Parafraseando al príncipe de Salina en el Gatopardo, pero en sentido contrario, todo tiene que seguir igual para que en el fondo algo cambie. Los electores gallegos y vascos han optado por la continuidad de sus gobiernos, es cierto, pero nada más mirar la composición de los parlamentos autonómicos se colige que no todo seguirá siendo igual en el futuro.
En Galicia, el indiscutible triunfo de Núñez Feijóo, que repite cuarta mayoría absoluta, compite en el análisis con un Podemos que ha pasado de ser la segunda fuerza a no repetir ni un escaño, mientras que el PSOE –su socio de gobierno en Madrid- no es capaz de rentabilizar esa debacle. Ha sido el BNG quien ha triplicado su representación y se coloca como principal partido de la oposición. Los últimos datos marcaban que si siquiera en Vigo, feudo tradicional socialista, han podido los socialistas con la marea de Feijóo.
En el País Vasco, Iñigo Urkullu y el PNV han estado en un tris de repetir sus mejores resultados históricos de 1982 y podrán reeditar con facilidad los acuerdos con un PSE que también observa cómo el 75% de los votos que pierde la marca regional de Podemos terminan en EH-Bildu, que reedita sus mejores resultados del 2012. Por otra parte, se demuestra que el PP tiene un grave problema en Euskadi –en donde llegó a sumar 19 diputados- tanto en su discurso como con sus líderes políticos, y que la coalición con Ciudadanos no solo no ha sumado sino que no ha impedido que 3 de sus escaños perdidos se vayan al PNV y que VOX aproveche la baja participación en Álava para pescar en río revuelto y obtener un diputado.
¿Son extrapolables estos resultados al ámbito nacional? No lo parece. PP, en Galicia, y PNV en el País Vasco son dos partidos alfa, casi forman parte del paisaje, por lo que estas elecciones tienen un marcado matiz territorial. No obstante, haría bien el gobierno central en tomar nota de cómo uno de sus componentes, Podemos, está deshilachándose a marchas forzadas, convirtiéndose en un simple epitome de Pablo Iglesias, el gran perdedor de la contienda. No le vendría tampoco mal al presidente del ejecutivo nacional realizar una reflexión sobre los datos de EH Bildu, que en este caso se ha aprovechado por igual de su épica criminal de antaño y del blanqueamiento obtenido con sus acuerdos parlamentarios con Sánchez e Iglesias.
