Es un mosntruo capaz de asesinar fríamente, pero también un ser humano, con sentimientos y emociones. Esa dicotomía que tantas veces olvidamos para digerir con un poco más de facilidad los hechos atroces que cometen algunas personas, como un terrorista o un dictador, es la base de “José K. Torturado”, el montaje teatral que Pedro Casablanc protagoniza esta tarde, a partir de las ocho y media, en el teatro de la antigua cárcel.
Un terrorista, José K., pone una bomba en una plaza llena de gente. Es detenido. Tienen una hora para que la bomba estalle. Deciden torturarlo para sacarle la información. ¿Es lícita la tortura en este caso, para evitar así la masacre? Ésta es la pregunta que plantea el montaje, un texto de Javier Ortiz, dirigido por Carles Alfaro, que se estrenaba hace unos días en Gerona; la de esta tarde en Segovia será la segunda función.
Pedro Casablanc, actor conocido por sus papeles televisivos, pero que ha fundamentado su prestigio en una sólida trayectoria teatral, comentaba ayer en una entrevista telefónica la curiosa vinculación de las noticias de los últimos días con esta obra; “aunque queda claro que José K. no tiene nada que ver con ETA y sus motivaciones son otras, no dejas de ver de una manera especial una noticia tan buena como la del jueves, el abandono de la lucha armada”, explicaba.
Pero el actor hablaba sobre todo de las tremendas imágenes de la muerte de Gadafi, como antes lo fueron las de las ejecuciones de Sadam Hussein o el matrimonio Ceaucescu. “Por un lado sabes que han sido tiranos, pero por otro lado hay ese planteamiento de si es lícita la tortura, la venganza a ese nivel, incluso la pena de muerte en sí misma… Por muy dictadores que hayan sido, hay también consternación por esos finales”, subraya.
Y ese dilema, lo lícito de usar según qué medios para alcanzar un fin, que deja “cuestiones abiertas, porque son temas en los que es muy difícil cerrar respuestas”, es la base de una obra que, según reconoce Pedro Casablanc, ha sido uno de los grandes retos de su carrera teatral.
“Físicamente es complicado, porque estás toda la obra desnudo, atado, totalmente inmóvil, centrado durante más de una hora en ese hilo de pensamiento del personaje, sin parar de hablar… pero es el tipo de personajes que me interesan, cada vez necesito más que el teatro me plantee verdaderos retos”, explicaba ayer, recordando algunos de sus trabajos con Animalario y con el director Andrés Lima.
Pese a los inconvenientes físicos, el actor apunta, no obstante, que lo más complicado ha sido meterse “en un personaje tan diferente a mí; un hombre que es un monstruo, pero que tiene sentimientos, que es lo que muchas veces no queremos ver; no queremos darnos cuenta de son seres humanos y no queremos pararnos a escucharles”.
