España es extraordinariamente rica en diversidad animal y vida silvestre. Alberga probablemente la mayor variedad de especies de Europa, debido en gran medida a su posición geográfica (sirve de puente entre dos continentes), su dispar climatología entre regiones y su compleja orografía. La cantidad de especies endémicas es, además, muy elevada en áreas de montaña y en los archipiélagos, por lo que la conservación y mantenimiento de esta riqueza natural se ha convertido en uno de los mayores retos para los gestores del medio ambiente y autoridades locales.
Transformación del territorio, pérdida de hábitats naturales, sustitución de los usos tradicionales, fragmentación de las poblaciones naturales y, cómo no, el cambio climático son hoy las grandes amenazas a las que se enfrenta la biodiversidad. El estilo de vida de las sociedades occidentales provoca que la disminución de especies sea inevitable. Paradójicamente, el ser humano necesita la vida silvestre para garantizar su supervivencia, bienestar y prosperidad.
El Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial (LESRPE) de España asciende actualmente a 656 especies, de las que 57 cuentan con un plan específico de protección. Por su parte, el Catálogo Español de Especies Amenazadas advierte de que ya existen 206 especies en peligro de extinción en nuestro país y 137 especies en estado vulnerable. Este contexto permite entender mejor el papel vital que desempeñan los centros de recuperación y recepción de animales silvestres.

En Castilla y León se los conoce popularmente como CRAS (en el caso de los centros de recuperación) y CRF (para los centros de recepción). Existen cinco totalmente operativos en la comunidad, alguno de ellos con cerca de 40 años de vida. Y en breve se pondrá en marcha uno más, en León, que permitirá dar respuesta a una vieja reivindicación del pueblo leonés. También está previsto estrenar a lo largo de 2024 dos pequeños centros de atención en las provincias de Ávila y Soria. La Red de Centros de Recuperación de Animales Silvestres de Castilla y León, gestionada por la Consejería de Medio Ambiente, Vivienda y Ordenación del Territorio de la Junta a través de la Fundación Patrimonio Natural, atendió a cerca de 7.000 animales a lo largo de 2022, de los que alrededor de un tercio fueron devueltos en perfectas condiciones a su entorno natural.
El CRAS de Segovia (conocido como Los Lavaderos) fue el primero en abrir sus puertas en Castilla y León y uno de los pioneros en España. Se inauguró en 1984 y hoy gestiona aproximadamente el 10% del número total de animales silvestres recogidos en la comunidad. Después llegó el CRAS de Valladolid, que data de 1989 y es el centro de recuperación de referencia para las provincias de Ávila, León, Salamanca y Zamora, además de la propia Valladolid. El CRAS de Burgos, situado en la localidad de Albillos, es el más joven y el más grande. Funciona desde marzo de 2015 y da servicio a las provincias de Palencia y Soria, además de Burgos. La Junta invirtió cerca de 2 millones de euros en su construcción. Sus instalaciones ocupan 16.300 metros cuadrados sobre una finca de 47.000 metros cuadrados, y está equipado con la maquinaria más avanzada para tratar con la máxima precisión y cuidado cada animal que recogen.
Por otro lado encontramos los CRF de Salamanca (Las Dunas) y Zamora, en la localidad de Villaralbo. En estos centros se realiza una primera inspección clínica del animal y, si el caso requiere concretar un diagnóstico o precisara un tratamiento veterinario especializado, se procede a trasladar al ejemplar al CRAS de referencia para su cuidado. Los CRF sólo se encargan, por norma, de aquellos animales que presenten un cuadro médico de fácil tratamiento. El protocolo de actuación también implica que cualquier animal que figure inscrito en el Catálogo Español de Especies Amenazadas será llevado de inmediato al CRAS de referencia.
Colaboración y apoyo
El funcionamiento de todos estos centros es muy similar. La colaboración y el apoyo mutuo es fundamental. Sus operarios son los responsables de curar, rehabilitar y devolver a la naturaleza cualquier animal que entre en sus instalaciones, ya sea porque están heridos, enfermos o simplemente debilitados. También realizan labores de investigación de las causas de mortalidad en aquellos animales que no sobreviven. Aunque el objetivo, obviamente, es procurar que cada ejemplar se recupere para ser devuelto a su hábitat natural en las mejores condiciones.
Los Agentes Medioambientales son el primer eslabón en esta cadena, pues son los que mayor número de animales trasladan a los centros. Igual de importante es la labor que realiza la Guardia Civil y los agentes del Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona). Por último estaría la contribución de los particulares, que pueden acudir directamente a alguno de estos centros en caso de encontrar fauna silvestre herida o enferma (aunque siempre es conveniente ponerse en contacto previamente con el centro y describir a su personal el animal recogido y el tipo de lesiones observadas).

