Especialista en publicidad, relaciones públicas y teatro de títeres es la nueva directora del Festival Internacional de Títeres de Segovia: Titirimundi, que durante diecisiete años, ayudó a gestionar a su creador, Julio Michel. Conoce los pormenores de la cita más internacional del mes de mayo, como coordinadora de su programación y de las compañías participantes.
— Convertido en un referente mundial del arte de las marionetas, Titirimundi avanza hacia su edición número 32. ¿Qué es más difícil, mantener el lugar alcanzado por el festival o emprender en solitario, sin su creador, la próxima edición?
— La falta de Julio Michel es tremenda; era el guía y el gran respaldo, además de compañero y amigo. Pero la lucha llevada a cabo durante todos estos años ha sido muy difícil y tiene una recompensa. Cuesta conseguir financiación; hemos sufrido la crisis como en el resto de sectores, hemos tenido que quitar personal, reducir la programación en número de días, dar una vuelta completa al planteamiento y ha habido que adaptarse a la nueva situación, superando años muy duros. Ahora, parece que la situación es más estable. Económicamente todos hemos ido cumpliendo años y la fórmula la conocemos. Hay que ir desarrollándola más. Estamos adaptándonos y ‘charlamos’ con el creador que dejó grandes enseñanzas y mucha alegría en la forma de hacer. Y esto, es mucho.
— Titirimundi nació como el sueño de un titiritero. Visto desde dentro, ¿en qué se ha convertido?, Usted y el propio Julio siempre han hablado del equipo.
— Se ha convertido en la materialización de ese gran sueño. Partimos de una idea que se ejecutaba con un cuaderno, un bolígrafo y un ordenador a pedales para todos.
La dimensión inicial hacia más relajada la organización. Luego, llegamos a ser fijos en la oficina seis personas que, en el último quinquenio nos convertimos en dos.
En el mes de febrero, viene todo el equipo, diez personas, que nos mantenemos en contacto todo el año. Tenemos un día mensual para renovar la información y estar al día. El equipo de producción comienza a principios de año a seleccionar compañías, ubicaciones, condiciones técnicas y priorizar necesidades y, en mayo, se produce el milagro del Festival.
— ¿Qué ha favorecido más su evolución?
— Por paradójico que resulte al hablar de un teatro rudimentario en origen y sencillo, la tecnología ha favorecido su evolución porque simplifica las cosas y ayuda a ordenar la dimensión alcanzada por el festival. Hemos pasado del fax y las anotaciones manuales a Internet, el correo electrónico y los grupos de whatsap que permiten estar al corriente de cualquier incidencia o necesidad. Antes, el regidor de calle salía de la oficina con monedas de 25 pesetas y llamaba cada poco tiempo a la oficina desde las cabinas, para ver si había algún problema o novedad y se iba moviendo por los espacios.
Ni que decir tiene que esta tecnología nos permite contactar con embajadas y compañías de cualquier parte del mundo sin las dificultades de antes, que dependiendo de los regímenes de cada país, en algunos casos eran tremendas.
— El nombre de la ciudad y el del teatro de títeres están unidos indefectiblemente. Más de treinta años permiten observar la evolución del género. ¿Cómo han ido cambiando las cosas en el mundo de los títeres?
— De aquellos títeres de guante y cachiporra, de técnica muy elemental, se ha pasado a formas y mezclas mucho más evolucionadas pero, el Festival de Segovia mantiene la esencia del género que son los títeres de guante, de cachiporra y de hilo, de toda la vida.
Las tradiciones marcan el origen del teatro de títeres más allá de la propia evolución de las artes escénicas con objetos. La evolución del títere viene marcada por la utilización de los materiales y la adaptación de plásticos, cartones y productos de desecho.
Pero, con los nuevos materiales, siguen haciéndose clásicos; un Shakespeare, un Cervantes, por ejemplo. Si el mensaje está claro, el aporte de todos esos elementos es enriquecedor. La técnica ha avanzado mucho, otra cosa es que no siempre esté bien entendida. De hecho, hay veces que se declinan algunas compañías por las elevadas condiciones tecnológicas que requieren, olvidándose de la esencia. La espectacularidad desgraciadamente no viene siempre acompañada del mensaje. Y como decía Michel, ‘Pueden ser muy espectaculares pero cuando terminas de ver el espectáculo y no sabes qué han querido decir, es que falla lo fundamental’. La evolución no puede olvidar el contenido. Los títeres han evolucionado mucho en España, país que aporta gran número de compañías con propuestas interesantísimas. Es verdad que el teatro de títeres no ha crecido tanto como en Francia, por ejemplo, pero en los últimos veinte años se ha dado una evolución trascendental.
— ¿Qué aporta específicamente Segovia al género?
— La ciudad de Segovia ha logrado por sus dimensiones y características que esto sea un gran centro de reunión no solo de artistas que exhiben sus creaciones sino de artistas interesados en ver qué se está haciendo en muchas partes del mundo.
