La empresa Palets Tama acaba de cumplir 25 años de actividad. Al frente de ella se encuentra Juan Tapia Manso, quien hace un cuarto de siglo ya supo dar valor a los pinares de la provincia; con un socio, entonces resinero, buscaron un nicho industrial a los recursos forestales de la zona de Sanchonuño. Al margen de actividad empresarial, Juan Tapia participa en numerosas iniciativas sociales en las que aporta el mismo grado de misma ilusión y optimismo que en su empresa, en la que es líder, y le permite conocer la marcha de la economía española.
Muchos relacionan a Juan Tapia con los vehículos clásicos, con el mundo del transporte, con la romería de Malangosto, o con la asociación gastronómica La Espiga. Su personalidad y su capacidad para las relaciones públicas le han ayudado a desenvolverse en todos esos distintos ambientes. Pero su principal dedicación económica la tiene en la empresa Palets Tama, ubicada en Sanchonuño.
Hijo de médico, Juan Tapia nació y creció en Segovia, donde estudió en el colegio Claret, en los Misioneros y luego en el Instituto Andrés Laguna, donde integró una de sus primeras promociones. Tras realizar el servicio militar en el Regimiento de Artillería, junto al Acueducto, comenzó su vida profesional llevando la concesión de las cervezas San Martín. Luego ingresó en la empresa Femsa, que se acababa de implantar en Palazuelos de Eresma. Ocupó varios puestos de responsabilidad en Plataforma y Logística hasta que la sociedad fue absorbida por Robert Bosch, y se cerró posteriormente.
Juan Tapia estaba convencido de que a la madera de los pinares segovianos, considerada menos noble que la de otros árboles, podría dársele un mayor valor si se empleaba para embalajes. Entonces conoció a su actual socio, Ladislao Mateo, entonces resinero. Ambos decidieron construir una fábrica de palets y embalajes con los recursos forestales de la zona. Y levantaron su fábrica en Sanchonuño.
Ambos dieron en el clavo al encontrar a un particular que vendía una amplia extensión de terreno. Hoy disponen de 300.000 metros cuadrados ampliaciones realizadas posteriormente. En su progreso han contado siempre con las facilidades brindadas por el Ayuntamiento de la localidad. Así, en el año 1987 comenzó la producción de palets. Y lo que era una empresa familiar se ha convertido en una sociedad con 125 empleados. En las mejores épocas llegaron hasta el centenar y medio en plantilla. Y su facturación asciende a 15 millones de euros anuales.
La producción de palets permite cuantificar la marcha de la economía española. La demanda de estos soportes de carga está ligada directamente al volumen de exportaciones, donde descansa hoy gran parte de la economía española, pues a nivel interno ha habido poca recuperación, al menos de momento. Por ello, Tama se puede considerar un termómetro económico del comercio exterior español.
La actividad de la fábrica está totalmente automatizada, como forma de hacer rentable la producción de un producto que también ha tenido que reestructurarse para afrontar la crisis.
Además de la planta segoviana, Tama cuenta con otra fábrica en Betanzos (Galicia), con doce empleados, que se surte de los restos de una industria cercana y su producción se centra en cajas de frutas y hortalizas.
La fábrica de Sanchonuño está sujeta a la norma internacional de la FAO que obliga a someter sus productos a un tratamiento térmico en hornos para evitar contagios de plagas, y eso les permite disponer de un certificado. Los clientes exigen esta garantía.
El proceso que ha seguido esta empresa no ha resultado fácil. El tipo de interés que debieron comenzar a pagar era del 17,5 por ciento, que concedió Caja Segovia. Hoy siguen confiando en Bankia. De hecho, tienen un proyecto para construir una planta de pellets que podría ponerse en marcha en las próximas semanas. Manejan un proyecto para elaborar 40.000 toneladas anuales en un plazo de dos o tres años. Y requerirá una inversión de unos diez millones de euros.
El carácter pionero de los propietarios de la empresa lo han trasladado a su empresa. Así, fueron los primeros en acoger en 1992 a familias bosnias que estaban refugiadas en España. Y, aunque aquellos primeros inmigrantes europeos regresaron a su país, Juan Tapia mantiene todavía contacto con sus antiguos trabajadores y todos los años se telefonean al menos para felicitarse las navidades.
