Miguel Velasco
A medida que leia en nuestro periódico la deslumbrante idea de la alcaldesa Clara Luquero, inducida por la concejala de turismo Claudia de Santos respecto a la instalación de una estatua para honra y gloria del Maligno (el demonio) en el remate de las obras de la nueva pavimentación de la calle de San Juan, recreando asi el personaje de la leyenda del Acueducto (cuya puente la hizo el diablo en una noche,por estos contornos cuentan) en la que el Maligno trataba de secuestrar el alma de la infeliz muchacha (para llevarla al abismo) que todos los días tenia que acarrear el agua desde una fuente distante hasta su casa donde vivía con su tio, un canónigo sexualmente desaforado y díscolo. Pues bien, de esa lectura del acuerdo municipal, me surgieron inmediatamente dos impulsos: uno restregarme los ojos para ver si lo había interpretado bien; el otro, acudir enseguida al calendario para ver si se databa el “dia de los inocentes” por si se trataba de una gallinaza de ese tiempo. Ninguna de las dos cosas me hicieron ver de otra manera la noticia y confirmaba que se trataba de una deslumbrante idea de lo más granado del equipo de gobierno municipal. Ni me cabía ni me cabe en la cabeza semejante perogrullada, como si ambas no tuvieran en la sesera mejores iniciativas para honra y gloria de personajes segovianos en los campos de la cultura, de la historia, de las artes o de las letras que, frente a todo y con justificados méritos lo merecen más que el personaje de la leyenda de la construcción del Acueducto: el demonio. Recuerdo que hace más de 40 años con mi buen amigo y compañero José Maria Heredero realizamos una pelicula, un divertimento fílmico (en clave de humor), sobre la tradicional leyenda de la construcción del Acueducto por el demonio, película en la que no salía muy bien parado el Maligno. Por eso me parecía insensata ahora la descabellada iniciativa de las ediles para dedicarle nada menos que una estatua para su honra y gloria a ubicar nada menos tambien que junto al palacete del Marqués de Lozoya, que -dicho sea de paso y en mi opinión personal- recrea mayores méritos que el personaje malúrico de la leyenda. No me parecía .ni me parece- que tal iniciativa haya podido salir de dos cerebros pensantes y, además, cuenten con un sponsor que pondría los casi dos millones que costaría el engendro. Parece de tal magnitud la risión de la iniciativa que es de suponer que salgan al paso los grupos de la oposición municipal, la Academia de San Quirce ,la Iglesia, las Asociaciones del Recinto Amurallado o la ciudadanía en general que frene semejante simpleza.
Pero es que, además, se quiere justificar por la señora Luquero y la señora de Santos que tal estatua constituiría un reclamo turístico para hacerse fotos con el demonio y reconducir los flujos de visitantes por la muralla y el barrio de los Caballeros, aliviando así el tránsito por la calle Real y permitiendo de ese modo un deambular más cómodo por la calle Rea para los camiones de basuras que lo compaginan con las riadas de turistas que tienen que soportar diariamente semejantes situaciones tercermundistas. Han pensado seriamente en ¿ quien va a subir la calle de San Juan para ver allí sentado en madera y bronce al Maligno orientando en su silencio el paso turístico por otras áreas menos habituales? De verdad son esas las ideas que tienen para fortalecer la oferta turística en la ciudad? Miren las concejalas en su desazón cómo los turistas cuando rinden viaje en la Vía Roma para su visita a la ciudad, lo más perentorio para ellos -en vez de correr a ver al Maligno al final de San Juan- lo que quieren es encontrar unos evacuatorios públicos dignos donde poder evacuar sus necesidades en vez de cuatro árboles o incluso algunos arcos del puente más discretos donde realizarlo. Eso sí sería un buen servicio para que el turismo encontrara -además de otros encantos de una Ciudad Patrimonio de la Humanidad- un lugar higiénico donde reponerse de sus apremios. Y eso sí serían nos dineros bien gastados y una sponsorización más acorde con las necesidades reales de los turistas, que la peregrina idea de una estatua al Maligno que no deja de constituir una risión de quien tuvo esa genial iniciativa aplaudida por la insensatez y la carencia de niveles culturales aceptables que no dieran lugar a semejantes insensateces pueblerinas y testimonios de una ingenuidad supina. Me parece a mí.