Sangarcía celebra este año un aniversario que trasciende lo festivo: los 300 años de su órgano barroco, uno de los tesoros más antiguos y singulares del patrimonio musical de Segovia. Construido en 1725 por el segoviano Francisco Ortega, este instrumento ha acompañado durante tres siglos la vida litúrgica, festiva y sentimental del pueblo, marcando con sus notas tanto la solemnidad de las misas como la emoción de las grandes celebraciones.
El órgano no es solo un instrumento, es una crónica sonora. Sus tubos, tallados y afinados por maestros organeros del siglo XVIII, han sido restaurados en 2008. Durante siglos, su sonido fue el equivalente a la banda sonora del pueblo: bodas, funerales, fiestas patronales, procesiones… Todo se vivía al compás de aquel teclado de madera.
La conmemoración de su tricentenario no es únicamente un gesto de nostalgia, sino un acto de reivindicación cultural. Mantener vivo el órgano implica recordar que la música sacra formó parte del alma de Castilla, y que estos instrumentos son piezas de identidad tanto como las piedras de la iglesia que los alberga.
Hoy, cuando la modernidad se mide en decibelios de charanga o en sesiones de DJ, el órgano de Sangarcía sigue recordando la importancia de escuchar con calma, de dejar que el aire transformado en música nos conecte con quienes nos precedieron.
