Daniel Pla, Iratxe Sorzábal e Izaskun Lesaja. Es la cúpula de ETA, dos mujeres y un hombre que no traen en jaque a los cuerpos y fuerzas de Seguridad del Estado y a la Gendarmería porque los tienen perfectamente identificados e, incluso, localizados, saben más o menos por dónde se mueven y cuándo. De hecho, han estado a punto de ser detenidos en los últimos meses, pero los controles galos montados tras los gravísimos sucesos de Toulouse provocaron que no acudieran al lugar en el que se les esperaba. Pero caerán, como han caído los integrantes de las sucesivas cúpulas de la banda de los últimos años.
Estados Unidos acaba de anunciar que no eliminará a la banda de la lista de organizaciones terroristas. Se basan en los datos que manejan: a pesar de sus comunicados, la organización está en condiciones de reiniciar sus acciones en cualquier momento.
ETA cuenta con unas pocas docenas de integrantes, que residen, sobre todo, en Francia. Policía y Benemérita no bajan la guardia ni un instante, y el apoyo social es mínimo. En su brazo político, Batasuna, Amaiur, Bildu y fuerzas afines, el debate sobre el futuro es muy intenso. La mayoría de los presos apuesta por el fin definitivo de la actividad y la posterior reinserción, y la palabra que más se escucha en los responsables de la lucha antiterrorista es que el esfuerzo hay que hacerlo en el mundo islamista porque ETA «está derrotada y con sus pocos miembros desmoralizados». De hecho, cuentan que Iratxe, Izaskun y Daniel no tienen delitos de sangre y su experiencia es muy escasa, no son dirigentes que provoquen la admiración generalizada de los militantes; y están a favor de que se ponga punto final al terrorismo, pero no quieren hacerlo sin que, previamente, el Gobierno haga algunas concesiones políticas que han formado parte de las eternas reivindicaciones de la banda.
Pla, Lasaja y Sorzábal eran los tres miembros de ETA que, encapuchados, leyeron el comunicado en el que anunciaban el fin de la actividad terrorista. Fuentes de la Guardia Civil advierten de que no dan credibilidad a sus palabras hasta que lean un nuevo texto a cara descubierta, en el que proclamen la disolución de la banda y la entrega de las armas. Piensan esos informadores que, a pesar de su debilidad manifiesta y sus también manifiestas tensiones internas, hay miembros de la organización que no se plantean lo que ellos llaman, en su lenguaje seudomilitar «alto el fuego», y la prueba es que los dos terroristas detenidos esta semana en Francia, en Las Landas, iban armados y con material explosivo en el coche en el que se desplazaban.
Presos engañados
Hay mucho movimiento en el mundo de ETA. A medida que pasa el tiempo, no se produce el esperado acercamiento de presos, y el Ejecutivo dio marcha atrás a lo que parecía un paso en ese sentido para advertir de que la reinserción se haría en colaboración con los jueces y revisando caso por caso. Crece el nerviosismo entre los encarcelados y sus familiares. Entre los personajes más activos se encuentra la abogada Arantxa Zulueta, considerada clave en la estrategia de la organización, pues es el enlace entre los reos y la cúpula de la banda y trata de imponer su criterio de dureza, de no ceder ante un Gobierno que repite que la única «verificación» que acepta no pasa por la reivindicación del profesional de las negociaciones Brian Currin y sus compañeros, sino la que puedan realizar la Policía y la Guardia Civil. El estado de ánimo de los reclusos es muy bajo, porque se sienten engañados por sus dirigentes: pensaban que el anuncio de disolución iba a ponerlos en la calle a corto plazo y, sin embargo, continúan en prisión y sin signos de que se pueda realizar una salida generalizada de los prisioneros sin delitos de sangre.
Entre los responsables de la lucha contra ETA hay una cuestión que produce gran preocupación: la decisión del Constitucional respecto a la legalización de Sortu, que sería un balón de oxígeno para los radicales en caso de que se adelanten las elecciones autonómicas vascas, previstas para la próxima privamera.
Un apunte final: Josu Ternera y De Juana Chaos son dos nombres que se pronuncian cada vez que se analiza el futuro de la banda. El comentario en los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado es unánime: mejor que no sean detenidos y continúen en busca y captura, porque no hay pruebas concluyentes de delitos que les envíen nuevamente a prisión. Cuando pusieran pie en España tendrían que ser puestos inmediatamente en libertad.
