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Un abril en Roma

La muerte del Papa Francisco me ha traído a la memoria un mes de abril de hace algo más de 20 años. Y es que un 2 de abril de 2005, para ser precisos, murió Juan Pablo II. Por casualidad yo había llegado a Roma el día anterior para pasar un mes en el curso de descanso y reciclaje que ofrece a los sacerdotes, en el Colegio Español, la Conferencia Episcopal. En él se alterna el estudio con las celebraciones litúrgicas y la convivencia con el turismo.

por Jesús Fco. Riaza
4 de mayo de 2025
en Opinion
JESUS FRANCISCO RIAZA
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La muerte del Papa Francisco me ha traído a la memoria un mes de abril de hace algo más de 20 años. Y es que un 2 de abril de 2005, para ser precisos, murió Juan Pablo II. Por casualidad yo había llegado a Roma el día anterior para pasar un mes en el curso de descanso y reciclaje que ofrece a los sacerdotes, en el Colegio Español, la Conferencia Episcopal. En él se alterna el estudio con las celebraciones litúrgicas y la convivencia con el turismo.

Al atardecer y como se había convocado una oración en la Plaza de San Pedro para rezar por el Papa que estaba ya muy grave, con unos compañeros recién conocidos nos acercamos al Vaticano. Hacia las nueve y media de la noche anunciaron el fallecimiento. Impactaba el silencio y el clima de oración que se vivía en la Plaza y la atmósfera indescriptible de suceso histórico. Como la del lunes pasado con el apagón o la del primer día tras el confinamiento. Algo extraño se respira en el ambiente aunque no sabes decir qué. Esa tarde del mes de abril, me pasó en el Vaticano.

En aquella época, en Roma se utilizaban mucho los cartelones pegados en la pared para anunciar cualquier cosa o enviar un mensaje por parte de asociaciones, sindicatos o partidos políticos. Pues bien, una de las cosas que más me llamó la atención fue la evolución de los carteles en relación con la muerte del Papa. El domingo 3 de mayo, es decir al día siguiente de la muerte, amanecimos con uno entrañable: un primer plano de Juan Pablo II con el lema: “Un uomo bono” (Un hombre bueno) firmado por el Centro Democrático de la Sinistra (Izquierda). El lunes 4, el Ayuntamiento, para no quedarse atrás, llenó la ciudad con un cartel con la imagen del alcalde pero firmado por todos los partidos políticos representados en el Ayuntamiento, desde el Partido Comunista hasta la extrema derecha de Forca Italia, con la frase “Un successo de tutti, nessumo escluso. Gratie” (Un acontecimiento para todos, no exclusivo de nadie. Gracias”). El martes, otro cartel, esta vez sin firma, nuevamente con la imagen de un joven Juan Pablo II en el que se leía: “Roma piange e saluta al suo Papa” (Roma llora y saluda a su Papa) y el jueves, día del entierro, apareció otro cartel con esa imagen tan característica de Juan Pablo II apoyado en su báculo y despeinado por el viento, con un elocuente “A Dio”. También ese mismo día y en los sucesivos, las fachadas y balcones de Roma se llenaron de un escueto mensaje “Santo subito”. Desconozco si esta original forma de comunicación se mantiene en la Roma de hoy.

Cuando el próximo miércoles se inicie el Cónclave, se pondrá punto final al pontificado realmente memorable de Francisco. Antes de ese llamativo inicio, los cardenales asisten en San Pedro, con una gran multitud, a la misa “Pro eligendo Pontifice”, en la que se invoca al Espíritu Santo para que ilumine la decisión del Colegio Cardenalicio.

Aunque la mirada del escéptico ve la elección de nuevo Papa como una lucha de poder, para los católicos va más allá de lo razonable. Entendemos, por una parte, que se vota a aquél que parece más conveniente para la vida de la Iglesia y que ahí aparecen distintas sensibilidades. Pero, además, creemos que algo tiene que ver el Espíritu Santo, porque si no sería imposible comprender que los últimos Papas, desde Juan XIII hasta la actualidad, por poner una fecha, hayan resultado tan providenciales no solo para la Iglesia sino también para el mundo. Yo estaba en la plaza de San Pedro cuando Ratzinger, convertido en Benedicto XVI, se asomó al balcón. Muchos nos sentimos decepcionados pero lo cierto es que luego hemos apreciado a un Papa lúcido, sabio y necesario para iniciar una reforma de la Iglesia que ha facilitado las cosas a Francisco.

Así que cuando salga la fumata blanca y el nuevo obispo de Roma salga al balcón de la logia, sentiremos que renace la ilusión de ver qué nos depara el nuevo obispo de Roma y nos uniremos en acción de gracias en la misa de “Inizio del ministerio petrino del Vescovo de Roma”, con la que culmina todo el proceso.

Por cierto, aquel mes de abril de 2005, se derrumbaron las Peñas Grajeras sobre la casa rectoral del Santuario de la Fuencisla y fue un milagro que la comunidad de las Esclavas Carmelitas de la Sagrada Familia que vivían en ella, salieran ilesas. Otro motivo para la acción de gracias.

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