El policía ahora jubilado, Pedro Mielgo, y su esposa, quienes presenciaron el asesinato de Isabel Carrasco, confirmaron ayer que la autora confesa del crimen, Montserrat González, se arrodilló sobre la víctima tras el primer disparo y, acto seguido, la remató en la cabeza de otros tres, casi a cañón tocante.
El entonces agente fuera de servicio explicó durante la vista judicial que momentos antes del crimen se cruzó en la pasarela sobre el río Bernesga con la víctima, una mujer rubia, a quien él no reconoció, aunque su mujer, con quien iba en ese momento, le comentó que se trataba de alguna política porque la había visto en alguna ocasión en televisión.
A pocos metros de ella, iba una segunda mujer, según precisó Mielgo, “demasiado pegado a ella”, a quien el matrimonio identificó inicialmente como su escolta. En ese momento, el policía se quedó de espaldas a ambas mujeres y fue entonces cuando escuchó “un ruido, como un petardo” que le hizo darse la vuelta. “La señora rubia se estaba como cayendo hacia adelante, como si estuviese rígida, hasta que se cayó del todo”.
El policía aseguró también que cuando la víctima estaba en el suelo, la otra mujer, a quien identificó como Montserrat, se agachó con la pistola sobre el cuerpo y le volvió a disparar, “a unos cuatro o cinco centímetros”, efectuando tres disparos más. En ese momento, agregó el testigo, Montserrat se levantó, se tapó con el pañuelo, cogió la pistola en la mano y se metió la mano en el bolso, empuñando el revólver, del que se veía la culata. “Iba tranquila”, apostilló.
Más explícita en su testimonio fue la mujer de Mielgo, Elena Morandeira, presente en el momento de los disparos, pero no durante el seguimiento. El primer disparo sólo lo escuchó, pero vio los otros tres, uno de ellos fallido, según explicó la testigo.
Después de escuchar el primer disparo, Morandeira agregó que vio a Montserrat ponerse a la altura de la cabeza de la víctima y doblar las rodillas sobre ella. “Vimos que empuñaba algo, una cosa plateada y le pegó tres tiros. Del último tiro salió humo y a la persona que estaba en el suelo le rebotó la cabeza hacia atrás”.
Fue a partir de ese momento cuando su marido comenzó a seguir a la asesina confesa Montserrat González, a la que, según precisó, en momento alguno vio arrojar el bolso con el arma homicida en un garaje, ubicado en la calle Lucas de Tuy, contrariamente a lo sostenido por la propia acusada.
Dos agentes de Policía Local, que fueron los primeros en localizar a Montserrat González y a su hija Triana Martínez tras el crimen de Isabel Carrasco, relataron cómo fue el momento en el que dos testigos presenciales del crimen les alertaron quién era la persona que había efectuado los disparos sobre la pasarela del río Bernesga al grito de “¡asesina, asesina!” y “¡es ésta, es ésta!”, al mismo tiempo que señalaban el vehículo en el que se encontraba Montserrat.
Cuando los agentes se acercaron al vehículo para detener a Montserrat, la acusada se opuso rotundamente al grito de “yo no, yo no”, relataron los policías.
