JARDÍN DE LA PLAZA DE GUEVARA
Buscando salir de la atonía en la que se había ido sumiendo a lo largo del siglo XIX, la Segovia que llegó a la centuria siguiente se lanzó a elaborar una serie de planes que, eso es al menos lo que se esperaba de ellos, habrían de ayudar a superar aquel estado de postración en el que se hallaba.
Uno de las ideas que se hizo realidad fue la Exposición Provincial de 1901. Pensada para promocionar los productos del campo y de la industria, también se abrió a las Artes Liberales, dedicándoles una sección a la que podrían acudir cuantos artistas quisieran participar.
Y a ella acudió el joven escultor Toribio García, que llevó dos esculturas modeladas en yeso. Una de ellas titulada El Favorito, representa a un adolescente portador de un corderillo en el brazo izquierdo y de una vara echada al hombro derecho, en disposición de andar y con una ligera torsión de cabeza para mirar al cordero, gesto y actitud que rompen la frontalidad y dan gracia a la figura.
Premiada con medalla de plata y adquirida por la municipalidad, se colocó en las Casas Consistoriales, donde sigue.
¿Y por qué hablo de una estatua si estamos tratando de espacios verdes? Pues verán. Por los años cincuenta del pasado siglo hubo en Segovia un movimiento de ajardinamiento de pequeños espacios urbanos impulsado por el Ayuntamiento y por el Patronato de Jardines. Y uno de los espacios elegidos para ajardinar fue la plaza de Guevara, donde el año 1954 se trazó un jardín pequeño, sobre terrenos que en parte eran propiedad de la familia Pedrazuela, con césped y una picea o abeto rojo -Picea abies-.

¡Qué mejor lugar, por breve y recoleto, para colocar la estatua de El Favorito si alguien se decidiera a fundirla en bronce! Años después esa idea fue puesta en marcha por el escultor José María García Moro y otros 300 segovianos que habían sido alumnos de don Toribio. La presentaron al Ayuntamiento, donde fue bien acogida por el alcalde Juan López Miguel, y a la desaparecida Caja de Ahorros cuyo director, don Fernando Albertos Redondo, se comprometió a que la entidad que dirigía cubriera todos los gastos.
Así que se fundió en bronce y se colocó en el breve jardín, poniendo como pedestal una roca, lo que, unido al césped y al tema de la estatua, lograba componer una bucólica estampa pastoril. Sin embargo, no se acertó en armonizar vegetación y estatua. La picea del centro creció desmesuradamente y hubo que cortarla. Luego se pusieron cuatro cipreses de Arizona -Cupressus arizonica- que se mantienen en unas dimensiones aceptables, pero a base de recortes y podas que les confieren siluetas feas y una composición demasiado simétrica y artificial, desacorde con la figura del pastorcillo en el prado, y un color con el que se mimetiza el bronce al que el tiempo ha ido prestando una pátina verde que confunde.

de Domingo de Soto.
Foto: JMS
Para colmo, los jóvenes amigos de hacer botellón entraban en el césped y lo estropeaban, algo que también llegaron a hacer algunos automóviles en esos largos fines de semana que van de jueves a domingo, bebiendo sin tino. ¿La solución? Acotar el espacio con tochos y cadenas de hierro.
¿Lo que a mí me gustaría? Ver el espacio con césped, buena imagen de la hierba pasto, y en torno a la estatua y su pedestal, una plantación en dos líneas de cantueso y espliego, tan de nuestros campos.
JARDINCITO DE DOMINGO DE SOTO
La irregular calle de La Trinidad tiene frente al palacio de Mansilla, en el que se instaló el Colegio Universitario “Domingo de Soto”, un ensanchamiento rectangular, encajado entre dicha calle, la casa número 2, la número 4 que tiene jardín cerrado y la de los Campo, sin puerta al espacio. Fue de los elegidos por el Patronado de Jardines para otra de sus realizaciones, un jardincito, también rectangular, que habría de ocupar la mitad de la superficie.
Sencillo. Un seto angular cerrando los lados abiertos a la vía pública; el centro acogiendo césped y rosales, varios cipreses y un monumento a Domingo de Soto: un busto con los brazos cruzados colocado sobre sencillo un pedestal, consistente en un monolito prismático con dos rombos en el frente como único adorno, obra realizada en piedra por el escultor Ortega.


Noticia de El Adelantado. Foto: Fernando Peñalosa
¿Qué quien fue Domingo de Soto? Un dominico segoviano cosmólogo, matemático, físico y teólogo. El primer científico -sí, el primer científico- que estableció el principio de que un cuerpo en caída libre se mueve con una aceleración constante: uniformiter disformer, lo que hoy enunciamos como movimiento uniformemente acelerado.
Ningún nombre mejor para el primer Colegio Universitario que se abría en Segovia y merecedor de que se le dedicara un monumento junto a él. Poco tiempo después, sin atender a esos méritos y merecimientos, el busto apareció descabezado en una de esas noches de botellón a las que tan aficionada es la juventud estudiantil. Se reparó y se rodeó de una protección de hierros.
EL JARDÍN DEL PENITENTE
Y donde la plaza de Guevara confluye con la calle de San Agustín y ésta forma un ángulo con la calle de San Nicolás, hay otro pequeño espacio, arbolado mejor que ajardinado, en el que se ha colocado la estatua en bronce de un penitente. No tiene nombre.

Aunque pequeño, el desnivel existente entre las dos calles obligó a levantar muros para conseguir un terreno llano. Luego, se pusieron árboles y se llevó una bonita fuente, labrada en granito y colocada en el centro. Los árboles de principio fueron acacias, fresnos y una palmera del género trachicarpus, todos frecuentes en Segovia. La palmera, magnífica, descuella por su altura.
Recientemente, en el vértice del ángulo se ha erigido un monumento con la figura en bronce de un penitente, vestido con las ropas propias de las procesiones de la Semana Santa y portando un cruz de penitencia. Fue encargada por la Junta de Cofradías a Gregoria Herrero, excelente escultor, y pensada para que se colocara en el enlosado de la Catedral. Ignoro los detalles, pero la conclusión fue que no se consiguió el necesario permiso y la escultura acabó en esta placita sin nombre.
Y EL PROYECTO
En la plazuela de San Sebastián se trazó otro de estos jardincitos triangulares, no protegido con hierro que hubo de ponerse al poco tiempo para defenderle de los automóviles. También chiquito, con hierba y una tuya -Thuja orientalis- en el centro. La tuya se ha secado, o la han eliminado ¿por vieja?, y en su lugar han puesto un arce japonés -Acer japonicum- que espero dure mucho, suavizando ese espacio tan duro y tan segoviano.
Por su parte, el doctor Glenn Murray Phanton ha lanzado una idea que considero brillante: puesto que aquella plazuela fue el centro de la actividad de los monederos que trabajaron en la primera ceca que hubo en Segovia, el jardincillo podía servir como emplazamiento de un monumento dedicado a aquellos trabajadores que dieron vida a Segovia durante siglos y que hoy permanecen olvidados. Si la considero brillante no tengo ni que decir que la suscribo.
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*Académico de San Quirce
porunasegoviamasverde.wordpress.com
