Muchos serán los lectores que hayan leído las declaraciones que Ramsés, a la sazón entrenador de la Gimnástica Segoviana, realizó a El Adelantado. Al personaje, y Ramsés lo es, se le conoce por lo que piensa y, además, lo pone de manifiesto.
Quien esto escribe, que largo tiempo tuvo de valorar en los ‘papeles’ su aportación como jugador en el equipo que ahora entrena, no tiene la menor duda de que aquella ‘profesión’ la ha arrastrado, en toda su valía de coraje y entrega a unos colores, a su actual situación. Así, entrena a los jugadores inculcando en ellos aquellos valores a los que él se entregaba en cada encuentro. El fútbol fue, desde niño, su pasión y ha mantenido sus formas a lo largo de los años.
Si los resultados favorables llegan “no es mérito alguno del entrenador” (eso me lo dijo cara a cara en una ocasión). Y yo le creo, para lo que empleo la lógica: quienes están en el campo, juegan –mejor o peor-, marcan goles –cuando ello sucede-, y reciben aplausos de los aficionados son –y no hay vuelta de hoja-, los jugadores. Pero al igual que el niño que acude a la escuela para aprender, los jugadores se ponen en mano del entrenador para que este les marque el camino a seguir.
Ahí, en este concreto caso, sitúo la figura de Ramsés Gil Tordesillas. Era –en sus tiempos de jugador-, el que se ‘comía’ el balón, el que arengaba a sus compañeros, al que no se podía ni saludar cuando se torcían las cosas… todo ello, lo que ha aprendido jugando, se lo pone en bandeja a los que ahora dirige. Fue un gran jugador y ahora es un extraordinario entrenador, del que los jugadores tienen mucho que aprender. Si no lo hacen, peor para ellos.
