Los antiguos griegos denominaban catarsis al efecto de la tragedia de redimir al espectador de sus bajas pasiones al verlas encarnadas en los personajes de una obra teatral. Así, los espectadores podían asistir al merecido e inevitable castigo de las malas obras, sin sufrir ellos mismos dicho castigo. Habitualmente, la catarsis era consecuencia de los infortunados efectos de la hybris u orgullo desmedido que lleva a los mortales a creerse superiores a los dioses. Como se ve, nada de lo que acontece en estos días en el Partido Popular resulta nuevo bajo el sol.
Sin embargo, me permito introducir una nota de optimismo en el desánimo general que todos experimentamos a la vista del bochornoso espectáculo al que estamos asistiendo. Tal vez, finalmente, se produzca ese efecto purificador que permita a este partido político superar una crisis lamentable. En mi opinión, poco tiene que ver la situación que ahora vivimos con crisis anteriores, tales como la de la Gürtel o similares, pues en este caso lo cierto es que no hay una situación que afecte a todos los cuadros del partido sino únicamente un enfrentamiento entre el presidente del Partido Popular, su secretario general y la presidenta de la Comunidad de Madrid. Bien es cierto que los líderes políticos más significados se han alineado con unos u otros, pero también lo es que esa situación puede reconvertirse con relativa facilidad.
En mi opinión, se hace difícil justificar la permanencia en el mando del Partido Popular de sus dirigentes, en concreto Pablo Casado y Teodoro García Egea. Y ello porque si las acusaciones de corrupción contra la presidenta de la Comunidad de Madrid resultan ser ciertas, no se entiende como hace una semana la convirtieron en la estrella invitada de la campaña electoral en Castilla y León, hasta el punto de fingir que habían sellado la paz y que todos los problemas quedaban superados. Por otra parte, cuesta no creer las acusaciones de comportarse de manera mafiosa si se tiene en cuenta que esto ha trascendido sólo por una inesperada filtración, pero da la impresión de que de otra manera este dossier se habría conservado para uso interno, con el único fin de obligar a Isabel Díaz Ayuso a plegarse a las exigencias de los dirigentes del partido.
Por último, resulta muy preocupante pensar que el líder del Partido Popular sea tan torpe como para recibir un dossier con información tan comprometedora como esta y no sospeche que con toda probabilidad tenga su origen en Moncloa por la dificultad de acceder de otra manera a tan delicada información. En efecto, puede haber una filtración de un empleado de un banco pero se hace muy difícil imaginar que un conjunto tan variado de datos extremadamente confidenciales pueda reunirse sin aprovecharse de los resortes del poder. Y da miedo pensar hasta dónde puede llegar Pedro Sánchez si es, en efecto, Moncloa quién ha elaborado este dossier. Y más miedo da pensar que pueda apresurarse a convocar elecciones ahora, en la situación crítica en que se encuentra el principal partido de la oposición.
Si son falsas las acusaciones de corrupción, aún es más claro que los señores Casado y García Egea no pueden continuar al frente del Partido Popular. En tal caso, las acusaciones que se han vertido contra la señora Díaz Ayuso sin fundamento merecerían sin duda el reproche de la jurisdicción penal. En todo caso, es inaceptable que continúe al frente de un partido quién es responsable de manejar información como esta y la utiliza para someter a políticos de su propio partido, especialmente si resulta no ser cierta. No sólo por la consideración que pueda merecer esta manera de actuar sino por la gravedad de quien provoca en su partido una crisis de estas dimensiones sin motivo. El hecho de que el pasado sábado se produjera el cierre de un expediente disciplinario precipitadamente abierto induce a creer que no hay fundamento suficiente para sostener las acusaciones de corrupción de que en un primer momento se habló. Por otra parte, resulta llamativo, aun no conociendo en detalle la normativa disciplinaria del Partido Popular, que el expediente se abra y se cierre sin que el instructor, en este caso la instructora, haya practicado diligencia alguna y que ni siquiera sea oída la propia instructora al tomar la decisión de cerrar el expediente.
La opinión pública está dándose cuenta de que parece haber mucho de infundado en aquello de que se acusa a la señora Díaz Ayuso
En cuanto a la señora Díaz Ayuso, habrá que ver lo que hay de cierto en las acusaciones, pero lo cierto es que hasta la fecha no parece que haya ningún indicio de corrupción en la información que se ha hecho pública y probablemente si hubiera algo, ya se habría conocido. Bien se habrían ocupado los dirigentes de su partido de que así fuera, pues son sin duda conscientes de que en la situación actual han de justificar bien las acusaciones presentadas.
Por último, creo que podemos tener motivos para la esperanza. Tras la inevitable confusión provocada por el bochornoso espectáculo, la opinión pública está dándose cuenta de que parece haber mucho de infundado en aquello de que se acusa a la señora Díaz Ayuso. Nótese que en todas las manifestaciones y declaraciones que se han producido estos días, no he escuchado todavía ningún pronunciamiento público de apoyo a los señores Casado y García Egea y que de manera casi espontánea se han reunido en el entorno de la sede del Partido Popular manifestantes incondicionales que han expresado su apoyo a la señora Díaz Ayuso.
A la vista de la situación, parece que no queda otro remedio que convocar un congreso extraordinario en el Partido Popular que elija a un nuevo equipo directivo. Quizá, después de la tempestad, llegue la calma y la catarsis produzca el efecto redentor de que hablaban los griegos.
(*) Abogado del Estado.