Un gol de Suárez en el primer acercamiento del Valladolid B al área de Pablo apagó de golpe la vela de la esperanza de la permanencia para la Gimnástica Segoviana, que en este tramo final de la temporada había ido edificando un precioso castillo a base de buenos resultados en casa, y más de un favor de los equipos que, al igual que el azulgrana, trabajan por no descender de categoría. El gol del Valladolid B, que vino a La Albuera a empatar, se encontró con un gol y lo defendió con todas sus armas (algunas legales, otras no tanto), fue todo un cañonazo a los cimientos de ese castillo gimnástico, que se desmoronó durante noventa minutos de agonía, tanto de los jugadores de Abraham, como de la afición que en gran número se dio cita en La Albuera.
El partido se torció para la Segoviana minutos antes de que el árbitro señalara el comienzo. En una de las últimas acciones del calentamiento, Dani Calleja se retiraba con mala cara, cruzaba unas palabras con Abraham, al que se le subía la mala leche al rostro, y se marchaba al vestuario sabiendo que no iba a poder ayudar a sus compañeros. El plan de la semana, el de atacar al filial aprovechando la calidad del tridente Calleja/Quino/Fernán, saltaba por los aires, y el técnico daba entrada a Kike, dando paso así a un plan B, el de atacar por fuera, que no iba a dar ni mucho menos buen resultado, porque Ivi (titular porque Agus Alonso está literalmente machacado) no pudo superar en casi ningún momento al central Salisu, que fue un auténtico muro ante el que se estrellaron una y otra vez los gimnásticos.
UNA LESIÓN QUE LO CAMBIA TODO
La lesión de Calleja dejó a la Segoviana sin saber qué hacer en unos primeros minutos en los que el Valladolid B sí lo tuvo claro. Un pase de la muerte de Fernán que encontró las piernas de un defensor visitante, y un remate flojo de Dani Arribas parecieron espabilar a los de casa, pero los problemas para iniciar las jugadas desde atrás resultaban evidentes, y más cuando, en el minuto 13, una recuperación en campo contrario del Valladolid B dejó el balón suelto para que Domínguez lo metiera en el área, donde Suárez le ganó a Anel el metro suficiente para empalmar el balón con la izquierda, y superar a Pablo.
Al equipo de casa se le cayó el mundo encima con el tanto pucelano, y comenzó a desesperarse tanto con su propia impotencia a la hora de crear ocasiones ante el marco de Dennis, como con la veteranía que mostraron los jóvenes jugadores visitantes, que no tuvieron ningún rubor en pasarse 76 minutos perdiendo todo el tiempo posible, ya fuera por calambres, por golpes más o menos fingidos, o tardando seis lustros en sacar de portería. Algo que (evidentemente) habría hecho la Segoviana si la situación hubiera sido la contraria.
En torno a la media hora de partido, pareció espabilar el conjunto local, con un remate desviado de Quino, y un cabezazo de Javi Marcos a la salida de un córner que se encontró con una pierna de un jugador del Valladolid B, que mostró un esfuerzo defensivo extraordinario, aún a costa de renunciar casi de manera total al ataque, apartado en el que sólo generaron un cierto peligro tras un saque de falta lateral con posterior centro chut escorado que sacó Pablo. El resto de su trabajo tuvo como objetivo que en el partido no pasara absolutamente nada.
EL EFECTO GASEOSA
Quiso Abraham que sí pasaran cosas tras el descanso, aunque tuvo que acelerar el plan de poner sobre el campo de Agus Alonso porque Ivi cayó lesionado en su pelea con Salisu en uno de los primeros lances de la reanudación. La Segoviana que salió al terreno de juego encontró algún espacio más en tres cuartos de campo, los justos para trenzar una gran acción ofensiva que concluyó con Dani Arribas acomodándose el balón a la izquierda en el pico del área pequeña… y enviándolo demasiado lejos en una clara oportunidad local.
El Valladolid B lo vio claro, y apostó por retrasar aún más sus líneas, dejando apenas cinco metros de distancia entre la zaga que se colocaba en la frontal, y la medular que cerraba todos los espacios posibles. De esta manera, Fernán tenía que retrasar mucho su posición para poder iniciar el juego, y con el gallego desesperando porque no encontraba la forma de superar la primera línea pucelana, la Segoviana trataba de abrir el campo con los laterales muy adelantados. Pero ayer tampoco fue el encuentro de Borja Plaza, desasistido en la derecha porque Dani Arribas se había metido hacia el centro, y aunque Asier lo intentó, tan sólo uno de sus centros encontró un remate, el de Kike que se marchó desviado.
Durante cerca de media hora el Valladolid B renunció de manera total al contragolpe, preocupado solamente en defender su renta y romper el ritmo del partido con constantes pérdidas de tiempo. La desesperación en las filas locales llevó a Abraham a dar entrada a Leira para intentar poner un poco de criterio y velocidad en la circulación de la pelota, aunque sin encontrar ni lo uno, ni lo otro, y cambiar de lado a Asier al dar paso a Rubén por Borja Plaza.
La Segoviana dominaba el partido, pero su asedio era ficticio, porque Dennis no tuvo que realizar ni una sola intervención de mérito, mostrándose tremendamente seguro en los balones colgados a su área. La apuesta por la heroica de colocar a Anel acompañando a Agus Alonso fue un brindis al sol, como los fueron los seis minutos de prolongación que dio el colegiado extremeño, que podría haber dado tres partidos de descuento, que al final el resultado hubiera sido el mismo, o incluso peor para los intereses gimnásticos, porque en el tramo final hubo más contragolpes visitantes que oportunidades claras para los segovianos.
La derrota, fraguada desde antes de comenzar el partido, dejó al equipo gimnástico pendiente de un milagro, y llevo al éxtasis a los jugadores del Valladolid B, que mediada la primera vuelta de la competición firmó a Miguel Rivera para que consiguiera mantener al equipo en Segunda B. Con el tiempo, nadie se acordará de cómo lo hizo, sino de que lo consiguió. A la Segoviana le queda un partido, el que debe ganar ante el Adarve, y esperar a que de los cuatro rivales que le preceden en la clasificación, tres no ganen, y si uno de ellos es el Pontevedra, que ni siquiera puntúe. Si creen en los milagros, recen lo que sepan.