Esa fama de Segovia, como ciudad de referencia, atrae a programadores de todo el mundo para ver qué se plantea cada año. La programación de Titirimundi nunca ha tenido una temática, siempre ha sido ecléctica. Ha procurado traer lo mejor que se ha hecho en otras partes del mundo. No buscamos la temática como hilo conductor, como sí sucede en otras citas. Nosotros buscamos la emoción, convencidos de que el teatro es emoción y la atmósfera del Festival contagia la ciudad de un espíritu mágico.
La Utopía siempre debe estar ahí como guía. Hay que lanzarse a soñar, a imaginar mundos mejores para poder alcanzar otras metas. Soñar hace crecer y el teatro de títeres ayuda a soñar y por tanto a crecer.
— Y ¿qué ha aportado Titirimundi a la fama de ciudad cultural que posee Segovia?
— Sinceramente creo que mucho, gracias a aquella idea genial que tuvo su fundador. A Titirimundi viene público de todo tipo porque la fusión de las artes escénicas con la arquitectura monumental ha sido el punto clave para hacer turismo de otra forma. Desde el principio, un buen reclamo, ha sido poder disfrutar de lugares privados, que se abren solo para este proyecto, y de otros insólitos que no suelen estar al alcance de ciudadanos de Segovia y visitantes. El público de Titirimundi ha ido aprendiendo de títeres con el festival, tiene criterio y sabe de qué hablan; tanto en materia de títeres como de espacios.
En Segovia, Titirimundi ha sido también ejemplo para otros muchos eventos que se han creado después. La formula funciona y ya sea en música, literatura o cine, han ido sucediéndose otras propuestas que vieron la idoneidad de la ciudad para este tipo de programaciones culturales. Julio Michel fue un maestro que encontró la fórmula y ahora hay avalancha de propuestas que alcanzan a todos los públicos.
Segovia es siempre interesante en el calendario cultural nacional y Segovia creo que es consciente de la suerte de haberse podido colocar en ese nivel. Hemos sabido aprovechar la monumentalidad de la ciudad, que ha sido y es primordial en el éxito de la programación. Segovia es una ciudad de ensueño y para el teatro de títeres funciona especialmente bien. Nunca llueve a gusto de todos y a veces la gente se queja de las aglomeraciones que trae consigo el festival, pero esto último tiene difícil solución.
— Titirimundi ha ido variando su extensión conforme al presupuesto de cada año. Unas ediciones duraron una semana, otras 4 días. ¿Cuál es la duración ideal del festival para su nueva directora?
— Conseguir la semana de duración sería estupendo. Diez días fueron agotadores. Se consiguió durante tres ediciones porque tuvimos un presupuesto que permitía alojar tantos días a compañías. Hablamos del doble de lo que tenemos ahora, más de 400.000 euros. Ahora, el Festival tiene asegurados 200.000 euros y presentamos las convocatorias al Ministerio de Cultura anualmente. La cuestión es que el festival es en mayo y el fallo de las solicitudes del Ministerio suele resolverse entre julio y agosto. Barajamos siempre un gasto aproximado pero, así, estamos vendidos.
A primeros de año abre la convocatoria a festivales. Titirimundi hace su solicitud pero celebra cada año su edición sin saber cuanto nos conceden, lanzándonos al vacío.
Este era el punto de preocupación de Julio Michel, que hemos heredado. Alrededor de 30.000 euros es lo que suele darnos el Ministerio de Cultura. Con los beneficios de taquilla tratamos de cuadrar pero llevamos ocho años de beneficio cero porque tuvimos que afrontar un agujero que nos dejó la crisis.
— Explíquese.
— En los años de crisis tuvimos un desfase presupuestario que hemos tratado de recuperar durante ocho años. Días antes de un festival totalmente organizado, nos comunicaron la reducción de ayudas y eso fue caótico porque todo estaba en marcha y las compañías estaban ya viajando. Cómo decirles que no. Fue en el 2010 y lo hemos venido arrastrando porque se cayeron de golpe y sin aviso 80.000 euros.
— ¿Quién favorece más el Festival?
— El Ayuntamiento de Segovia da el mismo importe económico que la Junta de Castilla y León, lo que ocurre es que el Ayuntamiento fue el primero en firmar un convenio bianual con el Festival, además de cedernos los espacios y personal. Siempre ha habido una gran colaboración en montajes, almacenes, oficina y muchas de las infraestructuras y el Ayuntamiento con la firma de ese convenio dio a la programación una estabilidad que no tenía. Sirvió también de ejemplo y, ahora también, con la Junta de Castilla y León firmamos un convenio bianual que mantiene cubiertos 2017 y 2018. Este mes renovaremos con el Ayuntamiento el acuerdo que cubre otros dos años de Titirimundi.
— ¿Qué papel ocupan los patrocinios privados?, ¿La hostelería colabora debidamente?
