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Un imán llamado Virgen del Bustar

por Redacción
27 de mayo de 2012
en Provincia de Segovia
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“Esto hay que vivirlo, no se puede contar”. Jesús Alberto de Castro decía no tener palabras para expresar lo que sentía. Pero sí sabía que, dentro de un tiempo, recordará 2012 como el año en el que fue elegido ‘comisario’ de la Virgen del Bustar. Él, nacido en Fuentepelayo, nunca imaginó que ocuparía tal cargo. Pero le eligieron para tener una responsabilidad de la que ayer se sentía muy orgulloso. Los otros tres comisarios (José María Hernández, Luis Salinas y Ernesto Camacho) estaban igualmente ufanos. Para cualquier hijo de Carbonero el Mayor es un honor desempeñar ese cargo. Los mayores aconsejan “vivirlo intensamente y disfrutarlo”. Y el cuarteto estaba dispuesto a cumplir esa norma.

La Virgen del Bustar es, lógicamente, el pilar de la fiesta. Pero la romería va mucho más allá. Trasciende de lo religioso. No todos los que allí acuden lo hacen por fe. “Yo no soy muy religioso ni tengo devoción, pero esta fiesta es muy grande —confiesa Ernesto Camacho—; gracias a esta romería se mantiene viva la tradición de venir a la ermita y juntarse aquí con la familia o los amigos”. Además de quienes dan primacía al componente lúdico sobre el espiritual, la romería tiene otra vertiente relevante. Es una ocasión perfecta para reafirmar la identidad colectiva de Carbonero el Mayor. Este hecho se demuestra con la frase que aparecía impresa en las camisetas que portaban ayer algunos de los romeros. “Yo no elegí ser de Carbonero, simplemente tuve suerte”. Toda una declaración de intenciones de amor a la patria chica.

La Virgen del Bustar congrega a todas las gentes de Carbonero, sin excepción. A devotos y a ateos. A jóvenes con ganas de juerga y a adultos incrédulos que ven en la romería la ocasión de reunirse con sus amistades. Todos juntos, en la ermita, convertida en un hervidero de almas. Ahí se palpa el corazón de Carbonero el Mayor.

Las ceremonias religiosas y los ritos a ellas asociados se oficiaron como manda la costumbre, sin apenas novedades. Por la mañana, eucaristía. Por la tarde, rosario y procesión, multitudinaria.

Entre medias, las dependencias anejas al templo estuvieron animadísimas. Esa es precisamente una de las características peculiares de la romería de la Virgen del Bustar. Los comisarios tienen derecho a una dependencia en el santuario. Y otro tanto ocurre con los mayordomos —los que fueron comisarios el año pasado— y priostes —quienes ejercieron ese cargo hace dos años—. La corporación también cuenta con dependencia. Todos comen allí, cada uno con su grupo, en ambiente de buena armonía, divertido.

La explanada también estuvo animada. El soleado día invitaba a ello. Muchas familias y grupos de amigos decidieron ir allí a comer.

A las 17,30 horas, puntualmente, dio comienzo el rosario. Luego, el canto de la salve. Y, por fin, la esperada procesión. Sonó la ‘Marcha Real’ y la patrona de Carbonero el Mayor salió en su carroza, instante en el que el público congregado arrancó a aplaudir. Había llegado el momento de bailar, y así se estuvo durante cerca de tres horas. Este año, como novedad, el acompañamiento musical fue únicamente de dulzainas y tamboriles. La Escuela de Dulzaina de Carbonero el Mayor y el grupo La Charanzaina se encargaron de llevar el ritmo de la procesión. Se interpretaban jotas. Y también la ‘contradanza’, típica de Carbonero el Mayor. Una pieza, y luego otra, y otra… Todo el mundo estaba dispuesto a brincar, hasta el agotamiento.

La imagen de la Virgen del Bustar, que estrenaba velo —un regalo de una vecina del pueblo, Ana Santos— veía la escena. A sus pies, en la carroza, se colocaban niños, en la creencia de que la patrona les protege. Delante, entre las dos larguísimas hileras de danzantes, los comisarios intentaban que se mantuviera el orden.

Se montaron ‘castillos humanos’, otra de las singularidades de la romería de la Virgen del Bustar. Hubo de ágiles mozos. También de niños, ayudados por sus padres. Y así, entre música de dulzaina, bailes y ‘castillos’, la patrona de Carbonero el Mayor fue avanzando metros, hasta alcanzar la entrada del templo cuando el reloj enfilaba ya hacia las 22,00 horas.

No podía faltar la subasta del pendón, que da derecho a quien lo remata a sacarlo en las fiestas de septiembre. A pesar de la crisis se cotizó alto. A 2.000 euros. También hubo otras subastas, de corderos, cochinillos… Es lo habitual.

Anochecía. Como cada sábado anterior a Domingo de Pentecostés, en torno a la Virgen del Bustar se habían congregado todos los hijos de Carbonero el Mayor. Su poderosísimo imán había vuelto a funcionar. Ya solo quedaba regresar al pueblo, donde el Ayuntamiento había contratado una orquesta, en el que habría de ser el último capítulo de la romería 2012.

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