Es Emilio de Justo un diestro que se crece en los escenarios de primer nivel, pero que le falta quizá estar en ‘modo arrollador’ cuando sale un toro importante. Este jueves le tocó un lote de bandera, de los que encumbran a un torero. Salió por la Puerta Grande de Las Ventas, con dos orejas -pudieron ser más de haber andado más certero con los aceros- del quinto, un enclasado y bravo toro de Domingo Hernández de vuelta al ruedo que llevó por nombre ‘Valentón’. Un premio que recompensa la lucha que lleva el extremeño, tras sufrir el año pasado un grave percance cervical, aunque de un modo este triunfo pone un tanto ‘barata’ la Feria de San Isidro. De Justo estuvo a la altura, como acostumbra en los compromisos de envergadura, pero el lote era para estar por encima y marcar diferencias.
En esa tesitura, a la altura no por encima, estuvo ante el primero de su lote, ‘Zambullido’, un astado del hierro de Domingo Hernández, serio, con las puntas hacia arriba y cuello, que tuvo el motor de la casa Garcigrande y fue a más; sobre todo en la segunda parte del muletazo, fruto de la casta que llevaba innata. Fue para apostar, pese a la exigencia que imprimió en cada pase -añadida a las complicaciones del viento-, y el extremeño se colocó de verdad y puso en liza un concepto dominador y poderoso para sacar tandas de mérito. Faena de transmisión, que acabó pinchando el diestro y quedó sin premio.
Otro buen toro le tocó en suerte, de nombre ‘Valentón’: bravo en el caballo, se entregó y planeó en los engaños; queriéndose comer la muleta con clase. Tuvo que parar y recomponerse De Justo ante la fiera y nada fácil embestida del animal. Abierto el compás, el extremeño logró embeber al ejemplar y consiguió pases muy de verdad: entregado e incluso templado, con series completas. Ejecutó con galones la suerte suprema, pero la espada cayó baja. El presidente y parte del público no atendieron a este criterio y pidieron dos orejas, que finalmente se concedieron. Un lote de los que encumbran a un torero.
RUFO, UNA OREJA A LA HONDURA AL NATURAL
Tomás Rufo sería ya un fenómeno de la tauromaquia de no haber coincidido con toreros de corte artista, pero él sigue su camino. Fiel a su concepto. El temple que tiene en la mano izquierda, con esa muleta ‘chica’, metió al respetable de lleno. Lo mejor llegó al ampliar el trazo, con largura y suavidad, y dar hondura a los pases; enroscándose a un animal noble y con clase por el pitón izquierdo. Sin embargo, este circunstancia que dejaba al torero en ángulo muerto desbarató la faena en cierta medida para poder redondear la obra, pues la reposición del toro complicaba la colocación para pegar los muletazos finales. La estocada y el inicio de rodillas, que toreó como si estuviera de pie, hicieron que algunos tendidos pidieran una oreja que fue concedida. Otro son tuvo el que cerró plaza, que no dio opción a acercar las intenciones de triunfo que puso en valor Rufo.
LA CARA B DE UN GENIO
Morante llegó a Madrid tras su logro de Sevilla como el que llega a hacer el saque de honor en un partido: todos los puntos de mira fijados en él para luego desaparecer. Un hito sin homenaje; pues el toro que abrió la tarde no fue del gusto del público ni de Morante: justo de presentación y falto de raza. Acapachado y sin cara, resultó insulso en los primeros tercios y salió suelto de las suertes. Pegaba derrotes como Vinicius zarpazos y, tras tantearlo Morante, sin confianza alguna, optó por despacharlo. Volvió Morante por su otros fueros al alargar la muerte del animal: bronca -sin ser exagerada- tras aviso. Mismo resultado tuvo con el segundo de su lote: toro sin opción y atajo a por la espada: pitos.
Ficha
Plaza de toros de Las Ventas (Madrid). Segundo festejo de la Feria de San Isidro. Lleno de ‘no hay billetes’. Toros de Garcigrande (1º, 4º), y Domingo Hernández (2º, 3º, 5º y 6º), desiguales de presentación. Destacaron por su clase y bravura el 5º, de nombre ‘Valentón’, y el encastado y exigente 2º.
Morante de la Puebla, bronca tras avisio y pitos.
Emilio de Justo, saludos y dos orejas.
Tomás de Rufo, oreja y silencio.
