Sus padres optaron por apuntarla a gimnasia. A ella le gustaba. Llegó a ser gimnasta de competición. Con el tiempo tuvo que dejarlo. No fue hasta los 21 cuando, a través de Juan (quien después se convertiría en su marido y entrenador), descubrió la que es su gran pasión. La segoviana Helena Herrero encontró en el triatlón una forma de vida. Hay quienes comienzan con el atletismo o la natación y luego pasan al triatlón. Ella dio el salto directamente. De hecho, nunca había practicado ninguno de estos deportes. Probó de manera aficionada. Empezó a conseguir resultados. Y se quedó en este mundo.
Lo que logró no es sencillo: abrió el camino del triatlón femenino en Segovia. “Tiene algo muy positivo, y es que las distancias son las mismas”, asegura. Es un deporte igualitario. Aunque la visibilidad que recibe en comparación con el masculino, no lo es.
Ha completado varios Ironman. Esto requiere un esfuerzo “enorme”. Sabe lo que es sentirse “completamente destrozada”, sin tener un ápice de fuerza. De ahí que el deporte le haya dado confianza y espíritu de superación.
“Me he vuelto una persona muy resiliente, con mucha capacidad de adaptación a todo tipo de situaciones”, afirma con orgullo. No concibe su vida sin el deporte. Le ha enseñado unos valores únicos. Trabaja como enfermera en urgencias. En algunas guardias ha de hacer frente a situaciones que le ponen al límite. Entonces confirma que se ha hecho muy resistente. Es de las que luchan hasta el final.
Desde que empezó la pandemia, trabaja unas 200 horas al mes. El resto del tiempo lo dedica a los entrenamientos. “Esa es mi vida”, bromea. Hay días que hace incluso tres sesiones de entreno. Antes se dedicaba en exclusiva al triatlón. Ahora no puede. Hay algo que no ha cambiado: la reunión semanal que hace con Juan en casa. Planifican la semana en base a sus guardias. Tiene que hacer un tetris para encajar las guardias con los entrenamientos. No pueden faltar “las sesiones clave”. Hace tiempo que no sabe lo que es tener una tarde de domingo libre.
En marzo de 2018 ganó un Campeonato de España. En abril fue al Ironman de Texas. A partir de ahí, todo cambió. Cuando dio comienzo la actual crisis sanitaria, estaba saliendo de una lesión “bastante larga”. Desde que se lesionó de la cadera en 2018, estuvo cerca de dos años “muy tocada”. No conseguía sacar el rendimiento que quería. Tuvo que retirarse de varias carreras. Llegó incluso a pensar que había llegado su final.
Su marido le ha acompañado durante todo este tiempo. Él es quien ha hecho posible que “todo encaje”. “Probablemente sea la triatleta de Castilla y León que tenga más éxitos deportivos a escala profesional”, sostiene.
Lleva 21 años compitiendo a alto nivel. A lo largo de este periodo ha ganado campeonatos muy especiales. Si tuviese que escoger uno, se quedaría con el primer Campeonato de España Absoluto con el que se hizo en 2006. Lo tenía “entre ceja y ceja”. Y lo logró. Además, esa temporada le dio el pasaporte para ser una de las habituales del equipo nacional.
Ahora solo piensa en su próximo reto. Se está preparando para el Ironman de Austria, que se llevará a cabo a mediados de septiembre. La experiencia juega a su favor. Pero “la edad en mi contra”, lamenta. Para ella esto no es un impedimento. Se siente joven y con energía. Prefiere no poner fecha a su retirada. Aún tiene carrera para rato.
