Werner Herzog, alemán, tuvo su gran época en el cine de la década de los 70, cuando encadenó una serie de películas de gran resonancia crítica e incluso de relativa aceptación comercial. «Aguirre, la cólera de Dios», «El enigma de Gaspar Hauser», «Stroszek», «Nosferatu», «Woyzeck» y, finalmente, «Fitzcarraldo» le dieron cierto prestigio y reconocimiento, pero también ofrecieron razones para calificarle de megalómano, para hablar de que propendía a aproximarse al borde de la locura.
Después, poco a poco, su estrella se fue apagando, sus proyectos se fueron suspendiendo y espaciando. Son de suponer las dificultades que debía encontrar para sufragar unos rodajes que le dieron fama por su desmesura, por su azaroso descontrol y, desde entonces, sólo han destacado dos filmes volcados sobre la grandiosidad de la naturaleza, o mejor dicho, sobre la debilidad del ser humano enfrentado, solo, a la extrema crudeza del medio natural: «Grito de piedra», en 1991, y «Grizzly Man», en 2005.
Pues ese gusto suyo por los desafíos de los espacios abiertos perdió el interés del público y la escasa rentabilidad comercial le ha llevado al declive. Ha seguido rodando con capital americano, pero sin conseguir siquiera el estreno en España, hasta este «Teniente corrupto» (Bad Lieutenant: Port of Call New Orleáns, 2009) que ahora llega felizmente a nuestras pantallas.
Con ese mismo título se estrenó, en 1992, una película del controvertido Abel Ferrara, otro cineasta para echar de comer aparte. Ambas comparten productor y, evidentemente, muchas similitudes buscadas por quienes ponen el dinero. Pero Werner Herzog niega que sea un remake y ha hecho todo lo posible, y lo imposible, por apartarse de la línea argumental del original. Su interés por desmarcarse empieza ya en ese título original que señala Nueva Orleáns como lugar donde se desarrolla la acción, en contraposición al característico ambiente de Nueva York, donde se ubicaba la película de Ferrara.
Y es verdad que ese cambio de ambientación es importante, sobre todo porque esta nueva versión abre con una secuencia que muestra los efectos del huracán Katrina, el fenómeno «natural» que devastó la ciudad y que, por lo tanto, deja su impronta en los personajes que protagonizan la película de Herzog.
Si atendemos a la trama de «Teniente corrupto», no hay duda de que nos encontramos con un thriller, una película de género con una investigación policial de unos hechos delictivos, pero, como ya sucedía en el film de Ferrara, aquí lo importante es el amoral comportamiento de un oficial de policía que utiliza métodos poco reglamentarios en el ejercicio de su profesión. De hecho, su vida personal está siempre por encima de las prioridades de su función como agente policial y ésta no es, precisamente, un dechado de virtudes.
En esencia, la película de Ferrara exponía un argumento extremadamente fuerte, chocante, fiel a su tendencia a la provocación, pero lo cerraba coherentemente con la muerte-redención de su antihéroe. Sin embargo, Herzog, siguiendo las pautas del guión de William M. Finkelstein, parece querer reírse de tal desenlace y prefiere otro bastante más inverosímil, incluso delirante en sus opciones, rompiendo todo el progreso dramático, lo que acaba convirtiendo su película en una especie de farsa de improbable final feliz.
Es posible que Herzog siga esa línea provocadora e incluso crea que su final es aún más desafiante, pero a mí no me parece que la ocurrencia tenga gracia, como no la tiene esa mofa, a destiempo, de las convenciones del género. No me parece oportuna esa postrer risotada, por mucha intención que tenga Herzog de diferenciarse de Ferrara. Y mi opinión es que Herzog no está hecho para el cine negro y su remake, o lo que sea, no me acaba de convencer, por muchas críticas positivas que esté recibiendo.