El análisis de los enclaves ocupa lugar destacado en la Economía del Desarrollo. Se trata de territorios diferenciados, que acogen el sector moderno de la economía. Las minorías étnicas y lingüísticas suelen ser epicentros en dicha pomada. Los hoteles donde se alojaban los corresponsales de guerra en Ciudad Ho Chi Minh City ejercen como catedrales a visitar. La lengua de los galos está desaparecida en las antiguas colonias de Indochina; pero, recién llegados a la que fuera nombrada Saigón, escuchamos los ecos de una conversación en francés. Uno de aquellos vestíbulos suntuosos era escenario, donde llevaba la voz cantante un mecenas chino-vietnamita, triunfante retornado de la diáspora residente en París. En la azotea de aquel hotel cosmopolita, unos músicos cubanos se ganaban la vida con canciones tipo ‘My Way’ de Sinatra, temerosos de la competencia representada por las míticas bandas filipinas.
Algunas escuelas españolas de negocios, con docencia en inglés, obtienen buenas puntuaciones en rankings internacionales: un injerto peculiar en el sistema de enseñanza superior. Como en matrioshka rusa, enclaves herederos de otro enclave: las bases militares de Estados Unidos establecidas en Torrejón, Rota y compañía en los años cincuenta del siglo XX. Como parte del canon pagado por Eisenhower, algunos becarios Fulbright españoles, cuales pioneros, descubrieron el modelo de ‘Business School’ con sus MBA allende el Atlántico. Un caso de sector conexo: innovación educativa derivada de inversión en Defensa. Sinergias difíciles de prever, como las que unen al Pentágono con la génesis de Internet.
La originalidad arquitectónica –una de sus áreas académicas de excelencia- no le falta a IE University: un campus en las alturas de un rascacielos madrileño se complementa con la sede conventual de Segovia. Sin lugar a dudas, más allá de este cóctel estético postmoderno, la universidad angloparlante pertenece por derecho propio al club de los enclaves.
Una escena surrealista forma parte del imaginario del cine de culto español. En ‘Amanece que no es poco’ (1988), de José Luis Cuerda, el actor Gabino Diego hace de ‘guiri’ llegado con varios estudiantes de Eton a un pueblo perdido de las sierras de Albacete. Ese recuerdo me afluye al atravesar la avenida del acueducto, semivacía en la nocturnidad de los días laborables, cuando el inglés es casi única lengua escuchada –el árabe es la segunda-.
Le pregunto hace unos días a una alumna bávara de la Complutense por la percepción de España entre los paisanos de su pueblo: ‘fiesta y vacaciones’, responde de inmediato. Un tópico propagado por Ernest Hemingway que, aunque nuestra demografía envejecida tienda a refutar, sigue en pie. Los rescoldos del lema turístico acuñado en la España exótica de la década del sesenta: ‘Spain is different’. Los grupos de dos, tres o más estudiantes foráneos conversan rodeados por el silencio, como si hubieran accedido a un parque de atracciones clausurado. Las tornas se invierten una noche cualquiera: ¿qué música suena en Segovia ‘la nuit’? Un ‘party’ en piso compartido.
La facilidad logística para pasar una jornada urbanita en Madrid arbitra ventaja ofrecida por la sucursal segoviana del IE, lo mismo que Cambridge también está cerca de Londres. Disculpen la digresión, pero esto me recuerda a Gene Kelly en ‘Un día en Nueva York’ (1949), con canción y claqué incluidos. En alguna ocasión, los jóvenes universitarios completan parte relevante del aforo del autobús para Cenicienta, que abandona Moncloa a las 23 horas. ‘The whole class’ (toda la clase) comenta un chico al coincidir en el interior del vehículo con una compañera de estudios. Estos encuentros, casuales pero probables, están cargados de emotividad. Besos y abrazos gesticulantes se despliegan, como si fuera reencuentro tras larga ausencia. Énfasis explicado por un hecho: muchachos y muchachas se reconocen cuales miembros de tribu compartida, ‘alma mater’ en nación extranjera.
La desconexión aparece como atributo propio de enclaves. Los macaenses son mestizos bilingües de portugués y cantonés, una minoría étnica en su ciudad. La avenida porticada de Almeida Ribeiro es puro centro; y, tanto ellos como cualquier abogado lisboeta residente en Macao lo saben. No obstante, dicho patronímico resulta desconocido para la población china mayoritaria. El enigma de las ciudades paralelas sin intersección. Y yo me pregunto, respecto a la Calle Real: ¿cuántos estudiantes foráneos llegarán a descifrar este toponímico oficioso, incorporado al imaginario popular de Segovia desde hace siglos?
Me parece entrever que la interacción con los segovianos -incluidos los universitarios de la UVA-, más allá de los ‘dealers’ de turno en comercios, resulta limitada. Tal vez, ni unos ni otros tengan mucho interés en conocimiento mutuo. En la primera mitad de los años sesenta, muchos jóvenes estadounidenses visitaron Segovia con ansias por descubrir la España real. Llegaban con ‘The Experiment in International Living‘, fundación con sede en Vermont, para convivir durante un mes en el seno de familia castellana, acogidos sin fines de lucro. Y, una vez creado el vínculo, nacionales y extranjeros compartían viaje de tres semanas por alguna región hispánica. Las cosas han cambiado: España ya no es diferente; y, además, el IE es un enclave.