En el lugar menos esperado te puedes encontrar una entrada a un mundo desconocido, quizá sorprendente, y hasta puede que milagroso. En un estrecho callejón que sale desde la Plaza de San Esteban existe una solitaria puerta por la que se accede a un lugar de los que ya no abundan, un lugar destinado a la solidaridad, a la ayuda al prójimo. La casa segoviana de los Hermanos Franciscanos de la Cruz Blanca, inaugurada hace 27 años, es, a simple vista, una residencia de discapacitados. Dentro de la Casa Familiar Virgen de la Encarnación cuatro cuidadoras, dos cocineras, dos personas de limpieza, una coordinadora, Vanesa Hernández, y dos hermanos de la congregación, intentan día a día dar el mejor trato posible a los 21 discapacitados psíquicos que viven en el recién restaurado edificio de la calle María Zambrano.
“Durante el día los chicos tienen talleres, colaboran con las labores de la casa, realizan un montón de actividades y exponen los trabajos que hacen. Al principio sólo se cuidaba a los enfermos, era un centro sólo asistencial y entraban las personas que por sus problemas no encajaban en otro sitio, pero ahora se intenta que sólo sean pacientes con problemas de discapacidad psíquica moderada”, comentó la coordinadora de la residencia. “Para que vengan más asistidos hay que solicitar la plaza a la Junta, ahora tenemos 21 plazas en la residencia. Además los que llegan nuevos tienen un periodo de prueba para comprobar si se adaptan al clima, aunque generalmente los demás les acogen bien”, afirmó Vanesa Hernández. Sin embargo los cuidados de los residentes los gestionan voluntarios, cerca de cincuenta se turnan para acudir en distintos momentos de la semana a la casa de los Hermanos de la Cruz Blanca.
El centro depende de la Junta de Castilla y León, que es quién decide las plazas que les conceden y quién dicta las normas pertinentes sobre si al residencia está o no preparada para albergar pacientes, por ello “en octubre, para adaptarnos a la normativa de la Junta, tuvimos que restaurar el edificio. Recientemente nos han concedido la licencia para que también sea un Centro de Día con diez plazas, aunque actualmente sólo están ocupadas tres de ellas”, añadió Hernández. “La cuota mensual para los que viven en la residencia es de 1300 euros, aunque pagan el 80 por ciento; y los que están en el Centro de Día pagan 500 euros. Nunca hemos tenido problemas de dinero porque hay mucha gente que aporta un poco, el Ayuntamiento también nos ayuda y la Junta pone el dinero que falta para que se mantengan las plazas”.
Los Hermanos de la Cruz Blanca es una congregación que nació en 1975 y que hoy día posee unos 35 centros distribuidos por España -29-, Marruecos -1- y América Latina-5-. El fundador de la organización, el Hermano Isidoro Lezcano, inició su labor durante los años sesenta en las ciudades de Tánger y Ceuta. No todas las sedes se dedican a albergar personas con problemas mentales, también atienden toxicómanos, inmigrantes, ancianos o discapacitados físicos, se decide en función de las necesidades del lugar en el que hayan situado el centro.
Juan Lobo es uno de los muchos voluntarios que se acerca asiduamente al centro a ayudar como pueda desde hace más de 25 años. “Tratamos de colaborar como podemos, estamos muy contentos y orgullosos de poder ayudar a los chicos», comentó el veterano voluntario, quien añadió que su aventura solidaria comenzó cuando aún era constructor y “empecé a venir aquí después de trabajar. Venía a darles de comer y cenar”. Aseguró que lo que le hacía volver cada día eran «los niños, es lo que me atrae, esto es una familia.
María Teresa Salvador es otra de las voluntarias que también lleva muchos años ayudando, “al principio acostábamos a los niños, ahora con las ayudas de la Junta ha mejorado la situación mucho, antes había mucho trabajo”.
En el centro también se encuentra gente en periodo de prácticas que viene de alguno de los cursos de cuidadores que ofrece el Ayuntamiento de Segovia. Una de esas personas es María del Carmen Villar, quién afirmó que en un principio “crees que no vas a ser capaz pero luego, cuando llevas un tiempo, no te quieres marchar, dentro de poco se me acaban las prácticas y no me quiero ir. La relación es buenísima, les coges cariño a todos los chicos, son todos muy cariñosos”.
Y es que a veces ayudar a la gente no cuesta tanto.
