Se van apagando los ecos de la muerte del Papa Francisco y de la elección de León XIV. El despliegue de medios ha sido abrumador. Quizás excesivo, a punto de convertirse en una especie de “reality show” con la banalización que eso conlleva. Ya he oído voces que protestan por tanta fanfarria clerical.
La historia de los Papas está llena de santos y pecadores, de hombres de fuerte temperamento y otros manipulables. Los hay de familias nobiliarias e influyentes y de familias humildes e insignificantes.
En la Edad Media se pueden encontrar las historias más truculentas, en las que uno se llega a preguntar dónde estaba el Espíritu. Julio II (1503-1513) no veía inconveniente el ejercer su magisterio y al mismo tiempo ser el capitán general del ejército de los Estados Pontificios o pelearse con Miguel Ángel para que acabase los frescos de la Capilla Sixtina. Este enfrentamiento es el motivo de la espléndida película “El tormento y el éxtasis” (Carol Reed, 1965). Su antecesor, Alejandro VI (1492-1503) vivió un pontificado plagado de intrigas debido a la rivalidad de su familia, los Borgia, con las más influyentes familias de la época que entendían el papado con una forma de poder. Seguramente todos los excesos de los que le acusan a él y a sus familiares son inventados por las familias rivales, pero no obstante su concepción del cargo era meramente utilitarista.
A los católicos estas situaciones nos reafirman en la idea de que tiene que haber algo más que hombres al frente de la Iglesia para haber sido capaz de sobrevivir a pontífices tan poco edificantes. Por otra parte, siempre existió el contrapeso. Ante Inocencio III (1198-1216), un Papa mundano y defensor a ultranza de que la autoridad del Romano Pontífice está por encima todos los demás poderes, que deben sometérsele, aparece la figura pequeña y humilde de Francisco de Asís. Para que Gregorio XI (1370-1378) regresara a Roma, después de que los Papas se asentasen durante setenta años en Aviñón, fue necesario el apoyo de Catalina de Siena.
Si algo ha caracterizado a los Papas de la primera mitad del siglo XX ha sido su autoridad moral, no siempre bienvenida porque se les exigía que, abandonando la prudente diplomacia vaticana, se comprometieran más con los conflictos internaciones de su tiempo.
Aunque en un principio se puso en entredicho la actitud de Pío XII (1939-1958) ante el nazismo, cuando se han abierto los archivos vaticanos sobre el período han aparecido documentos que hablan de las redes clandestinas que el Papa favoreció para ayudar a los judíos. La obra de teatro “Amén” de Rolf Hochhuth llevada el cine por Costa Gavras en 2002, se muestra especialmente crítica con este Papa que, por otra parte, abrió el Vaticano a los judíos fugitivos cuando comenzaron a ser perseguidos en Roma. Sobre este hecho recomiendo la novela “Una luz en la noche de Roma” de Jesús Sánchez Adalid.
Pío XI (1922-1939), se encontró en la encrucijada de afrontar la persecución de los cristianos en México y el asesinato de muchos católicos en los primeros momentos de la Guerra Civil en España y mantener una actitud de respeto a las autoridades legítimas. La confusión reinante a todos los niveles le colocó en una situación difícil que intentó solventar condenando tanto al comunismo soviético como al emergente fascismo.
Pío X (1903-1914) que fracasó en sus esfuerzos diplomáticos para evitar la Primera Guerra Mundial, se opuso a bendecir los ejércitos de Francisco José afirmando: “Yo solo bendigo la paz”. Su sucesor Benedicto XV (1914-1922) recibió el sobrenombre del “apaciguador” por estar en continuo contacto con los contendientes para tratar de crear espacios de diálogo que pusieran fin a la guerra.
En fin, actitudes que pueden ser discutibles vistos desde hoy, pero que trataron de poner un poco de luz en medio de la oscuridad. Lo mismo le ha pasado a Francisco y le pasará a León XIV. Como muestra, el último correo electrónico de un autodenominado Patriarcado Católico Bizantino. Se trata de un grupo que no admite la licitud de los Papas después de Pío XII porque el Concilio los ha descalificado a todos. Este grupo de opereta, especialmente la tiene tomada con Francisco pero ya ha empezado a insultar a León XIV llamándole Bergoglio 2. Sus comunicados son tan tremebundos que parecen un guion de Gomaespuma y en ellos se mezcla todo. Es verdad que es un grupo residual, pero refleja cómo el ejercicio del Ministerio de Pedro es observado hoy con mucha atención especialmente por quienes menos lo aprecian.
