Hay cosas en la vida que son complicadas de explicar. Cómo un individuo que difícilmente llegaría a los niveles de normalidad en un test de inteligencia ha podido presidir el país más poderoso del mundo, con capacidad para hacer y deshacer sobre las vidas de miles de millones de personas, sólo se entiende si se toma en consideración que la maquinaria electoral estadounidense se engrasa fundamentalmente con dólares, y que una cantidad suficiente puede conseguir hacer presidente casi a cualquiera.
La calamitosa gestión del presidente George W. Bush, reconocida unánimemente como una de las peores de toda la historia de su país, ha servido a David Mamet, con la mirada crítica, acerada, que le caracteriza, para construir “Noviembre”, una reflexión, en clave de comedia, sobre el poder y la corrupción, pero una comedia de esas que congelan la sonrisa a poco que uno piense en aquello de lo que se está riendo,
Evidentemente, las acusaciones de abuso de poder, tráfico de influencias y descarado cobro en metálico de favores que aparecen en la obra no se pueden atribuir a la anterior Administración estadounidense, por lo menos que se sepa, pero el personaje trazado por Mamet, compuesto sobre el escenario por Santiago Ramos, reproduce incluso algunos de los gestos y tics de un presidente que pasará a la historia, además de por la guerra de Irak, por haber estado a punto de morir asfixiado por un trozo de galleta.
En una escenografía que reproduce con todo lujo de detalles el Despacho Oval, el lugar en el que se concentra más poder por centímetro cuadrado del mundo, un presidente acabado, con los niveles de popularidad más bajos de la historia, abandonado por el partido y con nulas posibilidades de ser reelegido para un segundo mandato, busca vías para irse de la Casa Blanca con el riñón bien cubierto, además de una biblioteca que perpetúe su nombre y satisfaga su vanidad y la de su esposa.
La Asociación Nacional del Pavo y los Derivados del Pavo, que lleva pagando religiosamente año tras año al presidente para que indulte a un animal en las vísperas del día de Acción de Gracias, le da una idea ‘brillante’: si en vez de la calderilla que habitualmente consigue por indultar, amenaza a los productores de pavo con trucar la historia de los padres fundadores, con documentos convenientemente falsificados, para conseguir que todo el país cambie el pavo por el cerdo… podría obtener de ellos dinero suficiente para relanzar su campaña por la reelección.
Guiado por un asesor igual de corrupto que él, pero mucho más inteligente y por lo tanto más peligroso, y una escritora de discursos que, pese a servir con sus palabras intereses muy cuestionables aporta las mínimas dosis de pureza que se encuentran en la obra, el presidente se crece y, sin cortarse un pelo en mostrar por el camino su xenofobia, su machismo, su racismo y su homofobia, entre otras lindezas, consigue volver con opciones a la carrera presidencial.
Además de sobre el texto de David Mamet, buena parte del peso de “Noviembre” recae sobre el personaje que consigue trazar un Santiago Ramos que transita por los límites del histrionismo, aunque sin llegar a caer en él, y que está bien secundado por todos los secundarios, fundamentalmente por Cipriano Lodosa y Ana Labordeta.