En 2022 se registró la entrada de 6.749 animales en los centros de la red, de los que 3.857 estaban vivos en el momento de su ingreso. De estos últimos, algo más de la mitad (2.090) fueron devueltos posteriormente a su hábitat una vez atendidos y rehabilitados convenientemente. Si algún animal llega ya muerto se le practica la correspondiente necropsia para descartar posibles enfermedades que puedan afectar a la especie, dentro del denominado Programa de Vigilancia Sanitaria de Fauna Silvestre (que se aplica a escala nacional). Las cifras de animales atendidos en 2023 no están todavía disponibles, aunque es probable que sean muy similares a las del año pasado.
Las aves son, sin duda, las grandes protagonistas en los centros, por lo que la mayor parte del equipamiento está dirigido a atender sus necesidades (todos cuentan con varios tipos de voladeros para controlar la rehabilitación de cualquier ave). Casi el 90% de los animales atendidos en 2022 pertenecía a este grupo. Entre las especies de aves más habituales están el busardo ratonero, el buitre leonado, el vencejo, la cigüeña blanca, el cernícalo y el milano real. También ingresaron un número importante de buitre negro, águila imperial, aguilucho cenizo y, entre los mamíferos, incluso osos pardos, todos ellos catalogados como especies amenazadas.
Para 2024 hay ya asignada una partida de 1 millón de euros para mejorar las instalaciones de los centros, según confirma David Cubero, jefe de Servicio de Espacios Naturales, Flora y Fauna de la Consejería de Medio Ambiente, Vivienda y Ordenación del Territorio. Con ese dinero, procedente del Mecanismo de Recuperación y Resiliencia de los fondos NextGeneration-EU (dentro a su vez del capítulo “Conservación y Restauración de Ecosistemas y su Biodiversidad”), se busca dar un fuerte impulso al conjunto de los CRAS y los CRF de Castilla y León. Se ampliará, además, la cobertura provincial gracias a la construcción de dos nuevos Centros de Atención (con instalaciones básicas) en Ávila y Soria, que deberían entrar en funcionamiento a lo largo del próximo año.
En la trinchera de la defensa de la naturaleza
La otra cara de la moneda de la enorme riqueza de España en materia de biodiversidad es que las amenazas para la vida salvaje quedan patentes en la gran cantidad de animales que son víctima de los daños que causan ciertas actividades humanas. Basta con revisar las cifras anuales de ejemplares electrocutados, envenenados o atropellados, por poner algunos ejemplos. Por eso, los centros de recuperación de fauna salvaje desempeñan hoy en día en nuestro país una labor imprescindible.
La amplia red española de hospitales de fauna hace posible que decenas de miles de animales heridos, enfermos o afectados por todo tipo de problemas puedan ser atendidos, rehabilitados y en el mejor de los casos devueltos a la naturaleza. El papel de estos centros sintoniza hoy en día plenamente con la demanda de la sociedad y el derecho de los ciudadanos a una biodiversidad bien conservada. Toda una pléyade de veterinarios, rehabilitadores de fauna, biólogos y demás profesionales, por lo general asistidos por una gran cantidad de voluntarios, ocupan hoy en día esa trinchera en primera línea de la defensa de la naturaleza que son los centros de recuperación de fauna salvaje.
La mayoría de estas instalaciones, repartidas actualmente por casi todas las provincias españolas, dependen de las administraciones públicas y su existencia se deriva de las competencias en materia de conservación de la naturaleza que les son propias. Pero un pequeño número de ellas son gestionadas por ONG, con el mérito que ello supone, ya que se enfrentan día a día al reto de obtener los recursos y medios necesarios para mantener la frenética actividad de estos centros, una carencia que ha menudo suplen con la extraordinaria dedicación vocacional de sus trabajadores y voluntarios. El Hospital de Fauna Salvaje de GREFA (Grupo de Rehabilitación de la Fauna Autóctona y su Hábitat), en Majadahonda (Madrid), plenamente operativo en la actualidad tras más de 40 años de actividad y con una cifra anual de ingresos superior a los 7.000 animales, es buen ejemplo de ello.

GREFA también fue pionera en incorporar el enfoque One Health (“Salud Global”) hace más de 10 años y hoy en día totalmente consolidando. Este enfoque es fruto de la preocupación actual sobre los efectos que la pérdida de biodiversidad tiene en la salud ambiental, la salud animal y la salud humana, tan íntima e indisolublemente ligadas. Para quienes trabajamos en los hospitales de fauna es difícil ya ignorar que muchos de los animales que ingresan en un centro como GREFA son víctimas de los males propios de un planeta enfermo y contaminado: microplásticos, metales pesados, enfermedades emergentes y resistencias a antibióticos, entre otros.
Los centros de recuperación de fauna son indicativos de una sociedad más comprometida y colaborativa para rescatar y proteger a los animales salvajes. No por casualidad, muchas de las aves, mamíferos, anfibios y reptiles que llegan a nuestras dependencias son traídos por la propia ciudadanía. Una voluntad colectiva que debe traducirse en avances y mejoras para que podamos trabajar en las mejores condiciones.
