armonía del conjunto, las figuras están en movimiento, cuentan un relato trágico. El alto relieve alcanza también calidad pictórica por el claroscuro que el cincel anónimo ha conseguido en su talla.
Picasso recibió el encargo de un cuadro que pintara los horrores de la guerra. Ocurrió Guernica y se sabe el resto.
El cuadro de Picasso sorprende, en primer lugar, por dos cosas: su tamaño y que no tiene color. Es blanco y negro. Es decir, se juega con el claroscuro y de una manera tan potente que nos atrapa aún más que si tuviera color. En cuanto a las dimensiones es exageradamente más largo que alto.
Cuando descubrí el sarcófago me vino una pregunta, similar a la que nos hacemos a veces, con una música, una melodía que nos recuerda algo. ¿Qué imagen me recordaba el sarcófago? Y sin dudarlo, me contesté a mí misma. Me recuerda al Guernica, a ese cuadro famoso.
He leído multitud de opiniones, de sugerencias, sobre cuales podrían haber sido las obras pictóricas que mostraran semejanzas con el Guernica
Apenas se ha sugerido que Picasso, en su voracidad fabulosa por captar todas las imágenes posibles, hubiera tenido en la escultura, más que en la pintura, el punto de partida para crear un cuadro cuya composición, tan gigantesca, sorprende con el mismo ritmo y enlace que tienen las figuras del sarcófago de Orestes. Blanco y negro y el formato también nos dicen semejanza.
Pero hay más, y yo pediría contemplar en paralelo las dos obras. En el cuadro la figura central, el caballo, esa cabeza terrible, es el Oretes del sarcófago, en un giro de la figura igual de violento Y su compañero, Pilades, es el Toro, la otra forma protagonista. Igualmente hay una figura tendida, muerta, en primer plano. En el sarcófago una mujer, tan potente su cabeza como la de la mujer que le sigue, extiende un brazo. En la pintura hay una mujer que adelanta un brazo con una bombilla, situada en el mismo lugar, también inolvidable.
Pero mucho más que similitudes concretas, veo el sarcófago como la inspiración absoluta para la composición del Guernica. La potente figuración del cuadro nos atrapa de una sola vez, entramos de lleno en ella, en su articulación, al igual que en la del sarcófago. Crimen de Orestes y guerra son iguales. Es la voz de la tragedia contada en imágenes. Picasso hizo muchísimos estudios para su obra. Es cierto también que hubo una larga etapa en la cual no hizo nada, o no encontraba la manera de cumplir el encargo, hecho antes del bombardeo de Guernica.
Y curiosamente surge la obra, por fin, con una celeridad inesperada. ¿Puedo imaginar que viera una reproducción del Sarcófago y esto inspirara la composición, lo más difícil en un cuadro tan grande? Personalmente lo creo así.
El sarcófago se encuentra en el Museo Arqueológico desde 1874. Pero mucho antes fue descubierto por el humanista Ambrosio de Morales, al cual encargó Felipe II, un estudio topográfico y de los tesoros artísticos del Reino. Su obra se titula “Antigüedades de las ciudades de España”.
Dice Morales que el sarcófago está “a un costado de la Iglesia, bajo un arco antiguo y liso”. No es de mi incumbencia contar aquí cómo se ha estudiado posteriormente, y con mucho interés, la influencia estilística del sarcófago en la escultura románica. Particularmente en los capiteles de la Catedral de Jaca.
Solo veo la realidad permanente de la creación artística “como un arco antiguo y liso “que enlaza artista con artista a lo largo del tiempo.
