UGT y CC.OO se manifiestan a la puerta de la FES para forzar nuevas negociaciones que equiparen sueldos con la subida del IPC…
Los sindicatos, mujeres y hombres relevados de sus puestos laborales para defender, razonable y justificadamente a los trabajadores a los que representan, han de, no solo ser justos y razonables en sus peticiones, sino apolíticos, no bailando al son que tocan los animadores del Gobierno de turno.
No se han visto banderas de CC.OO y UGT enarboladas junto a los leones del Congreso ni en la portada del Senado voceando sus alegatos, pidiendo que cesen impuestos, cargas y precios que asfixian a “todos”, aunque parece que menos a los que comen, viajan y veranean a cargo del erario público, que a empresarios y asalariados que llegan con dificultad a fin de mes, y menos, por supuesto, a los millones de parados que hacen largas colas, no a las puertas de este Gobierno de 22 ministerios, 4 vicepresidencias, 800 asesores, que viajan en los caros y contaminantes Fantom, sino a las puertas de las Cáritas que los socorren hasta donde pueden.
Hoy se manifiestan frente a los empresarios, éstos que además de trabajar como sus asalariados exponen su dinero y sus hipotecas y viviendo por debajo de sus empleados, haciendo funambulismo para no cerrar la empresa hostigada por precios de materiales y repuestos, energía, impuestos, IPC, falta de mano de obra y de materiales, sin querer ver que si las empresas se ven abocadas al cierre, empresarios y empleados quedarán en la calle.
Que vean el alarmante porcentaje de industrias, empresas y comercio que anda echando las persianas de su negocio.
Tenemos el país con peores cifras económicas, deuda nacional, IPC, desempleo, pobreza…, y tenemos “todos”, también los gobernantes, que apretarnos el cinturón, y los sindicatos no pueden explotar, estrujar a los empresarios como los cachorros a la teta paupérrima o exhausta de la madre, sino manifestarse ante el Gobierno para pedir más correcta y diligente e inteligente administración y mayor y ejemplar austeridad en los gastos, sin ostentación de nuevos ricos, recordándole que, por ejemplo, el superfluo y alegre uso del Fantom, además de contaminante es caro. Tal vez sea como el chocolate del loro, pero al menos sería ejemplarizante.
Pedir mayores gastos a los empresarios en circunstancias en que seguir con sus puertas abiertas es casi heroico, es pedir peras al olmo, o vocear en el desierto.
Antaño, aun en mejores situaciones económicas y laborales, se veían banderas y pancartas sindicales a las puertas el Gobierno, responsable de la economía nacional con sus luces y sus sombras. Los empresarios viajan en el mismo barco que los empleados y si hay mala mar, todos han de colaborar a que la nave no zozobre.
