Desde el siglo XV, la figura del artista-diseñador se había diluido en Segovia. No volvió a aparecer hasta las cuatro últimas décadas del siglo XX. De ahí que, aunque la contribución a la historia del esgrafiado de Daniel Zuloaga fue “pequeña”, esta sea significativa: confirmó las prestaciones de esta técnica y la necesidad de recuperar esa figura para “sacar a Segovia del bucle en el que estaba” aportando novedades. Es esta cuestión, la vinculación de Daniel Zuloaga con el esgrafiado en Segovia, la que este jueves abordó el director de la Fundación Caja Segovia, Rafael Ruiz, en su conferencia ‘Daniel Zuloaga y el esgrafiado en el contexto internacional del artista-diseñador’ en el Museo Zuloaga, enmarcada en el ciclo ‘Segovia Belle Époque. De Toulouse Lautrec a los Zuloaga’.

El esgrafiado ya se había asentado “con mucha fuerza” en Segovia a mediados del siglo XV pero, tras instalarse en la ciudad en 1893, Zuloaga descubrió la importancia de esta técnica, que a finales del XIX y las dos primeras décadas del XX se estaba “revitalizando”. “Se percató de que faltaban diseños novedosos”, de acuerdo con Ruiz, puesto que en el siglo XX se estaban reproduciendo aquellos que se hicieron cinco siglos antes, y “fue él quien dio el paso”. Lo cierto es que la huella de Zuloaga en el esgrafiado en Segovia supuso un “paréntesis extraordinario, pero no fue un punto de inflexión”, dado que su ejemplo no fue después imitado.

El programa de conferencias, que se desarrollará en el Museo Zuloaga y el Torreón de Lozoya hasta el próximo jueves 7 de abril, forma parte de las actividades conmemorativas del centenario de la muerte del ceramista. El jueves 24 de marzo, el director general de El Adelantado, Ángel González Pieras, impartirá la conferencia ‘Los Zuloaga y los toros’ en el Museo Zuloaga (Iglesia de San Juan de los Caballeros).

Una impronta reducida

La relación de Daniel Zuloaga con esta técnica pasa por “muy pocas realizaciones”. El ceramista dejó un buen trabajo en el diseño de la Casa de los Moreno, enfrente de la iglesia del Corpus Christi, donde trasladó el “estilo de moda” que surgió en 1900: el neoplateresco salmantino.

La producción de Zuloaga iba en paralelo con experiencias que se estaban desarrollando en Europa durante el siglo XIX. Hasta entonces había sido considerada, con excepción del Renacimiento, una actividad artesanal pero, a partir del siglo XIX, diversos artistas europeos comenzaron a diseñar esgrafiados y a convertirlo en un medio de expresión más, aparte de la pintura mural o del grabado. “Esta forma de expresión tiene un gran influjo sobre la población, puesto que utiliza como soporte la fachada”, explicó Ruiz.

Así, durante el siglo XIX, el esgrafiado se adaptó a muchos de los estilos estéticos de la época, pero también había una corriente que tenía algo de “combativo, de implicación con la sociedad, de estar presente en los movimientos liberales”, según el director de la Fundación Caja Segovia. Daniel Zuloaga enlazó con todo ello y utilizó en sus esgrafiados elementos procedentes del plateresco salmantino.

Junto con el herrero Ángel Pulido, trabajó en el altar del Cristo de la Agonía en la Catedral de Segovia, lo que “es posible que después tuviera continuidad en otras fachadas, en algunas de las cuales intervino Pulido”, relató Ruiz, como sucede en la calle Cervantes número 17, en la que los relieves hechos en metal se reprodujeron en el esgrafiado, dando una unidad estilística a la fachada que no había desde el siglo XVII.