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Un gran error y algunas falsedades

por Javier Gómez Darmendrail
23 de mayo de 2025
en Tribuna
JAVIER GOMEZ DARMENDRAIL
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España se dispone a cometer un error difícil de justificar desde cualquier punto de vista:
cerrar la Central Nuclear de Almaraz. Una decisión que no responde a criterios técnicos, ni a
razones económicas, ni mucho menos a una lógica medioambiental. Se trata de una medida
ideológica, apresurada y, sobre todo, profundamente irresponsable con respecto al futuro energético
del país.
La central, ubicada en Cáceres, lleva más de 40 años funcionando con seguridad, generando
empleo, riqueza y, sobre todo, electricidad limpia, constante y barata. Representa aproximadamente
el 7% de toda la producción eléctrica nacional, y lo hace sin emitir CO₂ a la atmósfera. No es una
instalación obsoleta ni peligrosa. Es una central moderna, que ha pasado todas las revisiones del
Consejo de Seguridad Nuclear y que se ha ido adaptando, mediante inversiones continuas, a los más
altos estándares internacionales. Entonces, ¿por qué cerrarla?
Mientras buena parte de Europa revisa su postura sobre la energía nuclear —incluida la
propia Comisión Europea, que la ha reconocido como tecnología verde—, este gobierno socialista y
comunista se empeña en desmantelar una de sus principales fuentes de electricidad. Y quiero
recordar aquí que la solar y la eólica, imprescindibles para el futuro, aún no pueden garantizar la
estabilidad del sistema por sí solas. La nuclear, en cambio, ofrece continuidad, previsibilidad y
cobertura para esa base energética que sostiene todo el sistema. Pero lo que ya es de aurora boreal
es decir con toda la cara que en España no hay Uranio, algo que desmentiré al final de este escrito.
Y, sobre todo, cuando el mismo que lo afirma ha aprobado una ley que prohibe extraer uranio en
España, es de un cinismo alucinante.
Cerrar Almaraz no es sustituir una energía por otra, es renunciar a una fuente limpia y
operativa para, probablemente, cubrir ese hueco con gas natural. Es decir, más dependencia del
extranjero, más emisiones contaminantes, y más coste para los consumidores. La central de Almaraz
no solo produce energía: también sostiene la economía de toda una comarca. Da trabajo directo a
más de 800 personas, y a otros 3.000 de forma indirecta. En una zona afectada por el
envejecimiento demográfico y la falta de oportunidades, el cierre supondrá un golpe difícil de
asumir. Y no lo resolverán ni los empleos temporales del desmantelamiento ni los vagos planes de
reconversión industrial que no llegan nunca.
Hablar de transición justa sin garantizar alternativas reales es una ficción. Lo justo, en este
caso, sería mantener operativa una instalación segura que da vida y futuro a una región que no
puede permitirse más despoblación ni más abandono.
Se ha querido presentar Almaraz como una amenaza latente. Nada más lejos de la realidad.
En más de cuatro décadas de funcionamiento, la central ha demostrado una fiabilidad ejemplar. Está
sujeta a inspecciones periódicas, tiene personal altamente cualificado y cumple con todas las
exigencias internacionales de seguridad. Y permítanme cierta autoridad en esta afirmación porque
en el Congreso fui durante dos legislaturas presidente de la Ponencia encargada de las relaciones
con el Consejo de Seguridad Nuclear. La verdadera amenaza es la de los ignorantes que han
pretendido un mix solo con renovables y han forzado la situación de tal manera que se provocó un
apagón. Todos lo hemos sufrido y sabemos lo que sucedió.
Los temores sobre la energía nuclear en España se alimentan a menudo de prejuicios y
desinformación. Ya nos avisaba Diderot que “La ignorancia está menos lejos de la verdad que el
prejuicio”. Pero la realidad es que la central produce electricidad sin emitir gases de efecto
invernadero, no contamina el aire, y gestiona sus residuos con absoluta trazabilidad y bajo
supervisión. Cerrar una central así, con ese historial, es renunciar voluntariamente a una de las
tecnologías más controladas y limpias que existen.
El coste del cierre será altísimo. Desmantelar una instalación nuclear cuesta cientos de
millones de euros, que saldrán del bolsillo del contribuyente. Pero además, su cierre elevará los
precios de la electricidad, porque la energía nuclear es, hoy por hoy, una de las más baratas del mix
español. No solo perderemos energía firme y limpia, también pagaremos más por lo que venga a
sustituirla.
Y, lo que es más preocupante, aumentaremos nuestra dependencia del gas importado. En un
