Al menos 88 personas murieron y 65 resultaron heridas a causa del atentado suicida perpetrado ayer en un recinto en el que se estaba jugando un partido de voleibol en una aldea próxima a la localidad de Lakki Marwat (noroeste de Pakistán), una zona fuera de las áreas tribales, pero fronterizo con Waziristán del Norte y del Sur, donde los talibanes tienen sus principales feudos.
El jefe de la Policía local, Ayub Jan, indicó que el autor del siniestro accedió al terreno de juego al volante de un todoterreno y se inmoló con explosivos. El agente añadió que, al parecer, un segundo vehículo huyó del lugar. «Creemos que puede ser utilizado para perpetrar un ataque en otro sitio», explicó.
El objetivo fueron unos hombres jóvenes que jugaban al voleibol ante la presencia de numerosos espectadores (incluidos ancianos y niños). Aunque los ataques en eventos deportivos son muy inusuales, los milicianos han comenzado a atentar en zonas muy concurridas, como mercados, para causar el mayor número de víctimas y generar pánico.
Además, los milicianos talibanes, vinculados a Al Qaeda, controlan varios enclaves en la zona y, según fuentes oficiales, los habitantes de Shah Hassanjel están en contra de esos radicales, por lo que habían formado un grupo armado contra los violentos, un fenómeno que comenzó en Pakistán el año pasado.
Tanto el presidente, Asif Alí Zardari, como el primer ministro, Yusuf Raza Gilani, condenaron firmemente en sendos comunicados el atentado de Lakki Marwat, según la agencia de noticias paquistaní APP. Ambos subrayaron que «actos violentos como éste no pueden debilitar la determinación del Gobierno de luchar contra la amenaza del terrorismo hasta su total eliminación».
dura ofensiva. El Ejército paquistaní lleva a cabo actualmente una ofensiva contra la insurgencia en Waziristán del Sur, vecina del lugar donde tuvo lugar ayer la masacre y difunde a diario un parte militar sobre sus avances y las víctimas que se registran durante la operación, aunque también libra combates puntuales en otros distritos nororientales.
El mando militar considera que las tropas ya «han limpiado» casi completamente de talibanes la región, pero los analistas estiman que la cúpula de la insurgencia y muchos de los combatientes de base se han refugiado en distritos tribales cercanos.
En la limítrofe Waziristán del Norte, donde no han entrado las tropas, buscan refugio miembros de la red terrorista Al Qaeda e insurgentes comandados por un líder talibán, Hafiz Gul Bahadur, que centra sus esfuerzos en la lucha contra las fuerzas extranjeras desplegadas en Afganistán.
El mando militar paquistaní llegó a un pacto de no agresión con Bahadur, así como con otros cabecillas insurgentes que no atentan en el país para facilitar su operación militar en Waziristán del Sur.
La prensa especula además con que el ex muyahidín Jalaludín Haqqani, cuya red integrista lleva a cabo frecuentes ataques contra las fuerzas extranjeras en el este de Afganistán, se halla en Waziristán del Norte.
Esta región tribal colinda con la provincia afgana de Khost, donde hace dos días un suicida vestido con el uniforme del Ejército de Kabul se hizo estallar en una base de EEUU y acabó con la vida de siete empleados de la CIA.
Los servicios secretos estadounidenses operan frecuentes ataques de aviones espía contra objetivos insurgentes en las zonas tribales paquistaníes: en las últimas 24 horas, dos ataques con misiles han acabado con la vida de al menos cinco personas en Waziristán del Norte.
Los talibanes ya advirtieron de que responderían con atentados a las acciones militares y, en los últimos tres meses, Pakistán está siendo escenario de una ola de violencia que se ha cobrado la vida de unas 700 personas, la mayoría de ellas civiles.
El último gran ataque tuvo lugar el día 28 de diciembre en la ciudad sureña de Karachi, en este caso contra una procesión chiita que celebraba la festividad sagrada de Ashura, y acabó con la vida de más de 40 personas.
