La hipocresía y el cinismo de este gobierno no tiene límite alguno, habiendo llegado hasta el extremo de permitirse hablar de una oposición que juega con las cartas marcadas, con unos jueces que practican la politización de la justicia que se encargan de pasar información a sus oponentes, cuando es dicho ejecutivo el principal impulsor de ese siniestro juego que utiliza desde la posición privilegiada que ostenta, sin respeto alguno hacia el poder judicial, denunciado en varios ocasiones por la Unión Europea, sin el cual la democracia pierde todo su sentido.
Sin escrúpulo alguno, con una soberbia inaudita, y siguiendo las directrices de un presidente dotado de una ambición sin límites, han ido saltándose cuantas líneas rojas existen en este sentido, el judicial, y en tantos otros, que sitúan a este ejecutivo al borde de un totalitarismo siempre profundamente rechazable, que a estas alturas debe tomarse en seria consideración, ante el giro autoritario que las últimas y controvertidas decisiones está tomando un Gobierno que pretende mantenerse en el poder a toda costa.
Un presidente que se siente acorralado por varias imputaciones y corruptelas en su entorno más próximo, tanto personal como político, insoportable para un personaje soberbio y altivo, con una absoluta falta de escrúpulos, que lo convierten en un político indeseable para una democracia que exige dirigentes con unas características radicalmente opuestas a las que presenta el jefe de un ejecutivo que ha perdido decididamente los papeles al verse envuelto en una maraña de conflictos judiciales y políticos, a los que se enfrenta, como siempre ha hecho, con insultos, improperios y una batería completa de descalificaciones, que no hace sino confirmar una extrema debilidad que pretende contrarrestar con una política agresiva que compense su temor a perder un poder al que no está dispuesto a renunciar.
Un jefe del ejecutivo que utiliza las instituciones, con un fiscal general imputado por el Tribunal Supremo por revelar información secreta de la pareja de su mayor contrincante político, la presidenta de la Comunidad de Madrid, un personaje siniestro, fiel esclavo de su amo, en una demostración vergonzante que causa sonrojo e ira a cualquier amante de una democracia en la que cuesta trabajo creer a la vista de lo que es capaz este Gobierno, y que denigra y deshonra a toda una institución judicial.
Pero no satisfechos con todo esto, la última muestra del absolutismo gubernamental ha llegado a través de su partido político que ha registrado en el Congreso una iniciativa frente al acoso derivado de “acciones judiciales abusivas”, con el que pretende limitar la iniciativa de la acción popular ante los jueces, reconocida en la Constitución, con el oscuro fin de sortear los conflictos judiciales, tanto personales como de partido, lo que resulta de una desfachatez, que decididamente no conoce límites impropios de un país moderno, demócrata y avanzado como el nuestro.
