Entre las catorce personas de España que participarán con pleno derecho en la XVI Asamblea del Sínodo de los obispos, que tendrá lugar en Roma del 3 al 29 de octubre de 2023, siete han sido nombradas directamente por el Papa Francisco, entre ellas dos personas laicas, es decir que no son obispos, curas, monjas o frailes: Cristina Inogés, mujer y teóloga y Enrique Alarcón García, persona con discapacidad y hasta la semana pasada Presidente General de la Fraternidad Cristiana de Personas con Discapacidad (Frater España) de la Acción Católica Especializada. Puede parecer un pequeño gesto, de los muchos e importantes que tiene este Papa, a mi me parece significativo y por ello una gran noticia.
La teóloga española Cristina Inogés tendrá derecho a voto, junto con otras cincuenta mujeres del mundo. Hasta ahora solo lo tenían los obispos participantes. Ella declaraba a la Revista Alfa y Omega: «Es muy alentador ver que el esfuerzo va cuajando y tomando forma. Me hace sentir muy esperanzada con la responsabilidad que vamos a tener compartiendo, reflexionando y haciendo un proceso de discernimiento muy fuerte», Combina su agradecimiento con la reivindicación. «Que haya mujeres me parece lo más normal. En este momento, de las personas activas en la Iglesia, las mujeres superaremos el 80 %. Cuando el Papa dice que la Iglesia es mujer no es una frase bonita, tiene toda la razón del mundo».
No es casual el nombramiento de Enrique Alarcón. Durante el proceso sinodal el papa Francisco quería escuchar, de primera mano, la voz de las personas con discapacidad en el mundo y para ello convocó a través del Dicasterio de Laicos, Familia y Vida del Vaticano una consulta especial para las personas con discapacidad. Después de meses de trabajo, un pequeño grupo de 5 personas con discapacidad, de varios países y continentes entre las que se encontraba Enrique, fueron convocadas a Roma para debatir y redactar el informe final, que entregaron el 22 de septiembre de 2022 en la Secretaría del Sínodo y al Santo Padre. Durante aquel periodo, ya manifestaron la importancia que suponía la visibilidad y la presencia de personas con discapacidad en la Asamblea del Sínodo.
“No podemos olvidar, dice Enrique Alarcón en la revista Vida Nueva digital, que las personas con discapacidad que somos alrededor de mil millones, representamos la mayor minoría humana de personas en el mundo. Como tampoco debemos obviar que una gran parte de estas personas y sus familias constituyen un colectivo de gran vulnerabilidad económica y social. La sanidad universal es una utopía para ellos. Desgraciadamente, las mujeres con discapacidad sufren doblemente, primero, por ser mujeres, y después, por tener discapacidad”.
“Resulta imprescindible, continúa, que la Iglesia abra sus puertas a las personas con discapacidad y escuche su voz tantas veces ignorada y silenciada. Que no sean solo consoladas por la Iglesia, sino «que se les conceda participar». Solo así, podemos comenzar a hablar de “Iglesia, casa común”, donde no solo es necesario derribar las barreras físicas que nos impiden entrar, también los muiros mentales que nos impiden participar. Y especialmente derrotar la estigmatización espiritualista que nos considera como seres inferiores. No somos objetos para el desarrollo de un pietismo caritativo y asistencialista. Esto negaría nuestra dignidad humana y el derecho fundamental que como bautizados nos corresponde: ser miembros activos de la comunidad cristiana llamados a evangelizar”.
Estas dos personas expresan su gratitud al Papa por este nombramiento, que les ha supuesto una gran emoción, sorprendidas por haber sido elegidas para participar en algo tan relevante en la vida de la Iglesia.
Lo dicho, una gran noticia. Estamos en proceso sinodal y caminamos juntos y juntas hacia una Iglesia sinodal. “Es fundamental entender, dice Felipe Bermúdez, la gradualidad (poco a poco) y la certeza y firmeza de los cambios que se están dando, de la mano de Francisco. “Miren, voy a hacer algo nuevo, ya está brotando ¿no lo notan? (Isaías 43, 19). El proceso es imparable. La fuerza del Espíritu mueve el proceso y no hay nada ni nadie que lo pare. Como las aguas del río, que sigue su curso inexorable hasta el océano”.
