Tras la entrada triunfal de los rebeldes libios la noche del pasado domingo en Trípoli y con sus tropas tomando cada uno de los edificios de la capital, lejos de aventurar si el conflicto en el país, que ha durado más de medio año, acabará hoy o dentro de dos días, el mayor misterio que se cierne sobre la nación es el paradero de Muamar el Gadafi, cuyo régimen se desmorona tras más de 40 años de dictadura.
El acceso a la ciudad solo se celebró de noche, pues por la mañana comenzó una dura jornada que enfrentó a los insurgentes con las tropas gadafistas en el entorno de la residencia de Bab El Aziziya, propiedad del coronel. Se trata de una de las pocas posiciones que aún no han sido conquistadas por los opositores, que al cierre de esta edición se habían hecho con más del 95 por ciento de la capital, incluida la televisión estatal, hasta la fecha único medio por el que Gadafi se dirigía a sus seguidores.
Los rebeldes pensaban, en un primer momento, que la captura del dirigente no iba a ser demasiado difícil tras la detención de dos de sus hijos, y la rendición de su guardia personal, pero su localización parece que vaya a ser más complicada. De hecho, sus principales responsables creen que el todavía líder libio no se encuentra en su fortaleza, sino en un búnker cercano, mientras otros hablan de una huida a Sudáfrica, opción descartada por el Gobierno de Pretoria.
En cambio, desde EEUU están convencidos de que el coronel continúa en el país, porque «no tenemos información de lo contrario».
Sin noticias ciertas del dictador, el presidente del Consejo Nacional Transitorio (CNT,), Mustafa Abdeljalil, se apresuró a dar por terminada «la era» del longevo coronel. «Espero que sea capturado vivo y se le lleve ante la Justicia para responder de sus crímenes. La verdadera victoria no se celebrará hasta que sea arrestado», afirmó.
El cabeza visible de la rebelión admitió que todavía quedan focos de resistencia estatales, pero insistió que las tropas rebeldes controlan el conjunto del país.
Uno de esos enclaves estratégicos del que los leales al dictador ya han huido definitivamente es la localidad petrolera de Brega, situada al este de Trípoli y uno de los principales feudos energéticos del país.
«Todas la tropas fieles al régimen se han retirado. La ciudad ha sido liberada en su totalidad», explicó Mohamad al Rojayli, jefe militar rebelde.
En medio de la euforia aún contenida de la población, Abduljalil quiso hacer un llamamiento a la calma, en el que pidió a los insurgentes que mantengan la calma, eviten las acciones de venganza y hagan que prevalezca la razón.
Asimismo, envió un mensaje a la comunidad internacional, que comenzó a celebrar la caída del dictador y a insistir en el deseo de una transición a la democracia.
A este respecto, se comprometió a que las autoridades que sean elegidas para dirigir Libia respeten los derechos del hombre y las leyes y normas internacionales. Igualmente dijo que se preservarán los intereses de todos aquellos países occidentales que han ayudado a los rebeldes en su alzamiento. Sin embargo, Abdel Monein al Honi, uno de los representantes del CNT, advirtió de que su país no permitirá el establecimiento de bases militares de la OTAN tras el triunfo de la revolución.
El avance de las tropas insurgentes por la capital ha hecho que naciones árabes como Egipto y Palestina hayan dado un paso diplomático hacia delante y hayan reconocido al Consejo como Gobierno legítimo.
Por otro lado, diplomáticos de alto rango del grupo de contacto sobre Libia se reunirán este jueves en Estambul para analizar los pasos a seguir tras la llegada a Trípoli de las fuerzas rebeldes.
