Señora directora:
De niño me contaron la leyenda de la campesina que engañó al diablo para que construyera el acueducto que ahorró mucho trabajo a las pobres aguadoras de Segovia. Hasta recuerdo la ilustración que la acompañaba en uno de los libros de lectura de la escuela. Una historia ejemplar en la que el diablo aparece como tonto, pues le engaña una simple labradora; como incapaz, pues no termina la obra en una noche y deja sin poner la última piedra; y como derrotado, pues en el hueco que dejó incompleto veneramos hoy a la Virgen María, la mujer humilde que pisa la cabeza de la serpiente. Un cuento que nos da muchos ánimos al saber que el enemigo fue vencido en su astucia por una mujer humilde y trabajadora.
Y así, como tontito y haciéndose una foto ante el acueducto donde fracasó en su intento de robarle el alma a la doncella, lo ha representado un escultor, para que no nos tomemos muy en serio su poder. Para que le venzamos con el buen humor, como nos han enseñado los grandes místicos. Pues, si la alegría sólo nos la puede dar Dios, el enredarnos en los escrúpulos exagerando hasta entristecernos es su obra preferida. Y, por eso, el puritanismo, el integrismo… con su rasgarse las vestiduras, que tanto asoman en esta polémica, están entre sus obra más perfectas; entre aquellas que engañan con la apariencia de estar defendiendo la fe, cuando en realidad se la pone en ridículo.
José Ramón Peláez Sanz, Párroco de Olmedo (Valladolid).