Doy por sentado que el lector conoce que Rafael Alberti (1902-1999) no es segoviano, sino gaditano de El Puerto de Santa María. Pero su libro no ha desentonar entre los comentados en esta sección porque tiene olor a esta tierra, no en vano se imprimió en los talleres de El Adelantado de Segovia. Lo hizo en 1925 tras ganar el Premio Nacional de Literatura de 1924-1925. Los pormenores de su edición los narran tanto el propio Alberti como José María Ruiz-Castillo Basala, hijo del editor José María-Ruiz Castillo, propietario de la prestigio Biblioteca Nueva, la colección en la que se publicó el libro. Coinciden en lo básico, pero con matices. El poeta dio su versión en sus memorias tituladas La Arboleda Perdida (utilizo la edición de Seix Barral de 1976: la primera se cifra en Buenos Aires en 1959). Allí cuenta que Ruiz-Castillo “mandaría a Segovia, a la famosa imprenta de El Adelantado (el veterano diario El Adelantado de Segovia), que trabajaba para él” el poemario. También, como se decía, da su explicación de los hechos el hijo del editor en su obra El apasionante mundo del libro (Agrupación Nacional del Comercio del Libro, Madrid, 1972), que en verdad es un libro y de lectura apasionante. La publicación de Marinero en tierra fue una excepción dentro de la línea editorial de Biblioteca Nueva, en la que no entraba la poesía. La amistad de Alberti con Manuel, hijo mayor del editor, pudo con las iniciales renuencias de este.
Buena parte de la colección de Biblioteca Nueva se imprimió en los talleres de El Adelantado de Segovia. El editor conocía al propietario del periódico, Rufino Cano de Rueda. Desde 1914, Ruiz-Castillo veraneaba en el Real Sitio de San Ildefonso. El 1919 compró la finca denominada La Huerta del Venado, en donde estuvo encerrado durante el reinado de Carlos III un ciervo de pelo totalmente blanco y muy fiero, capaz de llevarse por delante a dos de sus cuidadores. Como Ramón Gómez de la Serna visitaba asiduamente a los Ruiz-Castillo en la finca, contó la historia en su libro El secreto del Acueducto, que en la colección de Biblioteca Nueva también imprimió El Adelantado en una fecha cercana a 1922 (en la 1ª edición no consta el dato exacto de impresión). Se vendió al precio de 4 pesetas. Un año después, el mismo autor publicaría La Quinta de Palmyra, también en Biblioteca Nueva y con tipografía e impresión de El Adelantado. Este se vendió a 5 pesetas. La relación entre los Ruiz-Castillo y los Cano duró años, y por la imprenta pasaron textos nacionales e internacionales de gran relieve. Sus propietarios habían hecho una apuesta por la impresión como manera de ampliar negocio, una vez que Cano de Rueda consolidó la fuerza e influencia del periódico y absorbió en 1916 al Diario de Avisos de Gregorio Bernabé Pedrazuela, durante un año su socio (El Adelantado de Segovia, 31 de diciembre de 1903). Un ejemplo de esa apuesta se vio en el propio diario.
En 1920 la antigua máquina modelo Marinoni, en la que se tiraba el periódico, es reemplazada por otra modelo Centure (cojo la cita de Pablo Martín Cantalejo). El número de columnas impresas pasan de cinco a seis y el diario intercala la publicidad en medio de la información, y ya no al final del pliego de las cuatro páginas, lo que permite individualizar los impactos. Toda una novedad. Y muy rentable. El lunes 24 de febrero de 1930, un eufórico Cano de Rueda anuncia, en fin, desde la portada del periódico la llegada de “una rápida máquina que acaba de montar, en nuestros talleres, (una) reputada fábrica suiza”. Era la rotoplana Duplex, que duró hasta la entrada del offset en 1979. Una joya.