— Los patrocinios de la empresa privada son escasos pero siempre bienvenidos. No puede generalizarse la idea de que no colaboran, porque sí tenemos grandes colaboradores que ayudan a la realización del Festival con pequeñas cantidades que, sumadas, hacen mejor Titirimundi. Hay ciertas empresas que apoyan incondicionalmente, desde el Hostal Fornos, Santana, José María, El Bernardino, Casares, la Bodega Herrero a una pequeña frutería, TresKilos, que llamó para darnos un apoyo. Sin embargo cuando vas al colectivo de Hosteleros es imposible. Su respuesta es demoledora: ‘llenamos de todas formas’, dicen. Eso desencanta. Necesitamos tener a veinte chiquititos para sumar. Ahora no tenemos ninguno de los patrocinadores grandes, como en su día tuvimos a Renfe. Dependiendo de qué compañías vengan algunas embajadas nos ayudan en gastos de viajes. Intentamos ampliar giras para reducir costes en los cachés. No es lo mismo decirle a una compañía que vienes a Segovia a hacer dos ‘bolos’ que vienen para hacer quince por distintos escenarios.
Ya que no hay patrocinios privados grandes y la gestión de Titirimundi es realmente importante, este año nos mantendremos en 6 días de programación.
— Fueron los primeros en contar con voluntarios. ¿El Festival ha creado escuela de voluntariado cultural?
— Sí. Trabajamos desde los inicios con voluntarios, pero desde 2008 se profundizó en los convenios con la universidad y se hizo más profesional su coordinación. El agradecimiento es inmenso. Sin voluntariado Titirimundi no podría mover la cantidad de espectáculos y gente que mueve. El voluntariado comenzó con Titirimundi y ahora la bolsa sale de una base de datos con más de un centenar y medio de personas en permanente rotación porque la edad lo requiere así. La Facultad de Publicidad y Relaciones Públicas ofrece el voluntariado más interesado en la colaboración. Les hay que llevan 20 años de colaboradores, que no están dispuestos a perderse el Festival y piden sus vacaciones para poder acudir en Mayo a la cita.
Ayudan en interiores, patios, en el anfiteatro gigantesco de San Martín que debe siempre mantener su pasillo despejado.
Los encargados de coordinar van haciendo los planning para distribuir a los voluntarios. Y hay voluntarios internacionales a través de la UNIMA (Unión Internacional de Marionetistas), que vienen de otros países y desde la organización les buscamos cometidos apropiados a su conocimiento de la ciudad. Unos pueden distribuir folletos, otros acompañan a compañías porque conocen la ciudad. Los voluntarios saben del programa y se hacen sus croquis y ven qué posibilidades tienen de ir a ver los espectáculos, en función de los horarios de sus colaboraciones.
— ¿Cuáles son los espacios que mejor funcionan?
— Sin duda, de calle el mejor es San Martín, porque la escalinata proporciona un anfiteatro natural que lo hace el espacio ideal abierto. Contamos con una decena de patios distribuidos por el casco histórico y el recinto extramuros y el hecho de tener que desplazarse de un sitio a otro, irradia vida a toda la ciudad.
Los patios funcionan todos muy bien: El del torreón de Lozoya con entrada por Grabador Espinosa (La Potenda) llama la atención del que viene de fuera. La Diputación, El Patio de Gulliano Cannata, en la calle Escuderos; el palacio de Quintanar, Los Rueda, el Palacio de Azpiroz, el de Abraham Senior en la Judería; la Casa de la Tierra, dependiendo del año San Juan de los Caballeros…. Hay que estudiar las compañías y ver donde es más conveniente que desarrollen cada montaje.
“Una nueva Fundación Julio Michel albergará el Festival y la futura Escuela de Títeres, cuya constitución va más despacio”
— Segovia, la ciudad de los títeres, no dispone de un centro de formación. Al inventor de Titirimundi no le dio tiempo a ver en marcha la escuela de títeres. ¿Habrá alguna novedad al respecto?
— Es uno de los objetivos, pero por ahora no puede asegurarse nada. Hay distintos planteamientos que dejó Julio Michel abiertos, pero primero se verán las formas de constitución. Queda un año por delante para ver cómo puede establecerse este objetivo.
Estamos intentando plasmar las bases iniciales tal y como quería Julio. Primero hay que darle una forma académica y para ello la constitución exige hablar con distintas instituciones. Está aún en fase incipiente.
Actualmente con la familia se plantea crear la Fundación Julio Michel. Titirimundi será una de las partes de la Fundación; quizás el escaparate más vistoso pero hay otros muchos proyectos que se englobarán en la nueva Fundación.
— ¿A qué proyectos se refiere?
— Como decía, el festival es el escaparate más vistoso y multitudinario que mueve miles de personas cada año, pero Julio Michel fue mucho más que el creador de Titirimundi y algunos espectáculos que han hecho historia con su compañía Libélula encontrarán cobijo en la Fundación Julio Michel, que englobará a sus cuatro hijos y su esposa.
No hay que olvidar que Julio Michel fue un creador maravilloso y no solo ideó Titirimundi, sino espectáculos como Cristobita, El Castillo de la Perseverancia, El Paladín de Francia…..La Fundación Julio Michel será quien acoja Titirimundi, como marca registrada y propiedad de la Fundación que, también, tratará de desarrollar otros proyectos como la Escuela de Títeres, que va más despacio por el rigor académico que debe tener.
