Llegó a mis manos una cinta de un programa de TV3, donde el protagonista, Juan Carlos Unzué, que fue portero y entrenador de futbol, está afectado de ELA.
Comienza la cinta con la entrada de Unzué en un aula de un Instituto de Barcelona, donde los alumnos no eran futboleros, salvo escasas excepciones. Les advirtió que les daría una clase de física ante la perplejidad de todos. Después de haber conseguido su atención, la clase se convirtió en una lección de vida y una sacudida de realidad.
Los estudiantes fueron prudentes y él mismo fue quien afrontó los aspectos más duros
Unzué les explico que sufre ELA, enfermedad desconocida y les invitó a preguntar lo que quisieran. Los estudiantes fueron prudentes y él mismo fue quien afrontó los aspectos más duros: su esperanza de vida, el pronóstico de la enfermedad y la actitud con la que ha decidido afrontar estas circunstancias. Supo tocar cuestiones más existencialistas sobre el tiempo, la tendencia al caos, cómo afrontar la realidad, el orden de prioridades en la vida y la voluntad de luchar por aquello en lo que sueñas, importando el mantener una actitud proactiva de plena conciencia con el presente y el deber de la responsabilidad sobre uno mismo.
“Soy conocedor de lo que me viene, y en lugar de pensar qué no puedo hacer, trato de disfrutar de lo que puedo hacer. Las cosas simples las voy a dejar de hacer porque mañana, en un mes o tres deberé aprender a dejarme ayudar”. Unzué les dejo asombrados, y sobre las mascarillas solo se veían ojos pendientes de él. “He vivido de mi pasión y me siento un privilegiado de la vida que he tenido”. Aceptar la ELA es la palabra clave. Hace años el remitente de la cinta me lo había presentado en el Camp Nou.
