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El Adelantado de Segovia

Un edificio sujeto a la razón

por Darío Núñez y Carlota González
13 de marzo de 2021
en Tribuna
Darío Núñez y Carlota González, junto al edificio de Manuel Pagola en Santa Eulalia. / NEREA LLORENTE

Darío Núñez y Carlota González, junto al edificio de Manuel Pagola en Santa Eulalia. / NEREA LLORENTE

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“Se compondrá el edificio de cuatro plantas. La planta de semisótano destinada a almacén que tendrá su acceso por la misma caja de escalera que la principal. La planta baja destinada a tienda, con acceso por la calle de Muerte y Vida y por el portal de las viviendas. Las plantas principal y segunda, esta última en una sola crujía y con terraza, se destinará a vivienda, la que se compondrá de vestíbulo, despacho, comedor, cuarto de estar, cocina, despensa, cuarto de aseo y tres dormitorios.” (Extracto de memoria del proyecto, Pagola, 1941) Finalmente el edificio se construye con una planta más de vivienda.

Básicamente estaríamos ante la más común entre las casas. Una vivienda de carácter utilitario e higiénico, con fachadas carentes de cualquier tipo de ornato, con no más que los huecos que se abren atendiendo a un ritmo y dimensiones determinados por las estancias interiores, resultando en un prisma limpio acentuado por la incorporación de la terraza que ocupa la primera crujía hacia la calle. Sin embargo, esto no era ni común ni básico en una ciudad castellana de espíritu romántico.

Pero quizás Pagola encontró en la plazuela un escenario que ya contenía demasiado romanticismo -una iglesia románica, unos trozos de soportales vestigios de la ciudad medieval que se desparramaba por fuera de sus murallas, una casa blasonada-. Trozos de un pasado que pertenecían al imaginario de la ciudad y que se conectaban a través del vacío de la misma plaza.

Y supo, y compartió, “que no fueron obra de fantasía y de capricho, [que] expresan los caracteres esenciales de una época y de una región; estructura social, procedimientos de construcción, materiales propios, necesidades económicas, exigencias espirituales.” (extracto del manifiesto del GATEPAC, 1931).

Y asumió que estaba “en presencia de un estado de espíritu nuevo que anula costumbres y tradiciones y que tiende a ser universal. La Arquitectura contemporánea, debe estar de acuerdo con estos caracteres. Adaptar un sistema histórico, es falsear el sistema, y negar la época. (…) sólo el clima tiene un valor absoluto. Lo esencial subsistirá. Lo episódico, lo accidental, debe desaparecer. (…) La Arquitectura responde a una utilidad, a un fin. Debe satisfacer la razón. Partir de elementos, programa, materiales, espacio, luz… desarrollándose racionalmente del interior (función) al exterior (fachada) de una manera simple y constructiva, buscando la belleza en la proporción, en el orden, en el equilibrio. Suprimir la decoración superflua superpuesta. Luchar contra el falso empleo de materiales, arquitectura de imitaciones. Llevar la arquitectura a su medio natural, es decir, al técnico, social y económico”. (extracto del manifiesto del GATEPAC, 1931).

Así que un arquitecto que se había formado en el academicismo, había practicado la moda de la Belle Epoque a través de estilos eclécticos y el autollamado montañés, construye, en tal contexto romántico, un edificio sujeto a la razón, con una estética vinculada a las imágenes que podían consultarse en la revista AC.

Fachadas desornamentadas, volumen prismático, incorporación de una terraza, huecos a ritmo y dimensiones de la función, son componentes que enmarcan esta arquitectura en su contemporaneidad.

Y lo que pudo haber quedado en la más común entre las casas adquiere expresividad a través de un gesto arquitectónico que singulariza este edificio, y que no es más que la sutileza de volar el volumen de las estancias contenidas en la esquina hacia la calle. Un volumen de aristas redondeadas, -quizás por las referencias náuticas que se habían incorporado en este tipo de arquitectura, que se resuelve en chaflán. Empleando la arquitectura para expresar la arquitectura, tal como dictaba la razón.

Con este gesto la esquina queda achaflanada, una práctica común en la arquitectura de Pagola más allá de las referencias náuticas, y en lo que parece dejar su impronta. Bien se trate de edificios románticos, o bien este racional, el arquitecto muestra un especial interés por dulcificar las esquinas.

En definitiva, este edificio, ni común ni básico, es representativo tanto de la arquitectura de Pagola como de su contemporaneidad arquitectónica, y máxime cuando por contextos sociales, tal vez políticos, hubo muy poca producción de este tipo de arquitectura en esta ciudad. Una arquitectura que cuenta la historia de un momento concreto, al igual que la cuentan los soportales medievales.

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