
Según se me informa desde las Cortes de Castilla y León, la moción de censura ha sido firmada por el conjunto del grupo parlamentario. Es decir, por 35 procuradores. El artículo 139 del Reglamento de las Cortes establece un mínimo del 15% de la cámara: 13, para redondear al alza. Pero no. La habrían firmado los 35. El matiz tiene su importancia, dado que por lo menos hasta que pase un año no pueden volver a presentar otra moción de censura estos procuradores. Aunque haya más deserciones dentro de Ciudadanos. Sorprende este cerrarse las puertas de cara al futuro en un momento de reajuste del panorama político español. Y gracias que la reforma estatutaria no incorporó la anterior legislación, que no permitía la presentación de censura a un año del final de la legislatura.
El recuerdo de la derrota nunca es buen compañero de camino, y además es persistente
Ahora le tocará a Tudanca soportar las presiones. El recuerdo de la derrota nunca es buen compañero de camino, y además es persistente, y máxime cuando sustituye al de la victoria en las últimas elecciones generales, que las ganó, con un 36% de los votos y subiendo 10 escaños. Cuando uno pierde una iniciativa como esta y no deja noqueado al contrario, la sombra del fracaso le persigue durante un tiempo. Solo hay una excepción en nuestra historia parlamentaria: el caso de Felipe González contra Suárez en mayo de 1980, que lo lanzó como futuro presidente del Gobierno; pero en ello algo tuvo que ver Manuel Fraga –que quería su parte en la descomposición de UCD- y los fantasmas que pululaban en el trascoro del país, y que mejor ni mentarlos.
No se acaba la función
Quiere ello decir que no se acaba aquí la función. Habrá que ver ahora la solidez de los apoyos internos a Tudanca. Tras el XL Congreso Federal del PSOE, llegarán los congresos regionales. Entre ellos el de Castilla y León. Hora de cobrarse –si puede- la deuda de Ferraz -o de Moncloa- por el favor realizado en un momento inoportuno y con la ineficacia como única recompensa. Porque los golpes que no derrotan al adversario terminan fortaleciéndolo.

No andarán muy lejos los congresos del PP, sobre los que hasta ayer se oía un runrún interno cada vez más insistente poniendo en solfa la figura de Mañueco. Ahora, Tudanca ha conseguido que Pablo Casado, como ya hiciera en Murcia, se acerque a Valladolid a apoyar al presidente de la Junta, e incluso –dios mío lo que hay que ver- se levanten los dos los brazos como si salieran victoriosos de un combate de boxeo. Un favor que le deberá Alfonso Fernández Mañueco al líder regional de los socialistas; como el prestado a Pedro Sánchez que decía al inicio de esta crónica y repetíamos pocas líneas arriba. No sé cuál de ellos será más incobrable.
Pero la alegría del actual gobierno de coalición no debe durar mucho. No está el horno para bollos. Con la deserción de María Montero, la actual Junta ha perdido la mayoría absoluta en las Cortes. A no ser, que se acuda al apoyo de Vox o de Por Ávila, que será lo más probable.
Les puedo confesar que me aburre hablar de estas menudencias de la política cuando hay asuntos como el maltrato a Castilla y León en el reparto de los fondos de Bruselas –maltrato del Gobierno del Estado- o la no incoación de la declaración de BIC a la Cacera de San Lorenzo –maltrato incompresible, ¿y van?, de la Junta de Castilla y León a Segovia-. O la amenaza de la cuarta ola, o el retraso en las vacunas. O los agobios del pequeño empresario en su lucha particular contra los efectos económicos de la pandemia. Pero al parecer es lo que toca.
Nuevo escenario
Habrá que acostumbrarse al nuevo escenario político al que nos enfrentaremos en el futuro, producto de estos terremotos fallidos. Con un Cs en descomposición, el PP va a tener que ir acostumbrándose a pactar con Vox si quiere seguir tocando poder, aunque pesque votos en el río revuelto del magma centrista. No le queda más remedio. El PSOE puede picotear en otros trigales, porque sus reparos no son tan estrictos. Y siempre le quedará Podemos o lo que surja después de la aventura de Pablo Iglesias, a quien más le atrae un micrófono que una mesa de despacho. Me temo que el viaje al centro de Pablo Casado dure poco.
Habrá que acostumbrarse al nuevo escenario político al que nos enfrentaremos en el futuro, producto de estos terremotos fallidos
No sé si ha sido que la sombra de Aznar es más densa de lo que se suponía o que la necesidad termina haciendo virtud. O ambas asuntos a la vez, que es lo más probable como se ha visto en Murcia. Aunque una cosa es lo que se proclama en campaña y otra lo que se tiene que hacer para conseguir el poder. Gabilondo dice que no pactará con Iglesias como Pedro Sánchez confesó en su día que el líder de Podemos le quitaba el sueño. Y no hace falta recordar lo que pasó después. Puede ir tomando nota Casado en su cuaderno de bitácora camino al centro, y analizar sociológicamente lo que ocurra en Madrid. Más difícil lo tiene Arrimadas, que ha perdido definitivamente el norte. ¿Era necesario este follón para terminar diciendo el probable candidato Edmundo Bal que no le importaría pactar en el futuro con el PP de Madrid?
