Ivan Zenaty es un gran violinista checo que nos ha visitado en varias ocasiones, esta vez, con el buen acompañamiento de la Camerata de Moravia nos ofreció un excelente concierto.
El programa rendía culto en su primera obra a la escrita por el maestro Rodrigo, sus siete canciones valencianas, obra casi final de su legado, música de recuerdos de su niñez y en la que vuelca toda la memoria de su infancia y juventud ligadas al terruño.
La parte central del concierto se componía de dos obras importantes, una de Schubert, la trascripción para violín y orquesta de la fantasía para violín y piano en do mayor; escrita el año anterior a su muerte, se ve alejada del romanticismo juvenil que rebosa la fantasía para piano «Wanderer», ésta rebosa serenidad y música amable en la superficie, en el fondo es intencionadamente distinta, música densa que requiere de gran virtuosismo del solista, al que brinda oportunidades de lucirse con un vibrato, siempre cambiante, y con todos los efectos de la técnica a disposición de la cuerda. Ivan Zenaty salió muy bien del trance dejando una versión excelente y regodeándose en la suerte.La otra obra, los cinco preludios para violín y orquesta de cuerda de Shostakovich es una obra que deja sentir lo mejor de la esencia del autor, una escritura sinfónica, aunque se trate sólo de una orquesta de cuerda, y un virtuosismo en el instrumento solista de corte totalmente moderno. Parece mentira que en tan poco espacio como el que separa el puente y el diapasón se puedan encontrar tantos sonidos de las cuatro cuerdas, tantos matices y tantos efectos. Ivan Zenaty lo superó todo con creces y aprovechó la ocasión para lucirse una vez más. La orquesta de cuerda de Moravia estuvo a gran altura, tocando en total sintonía con el solista.
El concierto de Paganini que cerró el programa es otra cosa, técnicamente muy difícil, lleno de pruebas casi insuperables para el solista, una antología de efectos a cual más complicado, eso si, pero falto de una musicalidad y sensibilidad que ya tenían sus contemporáneos románticos situados en otra onda muy lejana de la artificialidad del fuego de artificio que supone la música de Paganini. Ivan Zenaty, con todo y con esto, estuvo muy bien en su papel.
Ante el éxito de aplausos del público tanto solista como la Camerata de Moravia nos ofrecieron dos tiempos de las Cuatro Estaciones de Vivaldi, una ocasión más para disfrutar de la música del «prette rosso» y de este barroco italiano más dramático y rico en contrastes que sus contemporáneos.
