Harta como está Segovia de arquitectura románica, gótica y de ese XVI tan particular a caballo entre el último gótico hispano y las referencias del Renacimiento, adolece sin embargo de edificios singulares de arquitectura contemporánea. Lo moderno recaló con un feísmo espantoso, que ni siquiera llegaba a la categoría de art brut de provincias. Quien dude de mis palabras no tiene más que darse una vuelta por la Plaza de los Espejos o situarse en la portada occidental de Santa Eulalia y alzar los ojos.
Solo los edificios de José Ignacio Linazasoro y Ricardo Sánchez —sede de la UVa en Valladolid— y del estudio de Jerónimo Junquera —Biblioteca Pública de Segovia— suponen una isla en un entorno en donde domina la ciudad medieval y las construcciones sociales de los años del desarrollismo español. Son los mencionados, edificios públicos, de cuidadas líneas y grandes ágoras, como corresponde a su destino. Y grandes: muy del gusto de una época en proyectos que corren a cuenta del erario público.
Son los mencionados, edificios públicos, de cuidadas líneas y grandes ágoras, como corresponde a su destino
La propuesta de David Olmos es distinta, aun bebiendo en sus formas de la modernidad —de la buena modernidad, que ya se ha visto que no se puede decir eso siempre—. Su obra está destinada a vivienda particular, y se levanta en el barrio de El Sotillo, en La Lastrilla. Es una pieza pequeña que se construye en un parcela pequeña, poco más de 530 metros cuadrados de superficie. La vivienda se distribuye en dos plantas. Se resuelve la construcción en volúmenes puros en los que predomina el contraste entre elementos opacos y transparentes. Está resuelta con un cuerpo en planta baja con forma de cruz y otro rectangular en planta alta apoyado sobre el anterior, con distintos destinos habitacionales.
La obra, y en especial ese gusto por lo cúbico y el juego de líneas entre lo opaco y lo transparente, recuerda a autores como Le Corbusier, Mies Van der Rohe, Josep Lluis Sert o García Mercadal. Pero a quien esto escribe le suena más cercana del gran arquitecto gallego Alejandro de la Sota, y en especial su espectacular edificio para el Gobierno Civil de Tarragona y la no menos reseñable Casa Guzmán —en sus líneas y en su composición—, de la que ya solo queda el recuerdo, al ser sustituida, desgraciadamente, por un amplio chalé de estilo gran bulevard, sin personalidad ni encanto.
Ayer David Olmos sirvió de anfitrión a los estudiantes del Instituto de Empresa que visitaron la edificación. Eran alumnos del segundo curso, en una iniciativa conjunta con el Centro de Creatividad del Instituto del IE, con su coordinador, Juan Carlos Redondo, y el profesor Matan Mayer. Los alumnos recorrieron el exterior y el interior; tuvieron la oportunidad de apreciar cómo se coordinaba el cerramiento —de dentro a afuera— mediante una colocación trasdosada de placas de yeso laminado y ladrillo con un sistema Sate de aislamiento térmico, concluyéndose el paramento exterior con un revoco tradicional a base de mortero de cal beige, una solución muy presente en las construcciones segovianas y utilizada en especial en nuestro característico esgrafiado. Lo moderno y lo tradicional dirigido al disfrute.
