El pasado lunes, el mundo del deporte se vio sacudido por el terrible atentado en Boston, mientras los atletas llegaban a la línea de meta de la maratón más mitificada por los amantes de esta práctica deportiva. Pasada la confusión inicial, no tardaron en aparecer las primeras cifras de heridos, y a muchos kilómetros de distancia, en España, la inquietud de los familiares de los atletas españoles que participaban en la maratón de la ciudad americana fue en aumento, y no se disipó hasta pasadas varias horas, cuando todos ellos pudieron ponerse en contacto con sus seres queridos.
Al igual que muchos españoles, un atleta segoviano, Álvaro Arroyo, vio las brutales imágenes del atentado por televisión. Pero en el caso de Arroyo, el sentimiento era mucho más grande, puesto que, en condiciones normales, él debería haber participado en la maratón, y cruzado la línea de meta, puesto que tenía la plaza reservada para asistir desde el año anterior.
“La historia parte del año pasado, en el que logré la marca para poder participar en la maratón de Boston, —señala el segoviano—, pero por culpa del golpe de calor que hubo en esa zona de Estados Unidos durante la jornada de la maratón, se dio la posibilidad a los atletas de no participar en la carrera, evitando así el riesgo de deshidratación, ofreciendo a cambio la reserva de la plaza para el año siguiente. Yo opté por ello, por lo que tenía mi plaza reservada para este año, pero entre un año y otro cambié de puesto de trabajo en mi empresa, y me pareció precipitado marcharme a Boston a pesar de que tenía la plaza reservada para ir”.
Y no es la maratón de Boston una de esas pruebas en las que cualquiera puede inscribirse, puesto que la organización exige una marca mínima. No es de extrañar, ya que se trata de la carrera de 42 kilómetros más longeva, puesto que su primera edición data de 1897. Álvaro afirma sin dudar que “Boston es el referente en lo que a maratones se refiere. Es el más antiguo, posiblemente el más bonito, y el que todos lo que corremos maratones queremos participar, más incluso que en el de Nueva York, que es muy mítico. Además, para correr en Boston necesitas tener una marca mínima, que la organización comprueba. En mi caso tengo una marca de 3 horas y 12 minutos que hice en la maratón de San Sebastián, pero la marca con la que fui a Boston fue con 3 horas y 15 minutos que hice en Barcelona. Los organizadores de la maratón se pusieron en contacto con la organización de la prueba de Barcelona para comprobar mi registro”.
Por lo tanto, correr en Boston es un privilegio para muchos maratonianos. Arroyo bien pudo haber estado ahí, y se emociona cuando lo piensa, “veíamos en casa las imágenes del atentado, y mi mujer me comentaba que allí podía haber estado yo. Se me saltaban las lágrimas, no sólo por pensar que era cierto lo que me decía, sino también por la gran desgracia para las víctimas, que yo tengo un niño de la misma edad que el que murió, y por todos esos atletas que durante mucho tiempo han estado preparando esta carrera, que es un sueño, y que a 100 metros de la meta, en lugar de encontrarse con la alegría de la llegada, se vieron envueltos casi en un campo de batalla”.
Por lo tanto, se puede decir que al atleta segoviano le sonrió la fortuna en su decisión de última hora de no viajar hasta la capital del estado de Massachusetts, ya que de haber participado, señala que “es más que posible” que se hubiera quedado en los alrededores de la zona de la meta, donde estallaron las dos bombas, “posiblemente, teniendo en cuenta que las bombas estallaron a las 4 horas y 9 minutos de carrera, yo ya habría terminado la prueba. Pero estando solo en Boston, sin tener a la familia cerca, lo más probable es que me hubiera quedado por la zona de meta para ver el espectáculo de la llegada. Luego había una segunda opción, que era no disputar la carrera, sino disfrutarla, yendo a un ritmo menor. Pero eso es algo que ya no se podrá saber”.
Álvaro Arroyo es uno de los muchos atletas populares que no disputan la victoria en las pruebas en las que participan, sino que compiten contra sí mismos, planificándose el calendario y disputando las carreras que les permiten sus actividades laborales. En el caso del segoviano, “he corrido en París, en octubre voy para Frankfurt, y ya he hecho las maratones de San Sebastián y Madrid, que repetiré el próximo 28 de abril. Me gustaría poder bajar de las tres horas, y creo que lo intentaré en la maratón de Frankfurt”.
“Si hay una actividad que no distingue ni razas, ni credos, ni sexos, es la maratón. En Boston, no sólo atentaron contra uno, sino que lo hicieron contra todos”, afirma sin rubor el atleta segoviano, que expresa un convencimiento: “Estoy seguro de que este atentado no va a amilanar a los atletas que corremos maratones. Es más, yo tengo ya aún más ganas de que llegue el 28 de abril, para poder participar en Madrid y dedicarles la carrera a las víctimas de Boston. Pero ¿cómo marcas la seguridad en una prueba lineal de 42 kilómetros por una ciudad? Este atentado ha sido una cosa de locos, y locos puede haber en cualquier sitio. Lo importante es que no nos amilanen”.
Para que nada amilane a los atletas, es necesario dar ejemplo, y Álvaro Arroyo lo tiene claro, “Si me invitan el año que viene a Boston, iré seguro. Es algo que ahora me planteo incluso con más fuerza que antes”.
