Sus 71 años de edad le han permitido pasar por todos los estamentos de la empresa: desde aprendiz hasta responsable máximo, posición en la que ha alcalzado el momento de la jubilación. Aún así continúa visitando con frecuencia su empresa, industrias cárnicas Urbano de Frutos, con sede en Madrid (www.icuf.es). Pero lo hace a modo de entretenimiento, porque si de algo está seguro Urbano es de ha dejado su empresa en buenas manos. Sus hijos son quienes se han hecho cargo de la sociedad. Y con satisfacción comprueba que sigue creciendo a pesar de la crisis. Tal es así que está a punto de ser clasificada como de ‘gran empresa’.
Industrias Cárnicas Urbano de Frutos tiene casi 20 empleados, factura seis millones de euros y maneja cada semana unos 40.000 kilogramos de carne. Su especialidad es el vacuno, aunque también comercializa cordero lechal. Tiene su centro de operaciones en Mercamadrid, la mayor plataforma de distribución alimentaria. Sus instalaciones se extienden en un espacio de 1.100 metros cuadrados repartidos en tres plantas. En ellas ofrece las mejores condiciones de seguridad alimentaria, certificadas por rigurosos controles de calidad. En este espacio cuenta con siete cámaras frigoríficas, una sala de despiece, una tienda de venta al público profesional, y las correspondientes oficinas en el piso superior.
Llegar a esta posición en la que además cuenta con un gran prestigio por la calidad de sus suministros no ha sido fácil para su promotor. Urbano nació en una humilde familia de Juarros de Voltoya. Fue el primero de cuatro hermanos y enseguida tuvo que asumir la responsabilidad que siempre corresponde a los primogénitos.
Mostró su interés por el comercio cuando pedía a su padre que le llevara a Segovia en el carro a vender hortalizas al mercado de los jueves. Para conseguir ese ‘premio’ tenía que esforzarse en regar bien la huerta que, a duras penas daba para sobrevivir, aunque permitió a toda la familia salir adelante. Pero no resultó suficiente y Urbano tuvo que vender productos hortícolas en burro por los pueblos de la zona y trabajar de albañil, antes de emigrar a Madrid. “En mi familia no recuerdo haber pasado hambre, pero sí que he visto gente en los pueblos que estaba muy mal”, recuerda.
Sus comienzos laborales los desarrolló en una carnicería y los interrumpió para cumplir con el servicio militar. Licenciado volvió al tajo y, en pocos años aprendió suficientemente el oficio como para ponerse por su cuenta. Así lo hizo y comenzó como autónomo en dos carnicerías, una en el barrio de Manoteras y otra en el de San Blas. Luego abrió otra en la Plaza central de Paracuellos del Jarama además de gestionar el matadero.
Completamente independizado se trasladó a Alcobendas donde alquiló una sala de despiece y creó una sociedad con otros dos emprendedores para suministrar género a carnicerías y restaurantes. Con las siglas de los tres socios nació Uralbe, de la que se saldría luego para montar la empresa familiar actual de cuyo éxito se siente más que se satisfecho. “Gracias a mis hijos y a mi mujer Pilar hemos hecho una empresa sólida”, dice complacido, pero sin euforia.
Este carácter comedido que muestra nada más conocerle se comprende porque Urbano también ha tenido que hacer frente a momentos duros. Tuvo que enfrentarse a las dificultades de cualquier emprendedor. Pero también a profundos baches como la pérdida de un hijo en un fatal accidente. Su carácter fuerte le ha permitido sobreponerse a todas las adversidades y es el claro ejemplo de la resilencia humana.
Ha pasasdo de dar consejos a recibirlos. Así, con sus hijos quiso invertir en su pueblo, del que nunca se ha despegado, y abrió un restaurante del que disfruta con sus amigos de toda la vida, una vida que ha sido densa e intensa.
A fondo:
Un paraje de la provincia de Segovia: Juarros de Voltoya
Un lugar de la Madrid: La Gran Vía
Un plato preferido: Carne de vacuno
Una bebida: Vino y agua
Una afición: Pelota a mano
Un equipo deportivo: Real Madrid
Una película: Doctor Zhivago y Esplendor en la Hierba
Un grupo musical: Los Lebreles del Voltoya