En ocasiones te viene a la memoria una frase cuyo origen puedes haber olvidado, y cierto que no es fácil recordar nuestros estudios de Filosofía de aquel Bachillerato de siete cursos y reválida, ya tan lejano. Por eso hay que acudir a los sistemas que pueden “ponerte al día”, y me ha ocurrido al consultar sobre quién escribió o dijo la frase del titular. La respuesta ha estado en Heráclito, filósofo de la escuela llamada presocrática que adoptó varias frases un tanto ininteligibles para el pueblo de entonces: “Todo cambia, nada es”, y apoyaba su frase con la de “no puedo bañarme dos veces en el mismo río, porque en cada momento el agua es otra”. (Pero pienso que el río es, de nombre, el mismo, porque solo cambia el agua constantemente)
Bien. La cuestión es que la frasecita de turno me vino a la mente al considerar cómo, efectivamente, cambian las cosas, los modos las costumbres en muy poco tiempo, y me voy en este momento por el camino de la música, cuya historia abarca un número grandísimo de modalidades, iniciadas, creo con la música clásica, pero a la que han seguido muchísimas modalidades con partituras de los más antagónico, original y, por supuesto, modernista y contemporánea.
Nuestra provincia nunca ha estado ajena a las variantes musicales, y recordamos tiempos como el que la auténtica actualidad se encontraba en la Semana de Música de Cámara, de 1983, que pronto pasó a ser incluida en el Festival Internacional de Segovia, por su inolvidable creador, Paco Rodríguez Martín en su feliz época de director de la Comisión Provincial de Cultura, al frente de la que en muchos años se anotó notables éxitos, que se les cortó de forma radical por un alcalde muy bien recordado por otras acciones más positivas para la ciudad.
Los programas contenían actividades de música clásica, teatro con muy buenas compañías y sesiones de ballet, lo mismo de París que de Bélgica.
Las grandes y muy meritorias actividades de entonces se mantuvieron firmes unos años y con el tiempo (todo pasa, nada es) se ha venido traduciendo en diversas modificaciones, muy al gusto, claro está, de la juventud de nuestros días. Un Festival aquél que incorporó también unas muy interesantes sesiones cinematográficas, con proyecciones, charlas y coloquios y que obligó a grandes montajes al aire libre, con accesibilidad a cientos de espectadores, que creo llegaron al máximo cuando, otra gran invención de Paco, puso en marcha el I Festival Internacional del Acueducto en julio de 1974, a los pies del monumento y con un graderío para 2.000 espectadores. Aquellas programaciones que llegaron a extenderse a los jardines del Real Sitio de San Ildefonso, utilizando como fondo ideal y original las aguas de sus famosas fuentes para escuchar cantantes y orquestas. Sin olvidar el Patio de Armas del Alcázar, el claustro de la Catedral, la alameda posterior a la iglesia de San Marcos o a la gran explanada cercana a Los Templarios…
Como es natural, todo este acervo de actividades culturales, al mando, repito, de un hombre de tan vasta cultura como fue Paco Rodríguez (valor no por todos comprendido), se ha venido cambiando a través de los años mediante la llegada de nuevas versiones musicales que se vienen ofreciendo al público, tanto en diversos escenarios de la ciudad como en buen número de localidades de la provincia, hoy aglutinando actividades en el llamado MUSEG (49 Festival de Música de Segovia), bajo organización de la Fundación Don Juan de Borbón y el propio Ayuntamiento. Lo que no puede hacernos memorizar lo de “un tiempo pasado fue mejor”, porque nunca podrá afirmarse eso, sino más bien acogernos, de nuevo, al “todo pasa, nada es”, de la doctrina de Heráclito.
Lo que sí puede añadirse a este paso del tiempo es que Segovia pudo haber contado con uno de los más sobresalientes Festivales Internacionales de España, tema del que se habló pero sin resolución favorable para que Segovia hubiera podido tener “su” festival en el centro de la Península mientras por el Norte brillaba, y brilla, el de Santander y por el Sur, el de Granada, fundado por el señor Gallego Burín, director general de Bellas Artes que sustituyó en el cargo al Marqués de Lozoya y que de inmediato “tiró hacia su tierra granadina”.
Segovia, pues, pudo haber “lucido” musicalmente como Granada, Santander, Peralada, San Sebastián o el Festival de los Pirineos. A los que hay que sumar los numerosos que, especialmente para multitudes juveniles, se montan en diversos espacios de nuestra España que hoy, en el terreno político (y me desvío levemente del tema) responde a una frase que Ramón del Valle- Inclán pone en boca de Max Estrella, uno de los numerosos intérpretes de “Luces de bohemia”, en 1924: “España es una deformación grotesca de la civilización europea”, y remataba la cosa otro personaje valleinglanesco en la misma obra: “En España el mérito no se premia. Se premia el robar y el ser sinvergüenza. En España se premia todo lo malo”. (Por eso echaron a mi amigo Paco injustamente, por ser válido)
