Vicente Del Bosque quiere que sus jugadores lleguen a la gran final de mañana ante Brasil con «ilusión de niño chico», pero el sueño de definir un título ante el pentacampeón mundial en Maracaná bien podría convertirse también en infierno.
Algo está ya bien claro de cara a la gran final de la Copa Confederaciones: los aficionados temen a los vigentes campeones del mundo y de Europa, de ahí que los abuchearan constantemente en sus victorias sobre Uruguay, Tahití, Nigeria y -por penaltis- Italia.
Esa presión cayendo desde las gradas se multiplicará en el estadio de Maracaná, pero en la selección española prefieren analizar el fenómeno de otra manera. Son conscientes de que el espectador ‘carioca’ sabe mucho de fútbol, y por eso cambian la palabra «temor» por otras más positivas como «respeto» o «admiración».
Es la teoría de Vicente del Bosque. «Se dice que sobre el terreno de juego hemos tenido un poco de contestación», explicó el entrenador. «Pero yo no lo he visto así. Nos hemos cruzado con mucha gente en la calle y siento que nos tienen un poco de admiración».
Es, también, la perspectiva de Andrés Iniesta: «No creo que sea temor, pero sí un poco de respeto a una selección que ha hecho muy bien las cosas», precisó.
La ‘torcida’ brasileña es conocida por su pasión, aunque lo que sucede en los estadios a nivel de selecciones es mucho menos extremo que cuando los enfrentamientos son de clubes. Pero Brasil no gana un gran torneo en casa desde la Copa América de 1989, y la definición de la Confederaciones ante España pretende ser un pequeño ensayo general de cara a la gran meta: exorcizar el 13 de julio de 2014, en la final del Mundial, 64 años de trauma histórico por el ‘Maracanazo’ de 1950.
Así, en la tarde de mañana habrá mucho en juego en el nuevo coliseo de Río de Janeiro, que ya no alberga los 200.000 espectadores de mediados del siglo pasado, sino poco más de 70.000 que serán suficientes para presionar al combinado nacional, que no se enfrenta a Brasil en choque oficial desde la polémica derrota en la Copa del Mundo que se celebró en México 86, y que antes de entrar al ‘infierno’ del verde podría encontrarse con otro fuera.
Las manifestaciones contra los millonarios gastos del Gobierno para el campeonato del próximo año, contra la corrupción y en favor de más inversiones en servicios públicos esenciales podrían alcanzar un nuevo clímax en el día de la gran final, y convertir en una zona violenta el área vecina al estadio de fútbol más famoso del planeta. Ya sucedió en Río el día que jugaron España y Tahití, y también en la semifinal entre brasileños y uruguayos en Belo Horizonte.
El estado físico
La ‘roja’ tiene una tercer problema que podría contribuir a una cita infernal, y es el de su estado físico. Con medio partido más que los brasileños y un día menos de descanso tras haber jugado bajo condiciones mucho más extremas que las de Belo Horizonte, la pregunta es cómo harán los de Del Bosque para llegar en condiciones. Y ahí, otra vez, entra a jugar el ‘niño pequeño’ que el seleccionador quiere que sus hombres lleven dentro.
«Esa ilusión de los niños es estupenda para nosotros, espero que eso sirva hasta para refrescarnos físicamente», destacó el salmantino, que no ve razón para quejarse por el hecho de que la ‘verdeamarela’ tenga un día más de descanso.
«El año pasado salimos beneficiados en la Eurocopa, Italia tuvo un día menos. En esta ocasión nos ha salido así el sorteo, me parece que no es de deportistas ponerlo como excusa», apostilló.
¿Queda gasolina?, le preguntaron a Iniesta. La estrella del Barcelona sonrió. «Sí que queda. Vinimos a por este torneo y nos quedan 90 minutos. Es una final y sacaremos fuerzas de dónde haya». Pues a por ella.
