El pasado martes, ha tenido lugar en la Tertulia Literaria del colegio san José un homenaje al escritor José Antonio Abella, de quien se presentó su obra póstuma “Todas las muchachas serán tuyas “en la Casa de la Lectura. En esta obra, aparecen los amores de juventud del autor.
Pilar Martinsanz, coordinadora del acto agradeció la presencia de los invitados al mismo: Amando Carabias, Ignacio Sanz, Luis Torrego y Juan Andrés Saíz Garrido, amigos del escritor y, como no, su esposa, María Jesús Martín.
La tarde lo era de recuerdo por todos esos ratos estupendos que José Antonio nos dedicó tan generosamente, presentando sus libros entre nosotros, explicando su estatua del pastor a los más pequeños, para quienes inventó la historia del “Gigante invisible”, lleno de entusiasmo y felicidad. Le encantaba la escuela y eso se leía en su cara.
En primer lugar, tomó la palabra Amando, continuador de la editorial Isla del Naúfrago, creada por José Antonio para publicar sus propias obras. Amando le conoció en 1992 en torno al proyecto de un libro,” Segovia y sus paisajes” junto a Leopoldo Yoldi, también hablaba con él en la Tertulia de los Martes.
Carabias considera que fue un faro para nuestra ciudad durante 25 años, los que estuvo con nosotros en Segovia con su tarea editorial.
La amistad fue madurando y en el año 2017 Abella, deja la editorial a Amando. El último libro que editó fue “Cayo es mortal” el libro que, Juan Andrés dedicó a su querido hijo Tatán.
Para Amando José Antonio era un hombre cabal, amigo, con una cultura inmensa y una portentosa capacidad de trabajo, que sin presumir y sin buscarlo, iba de polémica en polémica, algunas le hicieron daño, pero mantuvo el tipo.
Su último regalo, llegaría en forma de poema, su autorretrato “La felicidad era esto”, cuya lectura nos emocionó a todos.
Para Ignacio Sanz, José Antonio comenzó siendo el padre de unos compañeros de sus hijos, ambos los tienen de las mismas edades. Los hijos de Ignacio fueron quienes le comentaron que el padre de unos compañeros había escrito una novela. Se referían a “Yuda”, esa obra de arte que nos lleva a la Segovia judía, a través de los ojos de un niño. En ese momento estaban empezando la colección de la Tertulia de los Martes. Se publicó una segunda edición, hoy es representada con mucho éxito por Sonsoles Novo, actriz segoviana, presente también en el homenaje.
Yuda representa la melancolía y la nostalgia, Abella decidió que sólo se vendiera en el Centro de Interpretación de la Judería.
No le gustaba esa mirada permanente al pasado de la ciudad, consideró que, con la llegada de Titirimundi, apareció la nueva imagen de Segovia.
Cuando escribía un texto, en primer lugar, era leído por su esposa, después, los manuscritos pasaban a las manos de Ignacio, crítico acerbo.
Por otra parte, Abella, podía hacer los planos de su casa o arreglar la luz, un manitas que, sin pretenderlo, acomplejaba un poco a sus amigos.
Llevó a cabo novelas de ambición desmedida como “La sonrisa robada”, sobre esta documentadísima novela nos contó anécdotas como la que tuvo que ver con el intento de suicidio del protagonista, o la del pastor- pararrayos.
Ignacio, reconoce que se ha quedado sin espejo al que mirarse, a pesar de ser duro cuando tenía que serlo.
En la novela: “Aquel mar que nunca vimos”, igualmente documentada, considera que dentro de ella hay otras dos o tres historias que son otras novelas a su vez, tal es la capacidad de Abella.
“Hemos tenido suerte, -dice Ignacio- ya que las ciudades las fecundan los buenos escritores. Él nos ha dado novelas de precisión, con nervio emocional”.
Luis Torrego, habló de Abella como lector, a quien conoció en torno al movimiento del 0.7 %, cuando en aquellas acampadas junto a la iglesia de san Millán Abella tuvo la ocurrencia de realizar una silueta con la petición de 0.7% y que así, al colocarla sobre un foco de luz de la iglesia, apareciera visible para todos, eran los años 1995-1997.
También iban juntos a las asambleas de Madrid y en el viaje conversaban. Recordó cómo encargaron una hogaza de un metro de diámetro y de ahí cogieron el 0,7% para que se tuviera la imagen palpable de lo que esa cantidad suponía y con la que pretendieron entrar en un encuentro de mujeres rurales.
