A ver los fuegos». En cuatro palabras, la consigna de los segovianos en la noche de San Pedro deja clara la inequívoca voluntad de disfrutar del espectáculo pirotécnico que tradicionalmente pone fin al día grande de las fiestas segovianas y sirve a la vez para abrir la puerta a un verano que este año parece decidido a mostrar su poderío en forma de sol y altas temperaturas. Los altos de La Piedad volvieron a ser el particular Cabo Cañaveral de la ciudad desde el que se lanzan al aire decenas de cohetes que, en este caso no llegan a planetas lejanos, sino que al estallar, los recrean con múltiples formas y colores de la mano de Pirotécnica Caballer, la empresa que se encarga de llevar a Segovia la magia de la pólvora. Para presenciar el espectáculo, los segovianos se congregaron en los lugares habituales. Las Lastras, el paseo del Salón o las inmediaciones del Hospital General e llenaron de miles de personas que con tiempo suficiente buscaron la mejor ubicación . Otras zonas menos conocidas pero de magnífica visión fueron Zamarramala o el nuevo barrio de Ciudad y Tierra de Segovia, donde en la plazuela próxima a la nueva biblioteca se pudo contemplar con comodidad.
Con puntualidad, los cohetes que anunciaban el inicio del castillo de fuegos artificiales sonaban a las doce en punto, y durante poco más de 16 minutos, el cielo de Segovia se iluminó con formas multicolores . El estampido de los cohetes y el olor a pólvora se sumaron a la potencia de un evento que arrancó los ya consabidos «ohhh» de los segovianos en cada uno de los cohetes y el aplauso final al concluir. Ya sólo hay que esperar 364 días para volver a entonar el ‘pobre de mi’ con la música de los fuegos de artificio.
