El jueves, el XXII Festival de Narradores Orales presentó una actuación a dos voces muy diferente a las que acostumbra a ofrecer con la presencia de Sonsoles Novo y Álida Jiménez. Si bien es cierto que no es la primera vez que son dos las personas que suben al escenario, la peculiaridad de este caso es que solo hay una narradora (oficialmente), Sonsoles Novo y que Álida Jiménez figura como cantante, aunque, de alguna manera, también narra.
La propuesta de las segovianas es sencilla en su planteamiento, pero con cierta complejidad en su resolución: una reflexión crítica sobre cuentos populares, aunque realmente se puede decir que abarca el imaginario colectivo de la ficción popular. Para ello, se han ayudado de textos de autor donde se recrea, parodia o invierte alguno de estos elementos populares con personajes como Cenicienta, Drácula, incluso María y Jesús, o situaciones propias de los cuentos de hadas como la de encontrar un gnomo de la suerte, besar a un sapo, etc. Los cuentos, en muchos casos microrrelatos, pertenecen a autores contemporáneos como Quim Monzó, Woody Allen o Darío Fo. Estos cuentos se hilvanan con las explicaciones de Sonsoles Novo sobre cómo las clases dominantes intentan apropiarse del discurso popular y de la tradición oral, pero también de cómo este torrente colectivo siempre vuelve a transformarse una y otra vez hasta escapar de dicho control. Para subrayar la crítica de los estereotipos y la irónica mirada con la que se presentan los tópicos, las artistas seleccionan una serie de canciones con temática paralela a la de los cuentos -o relacionada de alguna forma- de Daniel Higiénico, Paquita la del Barrio, Nacho Vega, Albert Pla, Pedro Almodóvar, Ratones paranoicos u Obús. Álida Jiménez se encarga de interpretar estas canciones tras cada uno de los cuentos recordando esa vieja técnica de añadir unos versos tras cuentos o fábulas para ayudar a recordar el mensaje principal como ya hiciera don Juan Manuel en ‘El conde Lucanor‘.
La apuesta es buena, pero quizás demasiado cerrada, pues el jueves el público fue más espectador que colaborador echándose de menos una mayor participación de este en la creación de la contada (para lo que ni siquiera es necesario recurrir a preguntas).
Posiblemente también le faltó a Sonsoles Novo algún cambio de ritmo más y cierta contención en el movimiento que le ayudaría a subrayar los ademanes verdaderamente significativos de los relatos, aunque es cierto que cuando la narradora entraba en los cuentos propiamente dichos conseguía la complicidad con el público al conectarlo con ese saber popular que todos conocemos. Porque a veces nos sorprende todo lo que sabemos y no sabíamos que sabemos, como también ocurrió con las canciones interpretadas por Álida Jiménez que, a su manera, eran historias en sí mismas que había que narrar y que la cantante narró con todo su cuerpo y su potentísima y hermosa voz. De esta manera, entre una y otra entretejieron un espectáculo insólito en el Festival que despertó sonrisas tras las mascarillas, incluso carcajadas, haciendo pasar un buen rato a un público que cayó en la cuenta de hasta qué punto los cuentos y relatos que conocemos modelan nuestra visión del mundo y cómo nos gusta jugar a darles la vuelta. Y esa mirada irónica sobre la ficción también sirvió para reflexionar sobre la pervivencia de la tradición popular en un mundo tan diferente del que la vio nacer.
Esta noche volverán las carcajadas -con peligro incluso de desprendimiento de mandíbula- con la intervención de uno de los destacados hijos de surrealismo en la narración oral: Félix Albo.
