La última vez que alguien metió un caballo en el Congreso fue el General Pavía en el golpe de Estado contra la Primera República. Sin embargo, este hecho nunca ocurrió. Es un fallo de la memoria colectiva. La memoria es el espía de nuestro pasado y como los espías, cuenta la historia como le conviene. El jueves se votaban las medidas del decreto de la crisis provocada por la guerra, pero ERC metió otro caballo en el Parlamento, el Pegasus, un programa informático que da nombre a una trama de espionaje a 18 “indepes” de Tsunami Democràtic. Cuando iban a por el 19 movieron el dial a Piqué, y mientras oían como le proponía a Rubiales hablar con el Rey y volver a la selección española, los espías se daban codazos hasta tirarse los donuts.
Los partidos catalanes cambiaron el orden del día y plantearon una nueva moción de censura al Gobierno de Sánchez con la excusa del espionaje como un Pegaso de Troya. El diputado popular Casero, que salvó la reforma laboral al equivocar su voto, empezó a sudar cuando le dijeron que estaban a favor de las medidas y del espionaje pero que eran la alternativa y que iban a votar lo mismo que ERC y lo contrario que Vox, que votaría con Bildu y acabó pidiendo a Cuca Gamarra que le pusiera “sí o no” con Kanfort en el antebrazo.
Es la segunda vez que ERC trata de debilitar al Gobierno. Victimizándose, obligándole a bailar en la cuerda floja y a sentir su soledad. Como cuando te abandona un amigo antes del recreo y tienes que acercarte a nuevos grupos. Lo hacen por sadismo y para sostener la trola de que son unos pacíficos demócratas hostigados por el fascismo español. Por eso no les importa votar en contra de medidas sociales que afectan a los trabajadores.
Rufián, al pasar por la puerta del Hotel Palace piensa si contra el PP no vivían mejor y se pone a negociar como ha aprendido en casa: chantajeando. No le vale el perdón por las formas ni la promesa de transparencia en la investigación, quiere la cabeza de la Ministra de Defensa antes de la cumbre de la OTAN; así, en plan Rey de Marruecos con la Ministra de Exteriores. Robles se calentó y en la cuarta repregunta turrera soltó la verdad. Que el CNI está para preservar la integridad territorial y que no espía a inocentes sin orden judicial, sino a los de “lo volveremos a hacer” y a los de las conexiones con Putin para diseñar una república digital. Y dejaba caer que el Gobierno catalán también espiaba. Robles es la jefa de la jefa de los espías, sabe lo que habla y lo que calla.
A lo que ERC se opuso anteayer fue a la entrada de refugiados ucranianos, al bono eléctrico, a limitar el alquiler, a aumentar el ingreso mínimo vital, a la ayuda en la gasolina. Si Rufián fuera a Ciudad Pegaso, en San Blas, por la noche, para evitar picar entre horas, vería que eso que rechazó es de lo que se habla allí. Del botellín que ha subido 10 céntimos, del metro que ha bajado un 10% la frecuencia, de los 10 pavos del depósito y los 5 del carro del Mercadona. Ese es su tsunami. Y a lo mejor entiende porque esos mismos obreros votan a Ayuso o a Bonilla y no les asusta Vox. La confianza que pone ERC en la cuerda floja no es su apoyo parlamentario al PSOE, que es una mentira para tapar otra y que se romperá un minuto antes de convocar elecciones, sino la de los trabajadores en una izquierda que habla de mierdas que no entienden ni interesan, como el independentismo de los ricos y sus privilegios para pagar menos a la caja de los servicios sociales.
Si Rufián leyera algo de mitología no catalana sabría que Pegaso nació de la sangre de Medusa. Los mitos y las independencias nacen de la sangre. El caballo volaba y con sus coces sacaba chorrazos de agua, como un camión antidisturbios. No se le podía montar porque era indomable, hasta que Atenea, sabia y guerrera, se lo quitó a su padre Zeus, le puso unas bridas de oro y se lo dio a Belerofonte, que venció a Quimera. El Príncipe de Corinto se sintió como Dios y voló al Olimpo para “frontear” ante Zeus, que se puso “picachu” y mandó a un insecto a picar entre horas en el lomo a Pegaso, que descabalgó al jinete. Zeus premió en secreto oficial al equino y le dio una constelación que nos vigila cada noche. El caballo es del poder y no tiene la culpa. Si se pica, cocea y alborota la vida política ocultando lo importante, dividiendo y obligando a subastar decretos que debilitan nuestra democracia y sirven para preparar la cuadra para que vuelva el señorito Puigdemont a cabalgar de nuevo su quimera.
