A lo que te voy. De la despoblación, palabra a la que se podía aplicar el dicho tan castellano ‘una cosa es predicar, y otra dar trigo’ y quedaría de cine, traigo y expongo una historia con datos que a finales del XVIII hizo pública la Sociedad Económica Segoviana de Amigos del País.
Esta tiene una referencia concreta: la localidad de Villagonzalo (1). Allá por el lejano 1879, el alcalde y vecinos de la localidad remiten: la Sociedad escrito, cuyo encabezamiento reza: ‘Estado deplorable del lugar de Villagonzalo’, en el que concretan: ‘…si en 1781 había en esta localidad 30 vecinos útiles, que era su censo en ese año, nueve años después solo quedan cinco, y estos tan miserables, que apenas podían mantenerse de la gran fertilidad de tan dilatada campiña’.
Expuesto así el problema, sus peticiones fueron muy claras:
—Necesitamos seis yuntas de bueyes.
—Granos necesarios para la sementera y
—Nuestra manutención hasta la recolección de la cosecha.
Recibido el escrito, La Sociedad se dirige a los párrocos de los pueblos inmediatos al lugar, adjuntando el referido escrito-denuncia. Pidiendo, a su vez, información de todo lo denunciado.
La respuesta no tardó en llegar, si bien no fue todo lo amplia que necesario era. Los párrocos se limitaron a decir:
—El lugar de Villagonzalo se halla en el último estado de infelicidad y miseria.
—Su despoblación total está próxima.
—Su término de labranza es excelente y de una gran extensión. Pero…
Toda la labranza la cultivan los vecinos de la Fuente de Santa Cruz y Bernuy de Coca, por la ruina total de los de Villagonzalo. La referida ruina la ‘justificaban’:
—La muerte de algunos vecinos, cuyas casas se han cerrado y arruinado.
—La emigración de otros a los pueblos de la vecindad, debido a causa de débitos reales y demás cargas concejiles, del todo intolerables a sus fuerzas.
—La escasez de la cosecha de los tres últimos años, que fue sin duda la causa principal de su ruina.
‘Por ello, —concluyen los párrocos—, consideramos que el corto y miserable vecindario es digno de la mayor atención, con lo que se haría un gran beneficio a la Patria, cooperando en la restauración del pueblo’.
La Sociedad dirige escrito sobre el tema expuesto a los organismos de la Real Administración, a la vez que deja constancia de entregar una considerable cantidad de sus fondos, siempre que ‘la Administración también se implique’.
El jefe del departamento o similar, contesta: ‘Sepa que Su Majestad (Carlos III), se ha dignado perdonar a los vecinos que hay de ese lugar las contribuciones reales por espacio de doce años, esperando que determinen si lo quieren sobre arriendos, cultivo o labor de las heredades a los vecinos que hay, y nuevamente establezcan en aquel pueblo, por el tanto que pagan los forasteros, procurando, por cuantos medios hay, solicitar su repoblación’.
La Sociedad comisionó a dos de sus miembros para recabar ‘sobre el terreno’, mayor información con la finalidad de actuar. Y los compromisos de ambas partes, —Administración y Sociedad—, se cumplieron.
Ese es el camino, el de los hechos. Lo era ayer y lo es hoy.
Otros datos; otros tiempos
Villagonzalo, que se encuentra a 57 Km. de la capital, tenía en 1940, 252 habitantes. Setenta años después, su censo era de 87 y en 2019 de 66. En 79 años la población disminuyó en 186 personas.
Su término, anexionado a Coca (año 1969), tiene una extensión de 1.500 hectáreas. Conocidas son sus célebres lagunas (Valderruedas, Las Eras, La Iglesia y Fuente Miñor), que forman parte del LIC, ‘Lugar de Interés Comunitario’, denominado Lagunas de Coca y Olmedo. Sus aguas salitrosas (2), son ricas en sales minerales.
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(1)Entre 1247 y 1916 fue conocido el lugar como: ‘Villa Goncalo’, ‘Villa Goncalvo, ‘Villaconcalo’, Villagonzalo, Villa Gonzalo, Villagonzalo de Coca (‘Segovia y sus Mil Pueblos’ – Martín Mesa, Ed. Derviche, 2019).
(2)El Conde de Montarco de la Peña de Badija (Juan Francisco de los Heros y la Herrán), Gobernador del Consejo de Castilla, en su idea de construir un horno ‘volante’ en Coca a modo de ‘sucursal’ de la Real Fábrica de Vidrio de La Granja, visitó la zona de Las Lagunas de Villagonzalo en 1795, encontrando en las tierras salitrosas el ‘material’ necesario. Ocho años más tarde funcionaba la fábrica.