Abella en esa época dormía en la catedral junto a los que se manifestaban, concretamente, junto a la tumba del obispo Daniel y le aconsejaba leer “Los pilares de la Tierra” sentado en el coro donde se sentó Isabel la Católica.
Luis, señala también su calidad de humanista, atravesado por una generosidad extraordinaria.
Se empapó de Pedagogía y Freinetismo para escribir “Aquel mar que nunca vimos”. Torrego y Abella hicieron juntos lo diálogos.
Recuerda, como profesor de la UVA que es, la importancia de nuestra ciudad en el movimiento de Renovación Pedagógica de principios de siglo XX con maestros segovianos como: Pedro Natalías, higienista y seguidor de Decroly, quien donó su biblioteca a la Universidad de Segovia; David Bayón, director del colegio Villapando, quien conoció a Piaget en Suiza y recibió la Cruz de Alfonso X El Sabio y sin olvidar a Norberto Cerezo, maestro de Carrascal del Río, que hablaba seis idiomas.
Los tres dirigieron la revista pedagógica Escuelas de España. No olvidemos que la primera Misión Pedagógica de España fue llevada al municipio de Ayllón y que Segovia fue la tercera provincia en importancia en este movimiento de la Escuela Nueva, después lógicamente de Barcelona y Madrid.
Así pues, esta novela es un libro de Literatura Pedagógica que él propio Torrego, recomienda a sus alumnos de hoy.
Abella, a quien nada humano le era ajeno, era capaz de interpretar las claves de un mundo, aunque no le fuera cercano.
Juan Andrés, por su parte dice que Abella era un hombre: bueno, culto, humanista y riguroso, que encontraba la felicidad en la búsqueda del conocimiento, “hacer lo que nos gusta es gloria bendita”, decía Abella.
Amigo de sus amigos, que hablaba sólo mal de ellos con ellos mismos. Reconoce que si a Segovia, se le ha muerto un intelectual, a Ignacio y a él, además de eso, un amigo.
Le conoció en la presentación de un libro de Juan Pablo Ortega “El año que vino Eva Perón”, que presentaron Ignacio y él juntos, en ese momento Abella se quejaba de la soledad del escritor.
Recuerda que le otorgaron un premio Max del Ateneo, cuyo importe material donó a una ONG sin dudarlo, ya enfermo, y con un tratamiento muy costoso económicamente, Abella comentó: “Prefiero morirme del cáncer a morirme de vergüenza”.
Siempre le habló del amor a Segovia, su obra hoy está más viva que nunca.
Para Juan Andrés, el escritor ha sido una de las mejores personas que ha conocido.
Juan Andrés que lleva 25 años escribiendo dedicó a su amigo Abella su primer artículo en el Adelantado en esta nueva etapa.
Finalmente tuvimos el gusto de escuchar a su esposa, a María Jesús, quien conoció al escritor en Valladolid, cuando era poeta. Llegó a recitar en el Casino de Burgos, después se volvió muy pudoroso con sus poemas y manifestó que algunos los quemaría. Curioso es que al final de su vida vuelve a escribirlos, los dedica a las enfermeras, a la guerra de Ucrania, etc.
Su último manuscrito titulado:” Tempus fugi”, fue de donde salió el poema que formó parte de su obituario.
María Jesús vino antes a Segovia que su marido por razones de trabajo, ella es de El Escorial y Abella era de Burgos, buscaban una ciudad neutral y esa fue Segovia:
¡Qué suerte para nosotros!, pienso yo.
Cuenta que Yuda, lo escribió en un mes y que como escultor comenzó con hormigón, después aprendió a soldar, a través de uno de sus pacientes asturianos, en Villamanín. Su pasión fue la arquitectura y pensaba en sus esculturas como monumentos públicos.
Con la Medicina, primero quiso ser Psiquiatra y después médico General.
A mí me parece que una de sus grandes virtudes fue que sabía escuchar, él lo dice de sí mismo.
Tanto “La sonrisa robada”, como “Aquel mar que nunca vimos” le habrán llevado entre cuatro y cinco años de investigación.
Recuerda María Jesús su participación en la exposición “La realidad posible” del Torreón de Lozoya y nos confiesa que para ella su libro favorito es: “Trampas de niebla”.
Próximamente saldrán más libros como “Santa Shelma”, sobre su perrita y “Dos novelas cortas, dos relatos largos”
Y esto fue todo en nuestra tertulia del martes pasado. Mucha emoción y agradecimiento.
Son necesarias personas así en nuestra sociedad actual, siempre en el recuerdo José Antonio Abella.