Convertido en un ángel para millones de indios, el filántropo español Vicente Ferrer dedicó su férrea voluntad y utópica rebeldía a algo que muchos consideran imposible: Acabar con la pobreza en la India. «Espera un milagro» rezaba en 1969 un cartel colgado de una pared desamparada en lo que sería su casa, en el depauperado distrito sureño de Anantapur, donde ayer murió, según la biografía oficial ofrecida por su fundación.
Y el milagro finalmente llegó en el mismo edificio, transformado en el cuartel general de una ONG que ya en el siglo XXI cubre 2.278 pueblos en el estado de Andra Pradesh y beneficia a más de 2,5 millones de personas.
Pero para construir este espacio humanitario e impulsar un cambio ideológico, dignificó a la población dalit o intocables, de una región rural lastrada por la pobreza y la discriminación. Ferrer insistió en sus principios e hizo gala durante décadas de un espíritu indomable y jamás dio su brazo a torcer.
Nacido en Barcelona el 9 de abril de 1920, en 1936 fue llamado a las filas republicanas durante la Guerra Civil española como parte de la Quinta del Biberón, y participó en la batalla del Ebro. Pronto se manifestó su fervor religioso y su entregó en la lucha contra la pobreza: en 1944 ingresó en la Compañía de Jesús y ochos años más tarde llegó a Nueva Delhi como misionero jesuita.
Su destino fue la costera ciudad de Bombay, hoy capital financiera de la India, pero en su primera misión religiosa en Manmad ya empezó a salir a las calles, a mezclarse con las gentes e idear proyectos para solucionar el precario abastecimiento de agua, una de las tragedias del campesinado.
La construcción de un hospital, dos escuelas y el apoyo entre los lugareños le granjearon la enemistad de los radicales hindúes y la suspicacia de las autoridades, siempre reticentes a aceptar la ayuda humanitaria exterior.
«El padre Vicente Ferrer marchará al extranjero para unas cortas vacaciones y será bien recibido otra vez», escribió en un telegrama la entonces primera ministra Indira Gandhi. Corría el año 1968 y el catalán fue expulsado del país. Pero un año después volvió -la propia Gandhi ordenó que le concedieran el visado- y empezó su carrera de fondo en el corazón de Andra Pradesh, el único estado de la Unión India que lo acogió.
Abandonó la orden jesuita en 1970, contrajo matrimonio con la periodista inglesa Anne Perry, y fundó el Fondo de Desarrollo Rural sostenido actualmente por la Fundación Vicente Ferrer, el brazo financiero, creado en 1996 en España, de la red social construida en la India.
«Era un verdadero revolucionario, demostró que se puede hacer una India diferente», apuntó el embajador español en Nueva Delhi, Ion de la Riva. Tras alabar su «sentido del humor» y el aura «mística» aseguró que él y su fundación «son lo que más une a España con la India», por encima de los vínculos comerciales.
El inacabable abanico de programas desplegados por su ONG (vivienda, educación, freno de los abusos sexuales) es tan abrumador que se ha ganado el reconocimiento de las autoridades.
El cooperante catalán será enterrado en Anantapur el lunes y está previsto organizar un funeral en España para las personas que colaboran con la fundación.
