Al menos 30 personas murieron y otros 70 resultaron heridas ayer en un atentado con coche bomba seguido por un asalto de hombres armados contra el cuartel general de la Policía en Kirkuk, en el norte de Irak, según indicó un general de la Policía.
«Los asaltantes querían tomar el control del lugar, aunque no lo consiguieron completamente», añadió el comandante Natah Mohamed Sabr, jefe de los servicios de urgencias de esta ciudad.
Según las informaciones preliminares, un hombre estacionó frente la puerta principal del complejo un automóvil pintado con los colores de los vehículos de las Fuerzas de Seguridad del país, e inmediatamente activó los explosivos, provocando un enorme estallido y abriendo un agujero en la fachada del edificio, destruyendo los vehículos cercanos y una sede cercana del Gobierno.
Seguidamente, otros tres individuos vestidos con uniformes de la Policía trataron de entrar en las inmediaciones del lugar y lanzaron varias granadas. Seguidamente, perdieron la vida por los disparos efectuados por los agentes que defendían las instalaciones policiales.
Poco después, éstos verificaron que los tres atacantes fallecidos también llevaban cinturones explosivos que no llegaron a utilizar y que fueron, posteriormente, desactivados.
«Vi un vehículo detenerse en el retén de la entrada principal y los agentes comenzaron a inspeccionarlo», informó Josrat Hasan Karim, un testigo. «De repente, hubo una enorme explosión. Fue terrible», añadió. «Vi mucha gente muerta, algunas al volante de sus propios coches. Jamás había visto en mi vida una explosión como esa», agregó.
Tanto el edificio como varios comercios cercanos quedaron muy afectados por la detonación del coche bomba, y los principales accesos a Kirkuk fueron, de forma inmediata, bloqueados por las Fuerzas de Seguridad para evitar que los daños fueran mayores.
Por su parte, los heridos, algunos de ellos en estado grave, fueron trasladados en ambulancia a varios de los hospitales locales.
Este suceso rompe la calma de los últimos días en el país, sumido en una crisis que enfrenta al primer ministro chiíta Nuri Al Maliki con una minoría sunita.
El ataque de Kirkuk no fue reivindicado, pero los insurgentes, entre los que hay miembros de Al Qaeda en Irak, atacan con frecuencia las sedes de las Fuerzas de Seguridad para intentar desestabilizar al Gobierno.
Esta urbe, donde cohabitan árabes, kurdos y turcomanos, es parte de una franja del territorio del norte del país rica en hidrocarburos que se disputan el Ejecutivo de Bagdad y la región autónoma del Kurdistán iraquí.
Según diversos observadores, esta disputa territorial interna es una de las mayores amenazas a la estabilidad en la zona. Kirkuk, pero también Mosul y Tuz, un poco más al noroeste, son, a intervalos regulares, blancos de ataques sangrientos perpetrados por los rebeldes.
Además, durante la pasada jornada, dos miembros de los Sahwa (el grupo político El despertar), una milicia que lucha contra Al Qaeda, uno en Tarmiya, al norte de Bagdad, y el otro en Baquba, perdieron la vida.
Y es que, a pesar de que no llega ya a los niveles conocidos en la época del conflicto religioso (2006-2008), la violencia sigue enlutando a Irak casi a diario.
