El lenguaje y las formas son tan importantes como las intenciones y los hechos. El mal uso que se hace de ellos es uno de los motivos de la desafección política. La oposición de la corporación del Ayuntamiento de Cuéllar pidió con vehemencia, a mi juicio con buen criterio, que los plenos se celebraran de manera telemática. Durante la retransmisión de los mismos hemos podido conocer el ambiente hostil que se respira entre gobierno y oposición. Parece que asumen con naturalidad que el gobierno se gusta y la oposición, que terminará por oponerse a sí misma, debe criticarlo todo. Todo ello en un tono nada edificante. No creo que la mayoría de los contribuyentes, independientemente su idea política, compartan esta forma de debatir sobre los asuntos municipales. Los argumentos se diluyen en un ambiente tan agresivo que invitan poco al optimismo. En la última sesión, un concejal, en un acento que denotaba un aparente enfado, se preguntaba qué opinión tendrían los vecinos sobre el trabajo del grupo de concejales. Con una dialéctica tan ofensiva y una actitud tan provocadora, es difícil pensar que puedan llegarse a acuerdos de interés para los ciudadanos. Quizá la respuesta a esa pregunta sea que hay que templar los debates y moldear las actitudes desde ambas posiciones.