contexto geopolítico inestable como el actual, con guerras y tensiones que afectan directamente a
los mercados energéticos, España no puede permitirse renunciar a una fuente propia de energía
estratégica.
Cerrar Almaraz no es una victoria ecológica. Al contrario: es un paso atrás. No tiene
sentido. Ni técnico, ni económico, ni medioambiental La central nuclear evita cada año la emisión
de más de 7 millones de toneladas de CO₂ a la atmósfera. Si sustituimos su producción por
centrales térmicas de gas, el balance de emisiones será mucho peor. Además, Almaraz no contamina
el aire, no genera lluvia ácida, ni partículas en suspensión. Sus residuos están controlados,
almacenados y gestionados bajo normativa internacional. Compararla con las grandes industrias
contaminantes es, sencillamente, ignorar la ciencia. Defender el medioambiente no debería implicar
atacar la energía nuclear, sino integrarla como parte de un mix energético responsable y equilibrado.
España necesita un debate energético serio, que supere las consignas y mire hacia el futuro con
pragmatismo. Garantizar la estabilidad del sistema requiere todas las herramientas disponibles, y la
energía nuclear —con todas las garantías— es una de ellas. Mientras funcione con seguridad y
eficacia, no hay ninguna razón para apagar Almaraz.
No obstante, después del apagón en toda la península, Sánchez, el galgo de Paiporta, nos
llamó ignorantes a los que defendemos la energía nuclear. Él es el listo y debe ser esa la razón por la
que somos los únicos europeos que hemos sufrido un apagón general. No le vendría mal un poquito
de humildad.
Voy terminando, pero no sin antes tratar de desenmascarar algunas falsedades manifestadas
por Sánchez tras el apagón. Dijo que las centrales nucleares tuvieron que parar. ¿Es que desconoce
que cuando hay un apagón en la red se desconectan, no solo las centrales nucleares sino todos los
productores de electricidad? También afirmó que pararon para evitar el sobrecalentamiento del
núcleo, cuando la realidad es que paran cuando no se debe producir electricidad porque no hay
consumo; y por supuesto después del apagón no había ningún consumo. Pero lo más curioso es que
alardease de las interconexiones con Francia (que con sus 57 reactores nucleares dan una
grandísima estabilidad que algunos envidiamos), y con Marruecos cuya mayor fuente de producción
es el carbón (con la polución que conlleva, que algunos denostamos).
Aunque lo increíble es tener que escuchar que en España no hay uranio para el
funcionamiento de las nucleares, cuando según la Agencia Internacional de la Energía, España tiene
una de las mayores reservas de uranio de Europa. Lo que pasa es que el Sr. Sánchez omite que
prohibió su extracción a través de la ley de Cambio Climático de 2021, cuyo artículo 10 prohíbe la
extracción de minerales radiactivos. Tenemos uranio pero está prohibida su extracción gracias al Sr.
Sánchez y su inteligente gobierno, así que se trata de un argumento absolutamente falaz, pero
también extravagante, grotesco y ridículo.
Además, no podemos olvidar que hemos contado con una gran empresa llamada ENUSA
(Empresa Nacional de Uranio, S.A.) que se encargaba del diseño, fabricación y abastecimiento de
combustible nuclear para las centrales nucleares españolas y extranjeras y que tuvo en José Luis
González un excelente presidente durante 21 años, serio, honesto, amable, gran profesional con una
trayectoria empresarial impecable, quien me explicó exhaustivamente el funcionamiento de la
empresa. Fue destituido sin previo aviso por Pedro Sánchez en 2018, y sustituido por un amigo de
Ábalos momento en que “la empresa empieza a ser canibalizada con la entrada de cargos técnicos
con el carnet del PSOE y amigos de Ábalos” según relata Ketty Garat en un excelente artículo. El
grupo ENUSA cerraría en 2022 con un beneficio de 5 millones de euros y posteriormente el
gobierno la reorientaría a otras funciones, por lo que desconozco su situación actual.
A punto de enviar este artículo, y para completar los despropósitos, leo en el periódico La
Razón lo siguiente: “Ribera planta a la plataforma para salvar Almaraz pero da más de 30.000
millones a dos centrales belgas”. ¿Hay quien de más?
Y para concluir, me gustaría recordar que el Colegio de Ingenieros industriales de España
considera injustificable el cierre de las centrales nucleares, y no encuentra razones
medioambientales ni económicas que justifiquen tamaño disparate.

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Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda

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